ALIETO GUADAGNI*
Entre el 2003 y el 2015, es decir durante el período K, el PBI creció alrededor del 60%, si bien todo este incremento se concentró exclusivamente en los primeros años, ya que luego se estancó hasta nuestros días; también aumento la población en 5 millones habitantes. Pero lamentablemente la producción de hidrocarburos no acompaño este crecimiento, ya todo lo contrario, se registró un largo período de 12 años de retroceso y gran pérdida de las reservas, por falta de nuevas inversiones en exploración.
Tengamos presente que en el 2003 las reservas de gas eran un 75% mayores a las del 2015, mientras las de petróleo en esos mismos años caían un 11%. Así lógicamente también retrocedió, y mucho la producción. En el 2003 producíamos 19% más de gas y 39% más de petróleo que en el 2015.
En el 2007 ya se nos agotaba un robusto superávit comercial energético con u$s 4200 millones de superávit, que se transforma aceleradamente en un déficit de u$s 4100 millones en el 2015. Este mayúsculo retroceso se cubrió con costosas importaciones que fueron decisivas para reducir las reservas de divisas del Banco Central.
Estas grandes importaciones de gas a precios internacionales, que no fueron transferidos al consumo, provocaron un aumento en los subsidios fiscales que se concentraron especialmente en la población de más altos recursos económicos en el área metropolitana, con un tratamiento preferencial con respecto al interior del país.
En el periodo 2003 la política energética argentina implementó con ligereza las medidas necesarias para que opere una triple tenaza ahogando al sector, así se logró pasar de un estadio caracterizado hasta entonces por energía abundante, exportada y barata, a otro nuevo con energía escasa, importada y costosa para el país.
Ahora se trata justamente de salir lo más rápido posible de este escenario tan negativo para nuestro crecimiento económico.
Veamos ahora lo que ocurrió inmediatamente después del 2015. Primero una buena noticia ya que durante el 2016 repuntó la producción de gas, que aumentó 4,8% con respecto al 2015, pero la otra noticia fue negativa ya que siguió cayendo la producción de petróleo, que disminuyó un 3,9%.
Pero debemos señalar que este año 2017 no viene mejor en lo que hace a ninguna de estas dos producciones, ya que en el primer semestre siguió cayendo a un ritmo más acelerado la producción de petróleo, una reducción de casi un 8%, mientras la de gas ahora deja de crecer y cae alrededor de 1%.
Si queremos tener una idea de cómo puede evolucionar en el futuro la producción de hidrocarburos es clave prestar atención al esfuerzo inversor de este sector productivo, que se refleja fielmente en la cantidad de pozos terminados en el año. En el 2016 la cantidad de pozos terminados disminuyo un 24,2% con respecto al 2015.
La buena noticia es que la producción no convencional tanto de petróleo como de gas (shale y tight) viene creciendo aceleradamente. Por eso este nuevo tipo de producción ahora ya representan el 7% de la producción total de petróleo y nada menos que 22% del gas, recordemos que el gas no convencional era apenas el 1% del total de la producción de gas en el 2010.
Volver al pleno autoabastecimiento energético del pasado sigue siendo una meta estratégicamente deseable, pero difícil de alcanzar en el corto plazo. Por esta razón es hora de comenzar a actuar con políticas activas no solo sobre la oferta energética, sino también sobre la demanda de energía.
Es importante expandir la producción, pero también es muy importante reducir la relación entre la energía y la producción de bienes y servicios. Esto exige avanzar por el sendero de la conservación y la eficiencia energética en sectores claves, entre los cuales podemos señalar el transporte, la generación eléctrica, la industria y el consumo residencial. Son numerosos los avances tecnológicos en todas estas actividades que permiten aumentar la producción de bienes y servicios y al mismo tiempo reducir el consumo total de energía.
Recuperar la producción de hidrocarburos después de muchos años de escasa inversión y arbitrariedad regulatoria no es tarea fácil. Por esta razón es importante la vigencia de reglas regulatorias eficaces, claras y estables, auditoria de las reservas y concesiones de áreas que apunten a maximizar la inversión de los inversores, dejando atrás la etapa nociva del capitalismo de amigos.
Esto exige avanzar en el Acuerdo Federal Energético entre la Nación y las Provincias, recientemente celebrado en la Casa Rosada
*Ex secretario de Relaciones Económicas Internacionales y de Industria