Fue en una cena de fin de año al cierre de 2012. El gerente general del proyecto de cobre esperanza eterna de todo el Oeste de San Juan, Xavier Ochoa, de indiscutible idoneidad y buena fe, tomó la palabra y soltó con optimismo algo así: ‘Posiblemente esta sea la última de las reuniones aquí, porque el año que viene seremos tantos que no cabremos en este lugar‘. Al año siguiente la empresa Xstrata había sido adquirida por Glencore y la mina directamente cerrada. Imaginen la felicidad de aquellos oyentes, la mayoría jóvenes técnicos y profesionales que veían hacia adelante un futuro de bienestar garantizado para ellos y sus nacientes familias. Muchos se habrán casado, otros habrán decidido comenzar a procrear, otros se metieron en un departamento o se compraron un auto a cuenta de futuros buenos salarios a largo plazo.
De ambos lados de la cordillera, porque se habían establecido relaciones de amistad y algunas más profundas en los frecuentes viajes de ida y vuelta para coordinar acciones. La oficina corporativa estaba radicada en Chile y se entendía que el proyecto sería binacional al tener que procesar el mineral mediante un ducto de Calingasta hasta cerca del mar.
Todos a la calle salvo unas 10 personas en Barreal que durante algún tiempo alimentaron la ilusión de la vuelta y otras tantas en el edificio de la Bolsa de Comercio en la ciudad. Expertos en finanzas, ingenieros de minas, geólogos, especialistas en desarrollo comunitario, comunicaciones...en fin, un centenar de personas obligadas a arrancar hacia destinos más modestos, salir a buscar trabajo o iniciar un cuentapropismo que le garantizara no volver a depender de terceros tan distantes, a quienes ni siquiera se les puede ver el rostro.
Esta semana el Poder Ejecutivo provincial decidió salir al ataque promoviendo una denuncia penal contra quienes tuvieron sucesivamente la responsabilidad de denunciar la existencia ilegal de una escombrera, pasivo ambiental de una mina del lado chileno, Pelambres, y no lo hicieron. Se trata de un botadero que no había manera de que pasara inadvertido por Xstrata dado su tamaño y proximidad con las operaciones de este lado. ¿Recién se dieron cuenta en 2013 cuando el depósito había comenzado en 2007? ¿Habían estado especulando con un negocio jurídico o con eventuales adquisiciones de una mina hacia otra? El caso tendrá su curso en la justicia federal y, a su momento, alguna solución de compromiso en la que tal vez jueguen un papel las cancillerías de ambos países. Pero queremos poner el foco en otro lado.
Si bien la denuncia involucra unos 210 millones de dólares dependiendo de cuál fuera el resultado, la provincia tiene poco para hacer en un litigio que básicamente es entre empresas pero, al exigir el desalojo del material, podría también exigir que el trabajo lo hicieran, al menos en parte, empresas de San Juan. La provincia arroja la responsabilidad en quien ejerce la propiedad del terreno e importa poco quién sea hoy, dado que quien compró se hizo cargo automáticamente de los problemas que hubiera dejado el vendedor.
La forma elegida para comenzar a presionar es poner ante los estrados a una serie de directivos durante el período en que los residuos fueron depositados. Serán ellos quienes deberán, a su turno, demostrar su mayor o menor grado de culpa. Pero la empresa, debe comenzar a sentir el acoso del Estado porque no puede admitirse que siga teniendo un activo valioso sin explotar, como hacían los antiguos terratenientes que poseían extensos feudos sin trabajar porque, total, ya estaban saciados económicamente y habían perdido el interés.
El pueblo de al lado no importaba. Esa era hace tiempo se terminó en el mundo. El que posee un bien, tiene el deber de ponerlo activo para dar trabajo y generar riqueza. El que tiene el don, tiene la obligación. No hay derecho a disponer, como lo hizo Glencore, la clausura del emprendimiento por el tiempo que le dé la gana o por el lapso que le convenga según los criterios de un directorio que mira desde lejanas oficinas en Suiza. Un problema más grave es que Glencore no es una empresa minera ni comparte el esforzado espíritu minero, es solamente una compañía broker de materias primas que principalmente se dedica a comprar y vender.
Como todo intermediario, no tiene el mismo interés que el productor y su forma de pensar es distinta. En realidad, lo más posible es que conserve la propiedad de la mina al solo efecto de mostrarla como activo potencial para garantizar créditos o sostener una buena cotización de sus acciones. Más sencillo, la esperanza de más de una generación de todo un pueblo se ha transformado en una especulación financiera y por tiempo indeterminado. Saben que el cobre no se moverá de lugar. Pero sí se puede hostigar y mostrar claramente el malestar de saber que estamos como en un crisol de metales y a la vez con muchos pobres, que no se debe jugar con las expectativas de los pobladores de las villas cercanas, que hicieron inversiones.
Montaron hoteles, cabañas, comedores, salas de reuniones y lugares de esparcimiento pensados para los miles de trabajadores que bajarían cotidianamente de la montaña. Hasta se comenzó a desarrollar un diseño urbano que contemplara una adecuada convivencia entre el tráfico industrial y la vida calma de los habitantes. Tampoco olvidamos la inversión que se haría para proveer energía desde El Horcajo. No en vano se dejó impecable el camino hasta antes de Uspallata y se proyectaba la unión con Media Agua por Pedernal y la continuidad por Villa Nueva hasta Las Flores. Hay que dialogar, hay que insistir, hay que sugerir, hay que pedir, pero también es bueno apretar. Lo que está no sirve y no debe quedar así.