El ministro de Energía Juan José Aranguren podría festejarles a sus detractores que la importación de gas caro desde Chile ya aplica el efecto deseado. El funcionario, que por la transacción fue acusado de favorecer a Shell donde fue CEO, explicó entonces que el plan era abastecer a las centrales de generación térmica con el fluido y así ahorrar en otros combustibles más caros como gasoil o fueloil.

En las últimas semanas el uso de gas para generación eléctrica creció –en promedio– por encima del 50%. Algo que se anota en la industria como todo un récord.

Sin embargo la fortuna del plan oficial contó con el apoyo de un fortuito combo de situaciones que se transformaron en el viento de cola de la iniciativa. Y si bien se usó más gas para la generación eléctrica, también se destaca una caída en la demanda eléctrica nacional: las centrales térmicas generaron menos en la comparación anual y el consumo general también fue inferior.

A la menor presión sobre el SADI (Sistema Argentino de Interconexión), que se adjudica a una retracción en el sector productivo, también se sumó un inicio invernal templado. Las zonas del país donde mayor cantidad de conexiones domiciliarias de gas hay, como Centro, Litoral y Costa Atlántica, tomaron menos fluido de la red troncal y eso pudo volcarse a la generación térmica.

Justamente las centrales térmicas de esas zonas llegaron a quintuplicar el promedio incremental en el uso de gas como combustible.

A través de Enarsa, el gobierno nacional aseguró (por u$s 1.689 millones) las compras de gas para garantizar la demanda interna. El fluido se importa desde Bolivia y vía barco (GNL) por Esocbar y Bahía blanca. Desde el 1 de junio se inyecta desde Chile el gas contratado por Aranguren a 8,07 dólares el millón de BTU. Los despachos rondan los 3 millones de metros cúbicos diarios.