En teoría, un estcoin tendría garantía de bienes fijos como proyectos de infraestructura o flujos de caja de inversiones, por lo cual podría resultar más fácil cotizarlo.
El boom de las criptomonedas está en su mejor momento. La explosión de precios y cantidades de nuevas fichas digitales es tan alocada que hasta sus devotos describen el mercado como una bomba de tiempo que hace tictac.
El boom también está tentando al establishment a participar. Para la República de Estonia, se lo promociona como una forma de armar un fondo de riqueza soberana, una ocurrencia creativa para un país con una población equivalente a un sexto de la de la ciudad de Nueva York y uno de los niveles más elevados de penetración de banda ancha móvil en el mundo.
Una propuesta de la agencia estonia a cargo de las aplicaciones de “residencia electrónica” (hablaremos de esto más adelante) sugirió recaudar dinero vendiendo “estcoins” al público.
Luego, esa riqueza se puede administrar mediante una asociación público-privada; se podría destinar una porción como capital riesgo para apoyar startups locales.
Los tenedores de estcoins tendrían una participación en el fondo y decidirían cómo se lo dirige. Entonces, las fichas podrían transformarse en una moneda viable, según la idea, y pagar bienes y servicios en un país de la eurozona.
Todo esto parece un intento de sumar poder de fuego financiero a una economía diminuta cuyos mercados de capitales están subdesarrollados y eclipsados por los préstamos de bancos extranjeros.
Más del 90% del mercado estonio está controlado por empresas extranjeras como Swedbank, SEB y Nordea, según el banco de inversión Redgate Capital.
Estonia carece de los recursos naturales de Noruega y Catar, pero se reinventó como una economía entendida en lo digital y abierta a los negocios:
Las tasas de los impuestos sobre las empresas y la renta están por debajo del promedio de la OCDE, ocupa el 12° lugar a nivel mundial en el ranking de facilidad para hacer negocios y permite que cualquier persona en el mundo se transforme en un “residente electrónico” y funde una empresa.
Dado que la población electrónica de Estonia está creciendo más rápido que la tasa de natalidad local, acudir a ese grupo en busca de fondos debe sonar tentador.
Pero eso conlleva riesgos enormes. El precio de las criptomonedas es increíblemente volátil: el bitcoin ha subido 340% en lo que va del año, y una vez en 2013 cayó 50% de un día para el otro.
En teoría, un estcoin tendría garantía de bienes fijos como proyectos de infraestructura o flujos de caja de inversiones, por lo cual podría resultar más fácil cotizarlo.
En la práctica, no hay forma de predecir cómo cotizarían estas monedas y cómo podrían desestabilizar la economía y la política de Estonia.
¿La moneda nueva crearía dos clases de ciudadanos, dependiendo de si sus ahorros están en euros o estcoins? ¿Estonia reembolsaría deudas con alguna de las dos monedas, o con ambas?
Cualquier influencia de peso de los extranjeros que también son residentes electrónicos podría causar más fricciones: imagínese a un inversor extranjero con muchos fondos haciéndose dueño de más de la mitad de la moneda nacional de la república.
Una criptomoneda soberana financiada por personas cuyos detalles personales están almacenados online también sería, sin duda, todo un imán de hackers y delincuentes.
La propuesta del estcoin parece inclinarse por el Ethereum como tecnología y recibió opiniones de su fundador, Vitalik Buterin, quien también ha estado en contacto con Vladimir Putin sobre las ambiciones criptográficas de Rusia.
El Ethereum tiene un agitado historial de fondos de inversión administrados por comunidades: uno de esos experimentos, el DAO, fue hackeado en un robo digital de US$ 55 millones. Estonia ya fue blanco de ataques cibernéticos también.
En 2007, bancos, medios y agencias públicas quedaron desconectados de internet por la fuerza. Estonia le echó la culpa a Rusia, que negó estar involucrada. También es posible que la gente use estcoins para esquivar el sistema bancario regulado.
Esta propuesta todavía está en la etapa conceptual, y la agencia involucrada reconoce que existen riesgos que hay que solucionar antes de dar un paso adelante.
Quedan pocas dudas de que en el estado actual de criptoentusiasmo, mientras se gastan millones en propuestas de negocios dudosas, el estcoin lograría recaudar dinero. Los costos a largo plazo bien podrían ser la volatilidad, la inseguridad y la pobreza.