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Informe: Fin del carbón y la lección de Alemania
29/05/2017

Alemania, transición energética y carbón: lecciones para el macrismo y la paralización de Río Turbio

ENERNEWS/MINING PRESS/OETEC

BELÉN ENNIS*

La política de energías renovables de Alemania, más conocida como Energiewende (transición o revolución energética), es la punta de lanza de los grupos ecologistas de todo el mundo en su defensa de la masiva y acelerada incorporación de tecnología eólica y solar en reemplazo de la utilización de combustibles fósiles.

Pero la realidad marca que Alemania deberá seguir apostando al carbón si quiere contar con una energía confiable, barata y abundante frente a la intermitencia y el encarecimiento que le proponen las renovables. Es por esto que la empresa RWE, una de las cuatro compañías energéticas más grandes de Alemania, junto con E.ON, EnBW y Vattenfall, abrió el año pasado una nueva mina de carbón que alimentará a cuatro centrales eléctricas linderas.

La mina en cuestión se llama Garzweiler-II, y de ella planea extraerse lignito -un tipo de carbón mineral y el más contaminante de ellos- hasta el año 2045, aunque tal decisión implique dar marcha atrás con los objetivos de reducción de gases de efecto invernadero (GEI) propuestos por Alemania al 2025 y al 2050 en la COP22. Cuando la competitividad, el desarrollo de la industria y el bienestar energético de la población se encuentran amenazados, poco importan las emisiones de CO2 para una de las economías más importantes del mundo.

Alemania está comenzando a entender que el sostenimiento de su aparato productivo e industrial vale más que la aventura "verde". ¿Aprenderá el macrismo de las lecciones del Energiewende? Si no queremos volver a la época de las cavernas, la energía no puede continuar siendo una variable de ajuste y exclusión sino una poderosa herramienta de desarrollo económico y justicia social

La "Revolución Energética" en Alemania

La política de energías renovables de Alemania, más conocida como Energiewende (transición o revolución energética), es uno de los casos más citados en los foros y la literatura ambientalista en materia de política pública contra el cambio climático y el calentamiento global.


Sin embargo, las metas de descarbonización (reducir las emisiones de CO2) anheladas por los militantes y funcionarios de la "revolución energética", encabezada por el gobierno de Angela Merkel, no se corresponden con los datos de la realidad. A pesar de haber prometido una y mil veces que las energías renovables sustituirían a las centrales eléctricas convencionales y reducirían las emisiones de CO2, Alemania sigue apostando al carbón con el objetivo de garantizarse una energía confiable, barata y abundante frente a la intermitencia del suministro y el encarecimiento de la tarifa que vienen de la mano de las renovables eólica y solar.



Las energías eólica y solar conviven todavía en Alemania con la de los combustibles fósiles. Imagen: un parque eólico al lado de una de las plantas eléctricas abastecidas por lignito en el estado occidental de Renania del Norte-Westfalia.

La histeria antinuclear y la reaparición del carbón

El uso del carbón para producir energía cobró un nuevo ímpetu en Alemania después del accidente nuclear en Fukushima, tras el tsunami y el terremoto de 2011. Aunque las 16.000 muertes se debieron al fenómeno marítimo y no al evento sucedido en la central, la histeria antinuclear se desató en todo el mundo y fue suficiente para que la clase media "verde" alemana entre en pánico.




Barcos hidrantes apagando el incendio en la planta nuclear de Fukushima, Japón (2011 provocado por un terremoto y posterior tsunami. El accidente nuclear no registró víctimas fatales. El cierre de centrales nucleares disparó la emisión de CO2.

A partir de este episodio, la canciller Angela Merkel anunció que su país dejaría de recurrir a la energía nuclear para 2022. Al mismo tiempo, Alemania se unió a la acelerada carrera por la incorporación de energías renovables eólica y solar a su matriz energética, a tal punto de volverse una líder mundial en la materia.

Uno de los efectos secundarios y paradójicos de tales medidas fue la popularización del carbón: en 2013, el 45% de la producción eléctrica alemana se generó quemando este combustible, alcanzado el nivel más alto desde 2007, y las emisiones de CO2, que se habían reducido un 27% entre 1990 y 2011, volvieron a aumentar. Contra todo pronóstico "verde", el famoso programa de renovables alemán no está produciendo los resultados previstos en términos de descarbonización.



Fuente: Umweltbundesamt (UBA) Agencia Federal de Medioambiente de Alemania, datos a 2012. Como se observa en el gráfico, la reducción en las emisiones de CO2 se mantuvo prácticamente invariable desde 2009, incluso se registraron aumentos en 2010, 2011 y 2012. La decisión de cancelar las centrales nucleares al año 2022 explica gran parte del reverdecer del carbón, el cual libera mayores niveles de CO2 a la atmósfera.

