Sonami reinstala necesidad de investigar posibilidad de enviar desechos al fondo del mar.
Las cifras son elocuentes. A 2035, la producción de cobre alcanzará entre 130 y 150 millones de toneladas, de las cuales el 85% provendrá del procesamiento de sulfuros de cobre vía concentración de minerales lo que significará duplicar la actual tasa de generación de relaves, de 600 millones ton/año a 1.200 millones de ton/año según estimaciones de Fundación Chile (FCh) a 2015.
Una realidad que avanza rápido, pues si hoy en 36 horas se depositan relaves equivalentes al Cerro Santa Lucía, en 20 años será sólo en 21 horas, proyecta la entidad. Lo preocupante, remarca, es que el 50% de la producción actual de relaves presenta algún tipo de conflicto social, situación que puede verse agravada por el aumento de producción proyectado y la consecuente necesidad de ampliar los depósitos y de construir otros nuevos, así como el traslado de la minería a la zona central del país (IV a VI regiones).
De cara al futuro, a las comunidades y al medio ambiente, es clave avanzar en el manejo de estos desechos, de manera de asegurar la continuidad de los depósitos y por consiguiente, la viabilidad de la industria minera. Hay que considerar que “hoy no se puede hacer minería sin relaves, cuando se trata de minería de sulfuro como sucede en Chile”, afirma Ángela Oblasser, subgerente de Sustentabilidad de FCh.
Precisa que en el país hay cerca de 700 depósitos para estos residuos, de los cuales unos 120 están activos, es decir, en uso, cuyos sistemas de monitoreo, si aplica, son normados por el Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin).
“La mayoría de la mediana y gran minería monitorea sus depósitos, pero cómo lo hacen, es individual. Sernageomin tiene ciertas exigencias, pero de ahí se puede hacer mucho más”, precisa Oblasser.
Desde enero pasado, la Fundación Chile coordina la Plataforma de Innovación Abierta de Monitoreo en Línea de Depósitos de Relaves, una red colaborativa público-privada que integra a la comunidad, para impulsar soluciones tecnológicas de seguimiento de relaves de manera de hacerlos más seguros.
“La iniciativa es distinta, ya que, dado que no podemos evitar los tranques de relaves y dado que son instalaciones que preocupan a las comunidades, el reto es cómo podemos generar más confianza en su estabilidad”, explica Oblasser.
El programa -que se extiende por cinco años- busca probar un nuevo sistema de monitoreo de relaves, para lo cual realizarán un proyecto piloto en un tranque en 2019.
Previamente, avanzarán en ocho sub proyectos, entre ellos, la estabilidad física de los depósitos. Y este año, concretamente, esperan realizar un conjunto de acciones en el marco de estos subproyectos, que contemplan un catastro de instrumentación para el monitoreo de los depósitos en faenas mineras; definir parámetros críticos para evaluar la estabilidad química y física de los depósitos; fijar una hoja de ruta para el cierre de las brechas tecnológicas; y realizar una licitación de las soluciones tecnológicas priorizadas.
El piloto que se realizará en 2019, busca probar el sistema de monitoreo por completo, desde sensores, transmisión de data y la plataforma que recibe y visualiza la información.
Si bien los relaves seguirán existiendo, una forma de limitarlos es que sean menos líquidos o destinarlos a un rajo, como ocurre en otros países, comenta Oblasser.
“Las únicas opciones para reducir los desechos es restando el contenido del agua o depositarlo en el mismo rajo donde extraen el mineral, pero no siempre es factible en Chile, porque mientras se tenga un solo rajo y se esté explotando, no se puede rellenar con relave”, indica la experta.
Al respecto, Carlos Gajardo, gerente de Medio Ambiente de la Sociedad Nacional de Minería (Sonami), señala que antes los relaves eran muy líquidos, pero los avances tecnológicos han permitido hacerlos semi espesos o espesos. Explica además, que en los últimos diez años ha habido una baja importante en la relación entre metros cúbicos de agua por tonelada de cobre procesado.
Respecto del manejo de desechos, Gajardo destaca el caso de Noruega, que desde hace diez años deposita relaves de cobre en el fondo del mar, debidamente tratados, sin generar problemas. Una opción, afirma, que en su momento se conversó en Chile, en el ambiente minero y a nivel de la Gobernación Marítima Internacional (Naciones Unidas), con miras a realizar algún tipo de estudio.
“Si en Noruega se hizo, por qué no vemos la opción de hacerlo en Chile cuyo mar es mucho más profundo, pero no sabemos si el fondo es estable o no, o si hay corrientes submarinas y qué puede pasar al hacerlo a gran escala”, apunta.
Añade que esto requiere de la autorización marítima y de la aprobación de estudios de impacto ambiental. “Sin embargo, el país no se ha permitido, al menos, investigar el posible impacto”, afirma.