Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos ya habían roto relaciones con el pequeño y rico país petrolero en 2014. Las relaciones con el terrorismo islámico, la influencia de Al Jazeera y el equilibrio con Irán, entre las principales razones del conflicto
Liderado por Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, un creciente grupo de países árabes cortó el lunes relaciones diplomáticas y cerró las fronteras con Qatar, el rico emirato petrolero ubicado en las costas del golfo Pérsico.
El conflicto sacudió de lleno a la región, normalmente estable y unida dentro del caos de Medio Oriente, pero no es nuevo y tuvo un antecedente en 2014, cuando el mismo grupo de países, excepto Yemen, también eliminó sus vínculos con Doha durante nueve meses, según reportó la BBC; aunque en aquel momento no hubo cierre de fronteras ni suspensión de vuelos.
Tanto en aquel momento como ahora, el principal motivo de disputa ha sido el apoyo financiero de Qatar, un emirato que promueve la versión salafista del sunismo, a diferentes grupos islámicos, especialmente los Hermanos Musulmanes, considerados terroristas por los países del Golfo.
Pero el inmensamente rico país gasífero y petrolero es también un aliado estratégico de Estados Unidos, que junto con Reino Unido mantienen una base aérea en Al Udeid, la mayor en todo el Medio Oriente y vital para sus operaciones en la región.
La reciente visita del presidente estadounidense, Donald Trump, a Arabia Saudita y las fuertes tensiones internas de la coalición árabe en Yemen, liderada por Riad, parecen haber allanado el camino para el aislamiento de Qatar con base en antiguos conflictos.
Qatar se independizó del Reino Unido en 1971 e irrumpió en los escenarios internacionales, a fuerza de petrodólares, en la década de 1990. Desde entonces, la familia gobernante ha sido criticada por financiar y albergar islamistas y terroristas, y el actual emir, Tamim bin Hamad al Thani, no escapó tampoco de estas acusaciones.
Tal es el caso de Khaled Mashal, ex líder de la organización militante Hamas, considerada terrorista por la Unión Europea y los Estados Unidos, quien se encuentra exiliado en Doha; así como también los talibanes de Afganistán, que mantienen una oficina en la ciudad qatarí.
Pero el mayor apoyo ha estado siempre asociado a los Hermanos Musulmanes, el movimiento islamista más viejo de Medio Oriente y que mantiene una fuerte presencia en Egipto, Siria, Libia y Túnez.
En 2010 WikiLeaks filtró una nota diplomática en la que Estados Unidos designaba a Qatar como el "peor de la región" en materia de cooperación para eliminar la financiación de grupos terroristas, una acusación que reflotó en 2016 en un informe del Tesoro estadounidense, según consignó la agencia AFP.
Al mismo tiempo, sin embargo, el país colabora con Washington en la lucha contra Estado Islámico (ISIS) y es sede de una base aérea estadounidense que alberga a más de 10.000 soldados.
Cuando una ola de protestas masivas amenazó con derrocar a los regímenes militares de Medio Oriente en 2011, un fenómeno llamado en ese entonces Primavera árabe, Qatar apoyó los esfuerzos electorales de los Hermanos Musulmanes en diferentes países y especialmente en Egipto, donde el candidato Mohamed Mursi, ligado al movimiento, se convirtió en presidente en 2013.
Este apoyó irritó a sus vecinos, que además de considerar al grupo como terrorista, lo veían como un elemento islamista desestabilizador.
El Ejército egipcio derrocó a Mursi y lo reemplazó por el general Abdel Fatah al Sisi, y desde entonces Egipto, que se unió al bloqueo diplomático del lunes, y Qatar mantienen relaciones extremadamente tensas.
En 1996 Qatar lanzó la cadena Al Jazeera bajo el modelo de la británica BBC y la estadounidense CNN. Con el tiempo, se convirtió en el medio local más influyente de Medio Oriente, con oficinas en 80 países y transmisión en vivo en varios idiomas.
Al Jazeera se colocó, en un principio, como promotora de la Primavera árabe y cubrió las diferentes protestas que se sucedieron en medio de un creciente clima de violencia y censura.
Por esta razón, sus detractores la han criticado por sus posiciones muy cercanas a los movimientos islamistas y por funcionar, como otras cadenas estatales, como un órgano de la diplomacia qatarí.
