EDUARDO BLASINA*
Por momentos pareciera que este envión que nos dio la década de precios altos de materias primas no nos dejara otro proyecto que el de consumir y consumir mientras se pueda. Gasta el Estado, gasta la gente, disfrutamos del dólar barato y mientras criticamos la sociedad de consumo esperamos el próximo día sin IVA del shopping para pasar horas haciendo cola para pagar.
Y mientras eso pasa, como una bomba de tiempo que todos sabemos será desastrosa, la cantidad de dióxido de carbono aumenta en la atmósfera, la temperatura aumenta, los polos se derriten. Esclavos de optimizar el Brutal Producto en el corto plazo, esclavos los gerentes de optimizar los resultados de sus accionistas en el corto plazo, sigue la tala de selvas y el uso de combustibles fósiles.
Si algo faltaba para que quedara claro: el proyecto de Uruguay es ser un país de vanguardia en tecnologías limpias y competitivas, es ser vanguardia en construir un mundo post petróleo y carbón, es usar su escaso tamaño como plataforma de prueba para aquellas tecnologías que luego se desarrollarán en gran escala. Y en ese proyecto, Trump nos acaba de dar una gran mano.
En efecto, esta semana trajo la confirmación de que el niño que ha accedido a la presidencia de EEUU sigue convencido de que el mundo es su juguete y que si se rompe no habrá problema porque su dinero podrá comprar otro. Cometió el desatino más vergonzoso de su ya prolífico prontuario. No le alcanzó con romper el Nafta y romper acto seguido la relación armoniosa de su país con la Unión Europea.
No le fue suficiente coquetear con el autoritario gobierno de Rusia. Va por destrozarlo todo con tal de favorecer al puñado de empresas que tanto habrán puesto para su campaña electoral. Como en la trama de tantas series de televisión, todo sea por un poco más de ganancias de un grupo de empresas amigas. Su imagen parece la caricatura de los males del capitalismo que tantas veces ha denunciado la izquierda, así como la de Maduro es una caricatura de los males de la izquierda que tantas veces denuncian quienes no se definen como izquierdistas.
La vergonzosa decisión del presidente de EEUU de retirarse de los acuerdos mundiales para frenar el cambio climático acentúan la oportunidad para el gran proyecto que Uruguay tiene ante sí y que ojalá abrace con convicción: construir un país pospetróleo en un rincón austral del mundo. Un país pequeño que sirve de muestra probando en pequeña escala las soluciones que se necesitan a gran escala.
Es un proyecto que abarca transversalmente todo: el urbanismo con la recolección de residuos, el uso de techos verdes, las huertas en los hogares, el transporte colectivo eléctrico, la producción ganadera probando distintas combinaciones forrajeras y métodos de pastoreo, la agricultura donde los planes de uso y manejo de suelos son ejemplo – y son tantas veces atacados por los trumpistas locales–.
Es decir, es un camino que no implica inventar la pólvora o encontrar la piedra filosofal. Simplemente implica acelerar lo que ya se está haciendo o se debería estar haciendo. Y apuntando a bajar costos, porque en materia de energía, es más barato el sol que los jardineros de ANCAP.
¿Por qué se acentúa esta oportunidad luego de la decisión de Mr. Trump? Primero porque por brutal y desatinada esa decisión ha generado una toma de consciencia popular y política sobre la importancia decisiva de avanzar en la sustitución del petróleo.
China, nuestro gran socio comercial, está inaugurando la mayor granja solar marina del mundo y tras catastróficos problemas sanitarios está decidida a ser vanguardia en la sustitución de las energías de origen fósiles. India, el país más poblado del mundo en breve y que está en medio de asombrosos cambios está cancelando los proyectos de minas de carbón. El promisorio nuevo presidente de Francia ha sustituido el chauvinista slogan de Trump de "hagamos grande a América" por el humanista de "hagamos grande al mundo" restaurando las condiciones ambientales apropiadas para la vida de nuestros nietos.
Segundo porque los asesores inteligentes que habían dado un crédito por nuevo al presidente se han ido. La comunidad científica estadounidense que se dedica a los temas de clima y nuevas tecnologías está totalmente desalentada. ¿Por qué no ofrecerles en este país de mente abierta un lugar en el que desarrollar sus ideas? Somos chicos, pero estamos en el continente más promisorio y tenemos vocación exportadora.
Por ahora la estrategia uruguaya tiene ambigüedades que dan malos resultados. La búsqueda de petróleo de Uruguay ha terminado sin petróleo y con un juicio al Estado por las empresas pesqueras, porque parece que a los peces los espanta el martillar del suelo. Todo un símbolo.
Trump ha perdido el apoyo de las empresas más interesantes de EEUU, las que están en el Silicon Valley, en esa California cada vez más tentada de fortalecer su autonomía de Washington.
En el parlamento uruguayo circula un proyecto similar a los que manejan China e India, terminar con la importación de automóviles con motor a combustión en 2030. Festejemos los 100 años de nuestro primer campeonato mundial y tal vez organicemos junto a Argentina un mundial mostrando que somos vanguardia tecnológica.
Pongamos en los criterios para toda actividad productiva de Uruguay sacar carbono de la atmósfera, que eso significa más materia orgánica en los suelos, una lógica ganar/ganar.
Sumémonos al llamado de Macron: Let's make the world great again. El mundo va para allí, y no hacia la decisión del presidente Trump. Sumémonos a la canciller Angela Merkel en su llamado a pensar en nuestra "Madre Tierra". Estrechemos lazos con la comunidad empresarial del Silicon Valley que aprecia a Uruguay mucho más de lo que imaginamos y está totalmente decepcionada con su presidente. Invitemos a Elon Musk, a Tim Cook y a tantos más a que construyan aquí un nodo de resistencia al cambio climático.
Ser vanguardia en un mundo más limpio, en limpiar el aire y el agua, en construir una lógica de paz, diversidad y tolerancia ante este mundo de clima alterado y fanatismos es el proyecto evidente de Uruguay para este siglo. Es la expresión fenotípica del ADN de país natural, agrointeligente, liberal y diverso con el que el mundo ya nos reconoce. El Uruguay pospetróleo es un proyecto capaz de entusiasmar tanto como una selección sub 20 mostrando a Uruguay en el mundo, y tiene como proyecto todo el respaldo científico y la urgencia ética, no es de este partido o del otro. Nos integra al mundo y nos potencia como país. Además de la vaca, a Trump, el sol y el viento le ganan. Y nosotros tenemos que ayudar a demostrarlo.
*Ingeniero agrónomo