IGNACIO OSTERA
A partir de la caída del precio del petróleo que comenzó hace ya más de dos años, las compañías del sector debieron reconfigurar sus esquemas de negocios y enfocarse en la producción de gas.
La Argentina no es la excepción a este fenómeno que se está dando a nivel mundial con un paulatino desplazamiento hacia este producto, como queda demostrado al observar que de los casi u$s70.000 millones de anuncios de inversión realizados desde diciembre de 2015, el 25% se concentró en este sector y en particular, en la formación neuquina de Vaca Muerta, cuyos recursos gasíferos superan el 70% y es a donde han ido a parar más de u$s11.000 millones desde que asumió Mauricio Macri.
El “plan gas” lanzado durante el anterior gobierno en 2012, que fijó un precio de u$s7,5 para el millón de BTU de producción “adicional” por arriba de la curva de declinación permitió alcanzar un piso en 2013, a partir del cual comenzó a recuperarse. Así, logró revertir una tendencia que mostraba desde 2005 por efecto de los precios deprimidos, más allá de que el sector residencial no sintió las restricciones en el combustible, ya que se aplicaron sobre el sector industrial y de generación.
La matriz energética argentina está compuesta en más del 50% del gas, en tanto el petróleo llega al 34%. Para Eduardo Fernández, socio del Instituto Argentino de Petróleo y Gas (IAPG) y presidente de la comisión de publicaciones de esa entidad, esta situación se debe al “descubrimiento muy significativo” de este recurso desde hace años y el desarrollo de una estructura en el transporte y la distribución que llevó a la población a establecer “niveles de consumo alto y más desarrollado” en relación a otros países.
Lo cierto es que la producción de gas creció 4% en 2015 y 4,9% el año pasado, al totalizar 45.000 millones de metros cúbicos. Este incremento fue producto no sólo de la mayor explotación de los no convencionales en Vaca Muerta sino también de la importante plataforma off shore de Vega Pléyade, en Tierra del Fuego.
Por el contrario, el petróleo viene en descenso ininterrumpido desde 1998 y cerró el 2016 con una caída récord del 3,8%, tras cierta estabilización que siguió a la expropiación de YPF. En este caso, la producción fue de casi 30 mil millones de metros cúbicos.
En ese marco, no es casualidad el reciente anuncio de YPF de una inversión de u$s1.150 millones en Vaca Muerta para producir gas, en asociación con Pan American Energy, la alemana Wintershale y la francesa Total, apenas una semana después de que la china Sinopec levantara un desembolso de u$s300 millones en Santa Cruz como consecuencia de un combo de alta conflictividad sindical y precios internacionales que no cierran para un “costo criollo” que, consideran en el exterior, es demasiado elevado.
Esta disparidad entre provincias, con Neuquén llevándose todo y dejando las migajas para Chubut y Santa Cruz es otra de las facetas de la actual política energética del Gobierno y de este desplazamiento hacia el gas por parte de las petroleras.
Patrick Pouyanne, máximo responsable de la gigante Total, dijo en una conferencia en San Petersburgo que “dentro de 20 años, no nos conocerán como compañías de petróleo y gas sino como compañías de gas y petróleo”, acaso reflejando el espíritu que reina por estos días en el sector, de acuerdo a la agencia Bloomberg.
En los países más desarrollados se plantea que el gas contamina menos que el petróleo y de su combustión puede generarse la energía que necesitarán las redes para los autos eléctricos, que en el hemisferio norte van ganando cada vez más terreno frente a los coches tradicionales.
En ese sentido, Fernández consideró en diálogo con BAE Negocios que “el gas es menos contaminante y hay una tendencia a preferirlo en lugar del crudo” por este último motivo.
Además, el miembro del IAPG menciona el hecho de que los avances tecnológicos permitieron reducir el volumen para almacenar el GNL y ganar competitividad a nivel mundial en este producto.
Por otro lado, influyeron los acuerdos internacionales para reducir los gases contaminantes para moderar los efectos del calentamiento global, lo cual se combina con precios bajos de oferta.
“Si los precios son convenientes, la producción se va a dirigir” a ese sector, razonó Fernández, en particular en Estados Unidos, más allá de que su presidente Donald Trump anunció el mes pasado que saldrá del protocolo de París que firmó su predecesor Barack Obama con las principales potencias mundiales, situación que tendería a darle aire a la producción petrolera.
Por otro lado, el desarrollo de las energías renovables también es una buena noticia para el gas, porque funciona como complemento para los “baches” en la producción eléctrica que se registran en los paneles solares o los molinos de viento, funcionando como generación de soporte.
Otro punto en torno al debate de la producción hidrocarburífera es el precio que se remunera al productor. Mientras el ministro de Energía Juan José Aranguren hizo caer paulatinamente el valor del petróleo local al internacional, dando por finalizado el llamado “barril criollo” implementado en el último año del kircherismo (antes las retenciones habían funcionado para evitar el traslado de los precios máximos a la economía local), en el lapso que va desde que asumió como funcionario, en el caso del gas no convencional se fijó un precio estímulo de u$s7,50 el millón de BTU que convergerá a u$s6 en 2021, a razón de 50 centavos de dólar por año.
A diferencia del crudo, que es una commoditie como cualquier otra y por ende tiene un valor de referencia, el gas es más problemático a la hora de otorgarle un precio. Por ejemplo, el que importa la Argentina de Bolivia cuesta u$s11 el millón de BTU y el que viene por barco, u$s10.
“El Gobierno está tratando de ordenar el desequilibrio heredado de los años anteriores, pero justo lo sube cuando se revierte el proceso”, plantea Fernández. “Ahora el precio local está más alto que el internacional”, sostiene, situación que también venía ocurriendo con el petróleo pero que finalmente se decidió dar de baja.
“Los precios bajos es una oportunidad para llevarlos al valor internacional. Esa es la visión que debería tener el Gobierno, pero para fomentar las inversiones tiene que darle atractivo con un precio más alto que compense la incertidumbre de invertir en la Argentina. Está en una cuerda floja entre dos precipicios”, grafica el experto.
Desde ya, la desigual situación entre petróleo y gas está llevando a que los anuncios de inversión se concentren en Neuquén, en tanto Chubut y Santa Cruz, que tienen la desgracia de no contar con Vaca Muerta dentro de su territorio, queden relegadas. “Esto no tiene una incidencia tan importante porque nuestra matriz energética es muy intensiva en gas”, minimiza Fernández.