Qatar, el mayor proveedor mundial de gas natural licuado (GNL) y uno de los grandes productores de petróleo, ha reconocido que gasta cerca de 500 millones de dólares a la semana en la preparación del Mundial de fútbol de 2022. La factura final por ver el balón correr sobre la arena del desierto rondará los 200.000 millones de dólares, según explicó el ministro de Finanzas del emirato, Ali Shareef Al-Emadi. Pero... ¿Es sostenible este gasto? ¿Podría el Mundial llevarle directo a la quiebra?
El 2 de diciembre de 2010 Qatar salió elegida sobre las candidaturas de Australia, Corea del Sur, Estados Unidos y Japón para organizar el campeonato. Un dato, por aquel entonces el precio del petróleo rondaba los 90 dólares el barril y hoy cotiza casi a la mitad, algo que trata de gestionar Qatar. Otro dato: el Mundial de Brasil en 2014 tuvo un coste de unos 11.000 millones de dólares, mientras que Rusia planea invertir algo menos, unos 10.700 millones, en la organización del campeonato el año que viene.
Pero el país del Golfo Pérsico es precisamente conocido por su gestión agresiva del patrimonio y por su ostentación a la hora de gastar, pero algo parece estar cambiando tal y como recoge el diario británico Financial Times. En los hoteles del emirato ya no se ven hombres de negocios bien trajeados fuertemente aferrados a sus maletines. Botas, cascos y chalecos reflectantes parecen estar de moda.
La disparada economía del país pierde ritmo. El único sector que parece no sufrir por razones obvias es la construcción pero, ¿puede compensar la caída del resto de sectores? Qatar solo parece tener ojos para su Mundial.
"Qatar tiene que recortar el gasto para adaptarse a la caída del precio del petróleo, pero se ha comprometido a entregar la Copa del Mundo a tiempo, por lo que el empuje del gasto ha sido canalizado a ese proyecto", asegura Farouk Soussa, economista jefe para Oriente Medio del Citi.
Existe un problema añadido. La mayoría de sectores productivos del emirato dependen en gran medida del gasto estatal, y se les ha cerrado el grifo. "Teniendo en cuenta la dependencia de todos los sectores no petroleros del gasto del Gobierno, es inevitable que la economía en general se resienta", añade Soussa.
Las consecuencias de esta obcecación empiezan a ser visibles, ya que Qatar registró por primera vez en 15 años un déficit presupuestario de 12.000 millones de dólares. Según las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) en su última misión en enero, el 'agujero' de las cuentas fue del 9,1% del PIB en 2016, y espera que se mantenga en el 8,3% este año y baje al 6,1% en 2018.
Un dato chocante si se tiene en cuenta que en 2014 el superávit del gobierno era del 12,3%, nivel que cayó hasta el 1,2% en 2015 por el desplome global de los precios de las materias primas.
Pero el emirato no piensa levantar el pie del acelerador, entregará toda la infraestructura necesaria para el Mundial a tiempo, y para asegurarse que puede sostener el gasto, el Gobierno ha pedido prestados 17.000 millones de dólares. La deuda del país es comparativamente baja, aunque creciente: subió del 34,9 al 47,8% del PIB en 2016.
"El último gran proyecto se completará entre 12 y 18 meses antes de la Copa Mundial", aseveró Ali Shareef Al-Emadi. "No queremos seguir dando capas de pintura mientras que las personas llegan al país", añadió el ministro.
Al-Emadi indicó que "el 90% de los contratos ya han sido adjudicados, y esto no comprende únicamente estadios, también vamos a construir autopistas, vías férreas, aeropuertos... Las verdaderas infraestructuras, hospitales y todo lo demás". Qatar confía ciegamente en que la construcción soporte al resto de sectore.
El propio Ministerio de Hacienda prevé que el gasto relacionado con la Copa Mundial ayude a impulsar el crecimiento económico del país al 3,4% para este año. Al-Emadi dijo al respecto que es "casi el 70% más que cualquier otro estado del Golfo", aunque quizá se olvidó comentar que el crecimiento medio de la última década supera el 16%, con picos por encima del 26% en 2006 y rozando el 20% en 2010.
Lo cierto es que la realidad en el paraíso parece ser mucho más sombría. Con la llegada de Tamim bin Hamad Al Zani al poder en 2013 Doha comenzó a adoptar un enfoque mucho más conservador para sus extravagantes gastos.
El desplome del petróleo en 2014 aceleró una nueva revisión del gasto público. Ha planeado introducir el IVA y ha reducido los subsidios a la gasolina y subido las tasas a la electricidad o el agua, por ejemplo. Qatar también aplicó fuertes recortes y despidos masivos en los sectores energéticos y gubernamentales. Pero no han sido los únicos que han sufrido, también se han eliminado puestos de trabajo en educación, medios de comunicación y salud, y muchos de los proyectos en curso han sido cancelados o retrasados.
Mientras, se espera que la inflación se mueva en el 3%, nivel similar al del crecimiento económico, y con la posibilidad de que los precios se aceleran más todavía por los efectos de las medidas tomadas para contrarrestar el déficit público.
"Estamos pasando una resaca", lamenta un empleado de banca de inversión. En el distrito de negocios de West Bay, el impacto de la contracción de la demanda corporativa y residencial es muy real. Las finanzas vivieron su apogeo entre el 2004 y el 2014, pero la zona ahora está llena de rascacielos desocupados y a medio construir.
Miles de extranjeros están abandonando la jaula de oro, lo que ha golpeado con contundencia la demanda minorista. Muchas empresas se han retirado o han reducido su tamaño en los últimos años conscientes de que ahora solo hay ojos para el fútbol. "Es prácticamente imposible vender un coche hoy en día" indica un banquero, "hay demasiados en el mercado", añade.
Ali Shareef Al-Emadi es consciente del problema y, aunque no lo reconoce abiertamente, aseguró que Qatar está trabajando para impulsar el sector privado y hacer que la "economía a largo plazo sea más sostenible". "El gobierno ha identificado 8.200 millones de dólares que el Estado puede conceder al sector privado, especialmente en materia de salud, educación, turismo y logística", dijo.
Pero la queja entre los empresarios de Qatar es que todos los grandes contratos relacionados con la Copa del Mundo van a contratistas extranjeros, desplazando a las empresas locales, lo que es un problema para la economía doméstica. "Nada de esto nos está ayudando", sentencia un banquero local.
En cualquier caso, el emirato cuenta con el respaldo de su poderoso fondo soberano, creado en 2005 para diversificar su economía y amortiguar los vaivenes de los precios de las materias primas. 335.000 millones de dólares en activos en un imperio del que, a diferencia de oitros países como Noruega, todavía no ha echado mano para financiar el gasto público. Además, su rating, de momento, es bueno. Moody´s le otorga un Aa2, tercer mejor escalón de solvencia, si bien en perspectiva negativa.