Egipto arrestó a tres de sus periodistas en 2014 por "falsificar información", según consignó la agencia AFP. Mientras que en 2016 el Gobierno de Irak cerró sus oficinas en Bagdad por considerar que su cobertura era favorable al ISIS y hostil al chiismo, mayoría en ese país.
También Estados Unidos la ha criticado por ser portavoz de extremistas, ya que el fallecido Osama Bin Laden, jefe de Al Qaeda, solía divulgar sus comunicados a través de Al Jazeera.
El lunes el ministro de Cultura de Arabia Saudita anunció que había cerrado la oficina de la cadena qatarí en Riad y que le había quitado su licencia. "Al Jazeera promovió grupos terroristas, como los hutíes en Yemen, y atentó contra la soberanía saudita", dijo el funcionario según Al Arabiya.
El lunes Qatar también fue expulsado de la coalición liderada por Arabia Saudita para la intervención en la guerra civil en Yemen, donde el gobierno de Abd Rabo Mansur Hadi intenta recuperar la capital, Saná, capturada por los rebeldes hutíes.
A pesar de haber contribuido con soldados y aviones de guerra contra los hutíes, tanto Arabia Saudita como el gobierno de Hadi citaron el presunto apoyo clandestino a los rebeldes de parte de Qatar como una de las razones para romper relaciones diplomáticas, según estableció la agencia saudita Al Arabiya.
Las acusaciones se dieron en un momento de tensión dentro de la coalición árabe, ya que en abril el gobierno de Hadi acusó a los Emiratos Árabes Unidos de comportarse como un "ocupador" en lugar de un "liberador".
En su reciente visita a Riad, Donald Trump pidió a los países árabes que aíslen a Irán, adversario regional de Arabia Saudita, al tiempo que firmó un acuerdo militar con el anfitrión.
Esta aparente alineación del mundo árabe y sunita contra Irán pareció friccionar con una relación ambivalente que Qatar, miembro del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), mantiene con con la teocracia chiita, a la que evita criticar con la dureza que suelen emplear Arabia Saudita y los Emiratos.
De hecho, Doha y Teherán mantienen fuertes relaciones económicas en relación con la industria petrolera y gasífera. Ambos países comparten el yacimiento de gas más grande del mundo, el South Pars-North Dome, ubicado en el golfo Pérsico.
Así, los países del Golfo han acusado repetidas veces a Qatar de compartir la agenda política de Irán, a pesar de que sus relaciones diplomáticas empeoraron en 2016, cuando Arabia Saudita cortó sus vínculos con el país persa luego de que manifestantes atacaran su embajada en Teherán.
El lunes, tras el anuncio del bloqueo árabe a Qatar, la agencia estatal iraní Fars anunció que un funcionario del gobierno en Teherán ofreció enviar un cargamento de comida "en 12 horas" a Doha, ya que el cierre de fronteras terrestres comenzó a perjudicar el abastecimiento de alimentos.
Qatar se encuentra en la península del mismo nombre, al noreste de Arabia, y rodeado por el golfo Pérsico. Con un área total de 11.000 kilómetros cuadrados y 2 millones y medio de habitantes, el país tiene el PBI per cápita más alto del mundo, ajustado por el poder de compra: 141.542 dólares, según datos del Banco Mundial.
Cuenta demás con un índice de desarrollo muy alto, del 0,850, y un equilibrado coeficiente de Gini, que mide la distribución del ingreso, del 41,1.
Su moderna capital, Doha, y su aerolínea de bandera, Qatar Airways, son algunos de los símbolos del crecimiento que ha experimentado esta pequeña nación petrolera, que en 2022 organizará el mundial de fútbol de la FIFA.
Aunque sus escasos 11.586 kilómetros cuadrados equivalen a poco más de la mitad del tamaño de El Salvador, el país más pequeño de América Latina, a Qatar no le faltan ambiciones.
Este emirato, una pequeña península ubicada en el golfo Pérsico, ha dado a través de su política exterior múltiples muestras de audacia e independencia, pero también de abiertas contradicciones difíciles de conciliar.
Tiene relaciones cordiales con Irán, pero es aliado de Estados Unidos; respaldó a los rebeldes libios que en 2011 se alzaron contra el gobierno de Muamar Gadafi en Libia; pero ese mismo año también formó parte de la coalición que apoyó la supresión de las protestas prodemocráticas en Bahréin.
Estas señales mixtas han terminado por valerle un grave conflicto diplomático con seis países árabes, que le acusan de crear inestabilidad en la región.
