EMILIO APUD*
Siendo que casi todos los bienes y servicios producidos en el país son sensiblemente más caros que en el exterior , ¿porqué existe la sensación en nuestra sociedad que los combustibles deberían ser la excepción? Para dar una respuesta a esta aparente paradoja, en este reducido espacio me referiré solo a los combustibles líquidos: nafta y gas oil.
La materia prima para elaborarlos es el petróleo y su precio internacional, medido en dólares por barril, desde 2014, observa valores muy inferiores a los que prevalecieron en los diez años precedentes.
En casi todo el mundo, el precio de los combustibles acompaña al del petróleo, por significar este el 80% de sus costos. Por tal motivo, en esas latitudes, los combustibles ahora están baratos y antes, cuando el precio del barril promediaba los US$ 80, eran caros.
Lamentablemente esa lógica no fue de aplicación en nuestro exótico país, debido a la intervención arbitraria y las manías aislacionistas de los gobiernos kirchneristas que establecieron precios “políticos” al petróleo local, dando origen al denominado “barril criollo” so pretexto de “proteger el bolsillo de los argentinos” primero y a la “industria petrolera” después, aunque finalmente perjudicaran a ambos.
Cuando el alza del precio del barril en el mundo, allá por 2007, superaba los US$ 120, en nuestro país, a instancias del iluminado Guillermo Moreno, se establecieron valores discrecionales que en promedio fueron la mitad que los internacionales. Tal actitud generó una importante transferencia de ingresos del sector petrolero a los usuarios de combustibles quienes recibieron estas medidas con algarabía desconociendo la descapitalización que le propinaban al sector que redujo al mínimo sus inversiones ocasionando mermas en productividad, pérdidas de reservas y mayores caídas de producción.
Esta situación duró hasta 2014,cuando se derrumban los precios internacionales y el gobierno anterior decide intervenir nuevamente, pero al revés, inventando ahora un precio para el petróleo local por encima del internacional. Gran parte de la opinión pública interpretó aquella medida como un subsidio a las empresas petroleras, cuando en realidad fue una especulación política para evitar: cierre de yacimientos cuyos costos estuvieran por encima del barril internacional, quebrantos en las provincias productoras que perciben 12% de la producción en concepto de regalías, despidos en masa en el sector laboral y restricciones al sector externo ante la necesidad de mayores importaciones, cuando ya se habían acabado los dólares.
Al asumir el actual Gobierno, hereda este modus operandi y se ve inhibido de cancelarlo abruptamente por las consecuencias sociales y políticas que agravarían la delicada situación en que el kirchnerismo había dejado al país. Se prorroga entonces el barril criollo con valores hasta 2018 para que la industria petrolera y las provincias dispusieran de un plazo para adecuarse al precio de referencia internacional. Esa decisión, que considero acertada, fue anunciada el año pasado y tanto la industria como los gremios y los estados - provincial y nacional - están haciendo los esfuerzos necesarios para aumentar productividad de manera tal que, en caso de continuar los bajos valores internacionales, sea mínima la cantidad de yacimientos que por sus costos deban suspender su actividad.
Podemos entonces resumir diciendo que para producir naftas y gas oil en cualquier refinería el principal insumo es el petróleo. La diferencia es que mientras afuera pagan por el barril US$ 45, en Argentina su precio ahora es 55, luego de alcanzar los 80 hace dos años, obligando en consecuencia a los usuarios transferir al sector la diferencia que en 2015 significó unos US$ 3.500 millones.
Hasta aquí la causa principal que explica porque en nuestro país la nafta y el gas oil suben cuando en el mundo bajan y viceversa. Pero no es la única. Convive con otras tres de peso: los impuestos, que significan el 42% de lo que pagamos en el surtidor y hasta el 48% en varios municipios que imponen una inexplicable tasa, los biocombustibles agregados a naftas y gas oil por ley, más caros que el combustible que sustituyen y, por último, el contexto inflacionario que incide directamente en varios componentes del precio del combustible.
Habitualmente, todo el petróleo procesado en nuestras refinerías es de origen local, es decir se extrae de yacimientos ubicados en el país y no se puede importar salvo mediante el otorgamiento de cupos que autorice el Gobierno.
Pero esta situación de intervencionismo, que afecta a la actividad desde 2003, concluye el año próximo por decisión de la actual administración de retomar lo que establece la ley, es decir, la desregulación y precios de referencia internacionales que son la base para restablecer reglas de juego claras en una industria que clama por inversiones para desarrollar sus inmensos recursos.
*Ingeniero industrial. Ex secretario de Energía y Director de YPF