Intermitencia, prohibición energética y subsidios regresivos

Sumado a lo anterior, la inmensa transferencia de subsidios desde el pueblo hacia las compañías dueñas de la tecnología eólica y solar no cesa; igual para el costo de la electricidad residencial e industrial. Según informa el portal europeo Voxeurop, el gobierno alemán "prometió a los productores locales de energía solar y eólica precios fijos y acceso prioritario a la red eléctrica.

De este modo, la inversión prácticamente no presentaba riesgos... Pero las subvenciones se financiaban con el dinero de los contribuyentes y de las pymes. Ambos vieron cómo sus facturas energéticas se dispararon… El Instituto Nacional de Economía Alemana, un grupo de expertos financiado por empresas, estima que la política energética cuesta 28.200 millones de euros al año [20.300 millones de libras]. Esto significa que una familia media alemana paga 270 euros extra al año".



Fuente: BDEW (Asociación Alemana de Energía y Agua). La columna gris es el impuesto EEG, que se introdujo en 2000 para promover las energías renovables. Desde entonces ha aumentado constantemente. 23.000 millones de euros pagaron los clientes de electricidad alemanes el 2014. Y todo ello sin que la cuota de energías renovables en los últimos años aumente (desde 2010) o las emisiones de gases de efecto invernadero se hayan reducido (desde 2009). La Argentina camina en igual sentido, de hecho, el Plan RenovAr significaron 5.000 millones de dólares en endeudamiento y subsidios.

Además, cuando el viento deja de soplar o el sol deja de brillar (una noche sin viento se combinan ambos fenómenos climatológicos), el suministro eléctrico necesario para alimentar la red eléctrica escasea. Dado que las energías solar y eólica no pueden ser almacenadas y deben distribuirse a través de la red cuando se produce, la red de distribución eléctrica se sobrecarga y las distribuidoras deben pagarles a los consumidores para que usen la electricidad.

Pero, aunque a veces haya un exceso de energía, los niveles de consumo no pueden cubrirla porque disminuyen a causa de los altos precios de las tarifas, las cuales se posicionan como las más caras de toda Europa seguidas por España. Lo prohibitivo que comenzó a ser el servicio básico de electricidad en Alemania hizo que año tras año los cortes de suministro eléctrico llegaran a más de 300.000 hogares alemanes por impago de facturas (datos a 2014).



Fuente: El Periódico de la Energía (2015). Medido en poder de compra, un hogar español paga 26 euros por 100 kWh, solo por detrás de los 28,5 euros del alemán y por encima de los 20,8 euros de la media de la UE y de los 22,1 euros de la zona euro.


La industria necesita energía barata

Ante el escenario que presentan las renovables, la empresa RWE -una de las cuatro compañías energéticas más grandes de Alemania junto con E.ON, EnBW y Vattenfall- inauguró el año pasado una nueva mina de carbón que alimentará a las centrales eléctricas cercanas de Frimmersdorf, Neurath, Niederaussen y Weisweiller.



La mina a cielo abierto Garzweiller II en 2008, Alemania.

La mina se llama Garzweiler-II y de ella planea extraerse lignito -un tipo de carbón mineral también llamado "carbón pardo"- hasta el año 2045, lo cual pone al gobierno germano en el serio riesgo de no poder cumplir con sus metas de reducción de carbono fijadas en un 40% para 2020 y en 85/90% para 2050. Pero Alemania parece no estar todavía dispuesta a sacrificar el desarrollo de su aparato productivo e industrial y su posicionamiento geopolítico global en nombre de la reducción de CO2 y del Calentamiento Global (recordemos que Trump planea seguir emitiendo gases de efecto invernadero). De la crucial decisión de Alemania, fuertemente influenciada por el lobby medioambiental, dependerá la viabilidad o no del proyecto "verde" en toda la Unión Europea.

Sobre estas importantes cuestiones profundiza un interesantísimo artículo publicado el pasado 29 de noviembre por el portal energético E&E (ver bibliografía) que a continuación traduciremos.

"El carbón domina en Alemania, incluso cuando florecen
las energías renovables"


Garzweiler, Alemania. El pozo parece una llaga abierta en la tierra y cada día está más grande. Dentro de la mina abierta de lignito de 48 kilómetros cuadrados en el corazón industrial de Alemania, aproximadamente la mitad del tamaño de Manhattan, algunas de las excavadoras más grandes del mundo comen las paredes de la mina como grandes hojas de sierra. Autos y camiones parecen de juguetes al lado de estos saurópodos mecánicos que cosechan montañas de carbón barato y abundante. Con más de 200 metros de profundidad, atravesada por 92 kilómetros de cintas transportadoras, la mina representa el 40% de la producción de lignito de Renania del Norte-Westfalia, el Estado federal más grande de Alemania. Pero en los bordes del pozo pueden verse las turbinas eólicas elevarse en el horizonte, poniendo cara a cara dos fuerzas opuestas de la transición energética alemana.