Arabia Saudita, Egipto, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Yemen y Libia acusan a Qatar de respaldar a grupos terroristas, incluyendo al autodenominado Estado Islámico (EI) y Al Qaeda, algo que el pequeño emirato niega rotundamente.
Qatar era uno de los países más pobres del Golfo hasta que en 1939 fueron halladas grandes reservas de hidrocarburos en su territorio.
La época de las vacas gordas aún tardaría en llegar unos años, hasta el final de la II Guerra Mundial, cuando esa riqueza potencial comenzaría a ser explotada.
En la actualidad, Qatar es el cuarto mayor productor de gas natural del mundo y el segundo mayor exportador de este hidrocarburo después de Rusia. Además es el octavo exportador neto de petróleo en el planeta.
Esta circunstancia ha garantizado una situación de prosperidad para sus apenas 2,7 millones de habitantes y ha permitido financiar la modernización del país, con la construcción de infraestructuras pensadas para maravillar al mundo.
En la actualidad, Qatar supera a los dos gigantes latinoamericanos, Brasil y México, en la clasificación que realiza la página Skycraper Center sobre los países del mundo que tienen rascacielos, a partir de la cantidad y altura de los mismos.
Su línea aérea de bandera, Qatar Airways, ganó en 2015 el premio a la mejor del mundo, otorgado cada año por la organización Skytrax.
En 2005, el gobierno estableció el Qatar Investment Authority (QIA), fondo a través del cual ha invertido los ahorros procedentes por la venta de hidrocarburos en numerosos negocios en distintos países. Entre ellos se cuentan el banco británico Barclays, la compañía de automóviles alemana Volkswagen, la multinacional petrolera Total y la cadena de joyerías estadounidense Tiffany & Co, entre muchas otras.
Se estima que el portafolio de inversiones del QIA es ubica en unos US$335.000 millones.
Qatar es una monarquía absolutista en la que no existe ningún poder capaz de hacer contrapeso al emir Tamim bin Hamad al Thani, descendiente de una familia que ha controlado el país desde el siglo XVIII.
El Índice sobre Democracia elaborado en 2016 por la unidad de investigación de la revista The Economist, ubica al país en la categoría correspondiente a regímenes autoritarios.
Las únicas elecciones existentes son municipales.
De acuerdo con la organización no gubernamental Freedom House, que cada año evalúa los niveles de libertad de decenas de países alrededor del mundo, Qatar es un país no libre.
En una escala de 1 a 7, donde 1 es más libre y 7 menos libre, el pequeño emirato obtiene una puntuación de 6 en términos de derechos políticos y de 5 en libertades civiles.
El país no tiene prensa libre. Sin embargo, es propietario de la cadena de televisión internacional Al Jazeera, que le ha dado voz a los disidentes de muchos de los gobiernos autoritarios de la región y fue señalada en su momento como uno de los motores que ayudó a impulsar la llamada Primavera Árabe.
Este es justamente uno de los puntos de fricción entre Qatar y algunos de los países árabes con los que está enfrentado.
Más allá de Al Jazeera, el país ha mantenido una política exterior propia basada en alianzas puntuales que varían de acuerdo con las diversas disputas.
Así, por ejemplo, Qatar es uno de los principales financistas del grupo palestino Hamás, pero mantiene unas relaciones relativamente cordiales con Israel.
Aunque tiene buenas relaciones con Irán, país con el que comparte su mayor depósito de gas natural, financia a los grupos militantes que se enfrentan al gobierno en Siria de Bashar al Asad, uno de los principales socios de Teherán.
Se trata de jugadas complejas y arriesgadas, como fue su participación en 2011 en la coalición internacional, encabezada por Estados Unidos, que prestó apoyo a los rebeldes libios alzados en contra de Gadafi.
Detrás de estas decisiones, los expertos señalan que se encuentra la ambición de lograr un lugar propio en el escenario internacional.
Sería este el mismo motor que llevó a Doha a ser la sede del lanzamiento en 2001 de las negociaciones de la Organización Mundial de Comercio conocidas como la Ronda del Desarrollo, la cual apuntaba a una reforma sustantiva del comercio internacional.
También el impulso que llevó al país a ser en 2012 sede de una de las reuniones ministeriales de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático y para que el país sea la sede de la Copa Mundial de Fútbol en 2022.
Sin embargo, ahora esa ambición de Qatar por lograr un lugar propio en el escenario internacional deberá medirse con su capacidad para soportar las presiones de los países árabes que le quieren ver regresar al redil.