Excavadoras y turbinas eólicas cara a cara en la mina de lignito a cielo abierto de Garzweiler, en Alemania. Imagen censurada por el fundamentalismo ambiental.

"La gente aquí tiende a pensar que toda la energía proviene de renovables", dice Jürgen Döschner, corresponsal de política energética de la emisora pública alemana WDR, hablando desde un puesto de observación con vistas a la mina. Aunque agrega, "todavía no es así".

Cierto es que Alemania cuenta con algunos de los objetivos mundiales más ambiciosos en materia de cambio climático, sin embargo las preocupaciones políticas y técnicas hacen que este país continúe utilizando el carbón durante décadas, lo cual pone a Alemania en la controversial posición de ser un líder mundial de las formas más limpias, y al mismo tiempo, más sucias de generar energía.

El país germano obtiene cerca de un tercio de su electricidad de las energías renovables, 51% de los combustibles fósiles y 14% del sector nuclear, cada vez más reducido. El país pretende reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) entre un 80 y un 95% por debajo de los niveles de 1990 para 2050 -con un objetivo intermedio del 40% para 2020- principalmente a través de fuentes renovables (eólica y solar).

No obstante, las reglas de mercado son tales que los propietarios de viviendas pagan unas de las tarifas eléctricas más caras de toda Europa, mientras que una lista creciente de empresas alemanas, exentas del sobreprecio de las renovables, abonan los precios más bajos de electricidad en el continente. Por su parte, la industria demanda energía barata y los mineros del carbón siguen siendo una importante parte del electorado político.

En consecuencia, con el dinero y los votos en juego antes de las elecciones federales del próximo año, los legisladores alemanes están reacios a agitar las aguas. Apenas aprobaron el Plan de Protección del Clima para que la ministra de Medio Ambiente de Alemania, Barbara Hendricks, no llegue con las manos vacías a la Conferencia de Cambio Climático de la ONU en Marrakech, Marruecos, a principios de noviembre. El plan en cuestión cuenta con 97 distintas propuestas y pide la neutralidad del carbono para el 2050, pero no exhorta explícitamente a poner fin al uso de combustibles fósiles. Por ende, sin una ruta de salida definitiva, el uso del carbón continuará en Alemania.

"Desafortunadamente, y en términos políticos, manejamos usando el freno", apunta Heinz Josef Bontrup, profesor de economía de la Westphalian University of Applied Sciences. Y añade, "no hemos tenido tanta experiencia con eliminar el lignito".



El combustible "sucio" persiste obstinadamente


Como se observa en el gráfico debajo, las emisiones de gases de efecto invernadero en Alemania han bajado desde 1990, pero la tasa de disminución se retrasó. Por ende, para que el país pueda cumplir con sus metas de reducción de carbono de cara a 2020 y 2050, dicha tasa deberá acelerarse.



Fuente: Instituto Wuppertal.

Contrariamente a ello, la empresa RWE AG, compañía que opera la mina de Garzweiler, espera extraer 1.300 millones de toneladas de lignito para 2045, mientras el pozo se expande y traga los pueblos linderos. El lignito de Garzweiler, también llamado "carbón pardo", alimenta cuatro centrales eléctricas a carbón de los alrededores, algunas de las más contaminantes de Europa. Debido a su alto contenido de humedad, este mineral requiere un secado adicional antes de que pueda quemarse en un horno, cortando su valor energético neto. Mientras el lignito produce cerca de 8 kilogramos de dióxido de carbono por kilovatio-hora de electricidad, el gas natural produce la mitad de eso.

Alemania se posiciona como el segundo mayor productor mundial de lignito detrás de China y dicho carbón es el mayor combustible eléctrico que utiliza. "Sin lignito, Alemania se apaga", manifestó Döschner, corresponsal de política energética de la emisora pública alemana WDR. La obstinada persistencia de lignito en la mezcla de energía de Alemania es un reto para el Energiewende, el programa más importante que tiene el país para impulsar la transición de la energía fósil y nuclear hacia las renovables. En este sentido, el Energiewende oficia como un verdadero test de Rorschach para la política pública de todo el mundo en materia de energía. Algunos afirman que la masiva integración de renovables intermitentes en Alemania fue un éxito. Otros la consideran un fracaso porque, si bien los gases de efecto invernadero se redujeron, no se alcanzarán los objetivos de reducción prefijados para 2020, y además, los precios de la electricidad al por menor se incrementaron.

No ha sido fácil para la economía más grande de Europa. El gobierno de la canciller Angela Merkel descartó la opción nuclear en 2011 con el objetivo de eliminar gradualmente todos los reactores para 2022. La energía renovable, el almacenamiento de energía y la eficiencia energética tendrían que compensar la diferencia. Pero "la cuestión está en ver si podemos acelerar la transición", opina Daniel Klingenfeld, jefe del directorio del Instituto de Investigación del Impacto Climático de Potsdam.

¿Cómo le responderá Merkel a Trump en la cuestión climática?


La incorporación masiva de energías renovables en Alemania está decayendo. El país germano pasó de una generosa "tarifa de alimentación" (feed-in tariff), un incentivo económico para propietarios y empresas de servicios públicos a través de una tarifa preferencial por la energía renovable que ellos alimentaron a la red, a un modelo de subasta que fijará un tope a los incentivos para los nuevos generadores de energía renovable, que cada vez se construyen menos.

Al mismo tiempo, es poco probable que el gas natural destrone al rey carbón, ya que los precios de este último son más baratos que los del gas natura. "En cierto sentido, los legisladores están pisando el freno. Y eso también es lo que está frenando la desaparición del carbón", afirma Klingenfeld.

A pesar de ello, son muchos los países que siguen los pasos Alemania. Más de 60 naciones tienen algún tipo de tarifa de alimentación (feed-in tariff) para las energías renovables, pero algunas, como España, han comenzado a retroceder porque se volvieron demasiado caras. Por su parte, entre el público alemán el apoyo al Energiewende es alto. Una encuesta de mayo de la firma Forschungsgruppe Wahlen relevó que el 93% de los alemanes considera a dicho programa como "importante" o "muy importante". Sin embargo, el 55% de los encuestados opinó que la transición a las energías renovables es demasiado lenta.

La pregunta es, entonces, a dónde guiarán los votantes alemanes a su país. Después de la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, que ha tomado una posición débil respecto a abordar el cambio climático, Merkel deberá defender su estrategia climática frente a los electores en su campaña por la reelección en un contexto en el que Alemania continúa utilizando incómodamente el lignito al tiempo que asume un rol de liderazgo en la lucha contra el cambio climático debatiéndose por cerrar la brecha entre las ambiciones y los resultados bajo la mirada atenta de todo el mundo.

Conclusión


Por sus consecuencias negativas (imposibilidad de disminuir los gases de efecto invernadero; sistemas eléctricos más inestables; encarecimiento de las tarifas; y multimillonarios e incesantes subsidios estatales), la sumatoria acrecentada de tecnologías eólica y solar se desacelera en prácticamente todas las naciones industrializadas del globo mientras se exporta hacia países con serios problemas de empobrecimiento, tales los casos del continente africano, o en vías de desarrollo, como sucede en buena parte de América Latina.

El caso de nuestro país es un fiel testigo de lo anterior: mientras que en la meca de las renovables eólica y solar (Alemania) se abren nuevas centrales a carbón, en la Argentina en nombre del calentamiento global y la reducción de gases de efecto invernadero la administración macrista cede ante las presiones del lobby "verde" respecto a la cancelación del proyecto de central térmica Río Turbio -única y solitaria central a carbón del país-, decisión que no será festejada por las ballenas y los osos polares (por cierto, en pleno aumento) sino por los países exportadores de tecnología eólica y solar, como China y España, a través de las crecientes adjudicaciones extranjerizantes del Plan Renovar (ver bibliografía).

Las nefastas consecuencias de una política energética en manos del fundamentalismo ambiental redundarán en el encarecimiento de las tarifas, la desindustrialización económica y la edificación de un sistema eléctrico más inestable, inseguro e ineficiente.

Así lo demuestran los ejemplos internacionales. El reconocimiento de las lecciones que el mundo nos trae (tales los casos de Alemania, Australia o Canadá, analizados oportunamente por OETEC) deberían contribuir a la toma de consciencia, el resguardo de la seguridad energética nacional, el bienestar de la ciudadanía y el desenvolvimiento productivo e industrial del país para los próximos años. El dilema es de hierro: energía como variable de ajuste y exclusión o energía como herramienta de desarrollo económico y justicia social.

*Prof. en Sociología por la Universidad Nacional de La Plata. Vicepresidenta del Observatorio de la Energía, Tecnología e Infraestructura para el Desarrollo (OETEC). 


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