La reducción de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero es fundamental para manejar los riesgos del cambio climático en todos los rincones del mundo. Sin embargo, incluso si podemos limitar el calentamiento global a 2 °C, el clima seguirá cambiando, afectando tanto a las empresas como a las comunidades de América Latina.
A menudo, la meta de 2 °C para el calentamiento global no se comprende correctamente. Hay una tendencia a pensar que es un límite científico que delimita perfectamente los niveles "seguros" y "peligrosos" del cambio climático. Pero no es así.
En cambio, es una línea trazada por los políticos en 2010 en un intento pragmático de lograr un equilibrio que evite los cambios climáticos más graves asociados con mayores niveles de calentamiento, mientras se reconoce que mantener el calentamiento global en menos de 2 °C sería políticamente casi imposible.
Pero, no nos confundamos, el calentamiento global de 2 °C seguirá afectando seriamente a las empresas y comunidades. Algunos científicos, en especial James Hansen de la NASA, advierten que incluso 2 °C de calentamiento sería desastroso, creando "repercusiones" que encierren niveles mucho más altos de calentamiento.
Varios de los países más vulnerables del mundo destacaron este punto en la conferencia de la ONU sobre el cambio climático celebrada en París en diciembre de 2015. Como resultado, el Acuerdo de París incluyó la meta mucho más ambiciosa de limitar el calentamiento a "muy por debajo de 2 °C", con un objetivo de 1,5 °C.
¿Cómo se comparan los impactos de 1,5 ºC con el 2 ºC de calentamiento?
El problema es que el mundo ya se ha calentado 1,1 °C por sobre los niveles previos a la industrialización. Y, un Análisis Medioambiental de la ONU muestra que, incluso si todos los países cumplen con el compromiso que han asumido de reducir las emisiones como parte del Acuerdo de París, el mundo seguirá calentándose en algún lugar entre 3 °C y 3, 2 °C.
La buena noticia es que hay grandes oportunidades para inversiones con bajo consumo de carbono que crean resiliencia y reducen las emisiones. La Corporación Financiera Internacional estima que este mercado en América Latina tendrá un valor de más de 600 000 millones de dólares durante los próximos 14 años.
Lo que demuestra que el cambio a una economía limpia está alineado con la creación de una economía segura y brillante que permitirá a los gobiernos aumentar su ambición y establecer objetivos climáticos futuros que se acerquen al objetivo de 2 °C o menos.
Si bien necesitamos acelerar rápidamente los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, también debemos pensar seriamente en mejorar nuestra resiliencia climática. Son dos caras de la misma moneda.
Independientemente de las alianzas políticas, u opiniones sobre qué causa el cambio climático, la mayoría de las personas acuerda en que está sucediendo. Prepararse para su impacto en las comunidades y las empresas debe ser una parte central del plan económico de todos los países.
La resiliencia climática es sumamente difícil de medir de manera consistente. Un método, usado por la Universidad de Notre Dame, mide la vulnerabilidad de los países al cambio climático y sus niveles de preparación. Utiliza 45 indicadores diferentes para medir la vulnerabilidad en categorías tales como sistemas alimentarios, disponibilidad de agua, infraestructura y salud, además de su economía, gobernabilidad y preparación social. En conjunto, dan una indicación de la resiliencia climática general de los países.
Así se comparan los países de América Latina:
Todos los legisladores y los líderes empresariales tienen la responsabilidad de tomar con seriedad la resiliencia climática, y sus votantes y accionistas deben obligarlos a cumplir con esta responsabilidad.
La primera prioridad es aumentar la comprensión de la variedad de cambios que se esperan en un país o región, y hacer una referencia cruzada con sus industrias, asentamientos humanos e infraestructuras. En muchos países, el cambio climático es un "desconocido conocido", es decir, los tomadores de decisiones saben que está sucediendo, pero no saben con exactitud la rapidez o la gravedad de los cambios. Es por esto que los científicos especialistas en clima hablan de "caminos", "escenarios", "rangos" y "probabilidades". Las variables son complejas e influenciadas por factores locales y regionales. Esto hace que la investigación local sea fundamental.
Si bien las prioridades específicas para mejorar la resiliencia climática serán diferentes en cada país, hay tres tipos de acciones que ningún país puede obviar para mejorarla.
Gran parte de la infraestructura en el mundo se construye con métodos que tienen varias décadas de antigüedad. Esto necesita una actualización.
Considere la cantidad de infraestructura que se prevé construir en América Latina en los próximos cuatro años. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas recomendó que la región invierta el 6,2 % de su PIB en infraestructura, alrededor de 320 mil millones de dólares, por año hasta 2020. Si no está diseñado y construido para resistir el cambio climático, es muy probable que deba volver a construirse, desviando fondos de otras prioridades de desarrollo como la salud y la educación.
En los casos en que el costo inicial adicional sea demasiado alto para construir la infraestructura con mejores estándares desde un principio, la resiliencia climática todavía puede incorporarse en las especificaciones de diseño. Un diseño inteligente podría permitir métodos modulares o de construcción escalonada que mantenga bajos los costos iniciales, pero que permita que se apuntale o agrande a medida que las condiciones cambian a lo largo de la vida útil de la infraestructura.
En 2016, la agencia calificadora de riesgos Moody's emitió una guía sobre cómo el cambio climático podría afectar la capacidad de los estados de pagar sus deudas, diciendo que "mientras que todos los países experimentarán en cierto grado los efectos físicos del cambio climático, los más grandes, con economías y geografías más diversas serán menos vulnerables".
La diversificación debe ser una prioridad para los países cuyos ingresos provienen de un sector fuertemente expuesto al cambio climático (por ejemplo, la agricultura), o que dependen de una sola infraestructura principal de transporte (por ejemplo, puertos/líneas ferroviarias) o que tienen grandes poblaciones en lugares expuestos al clima.
En algunos casos, la solución es duplicar la construcción, por ejemplo, cadenas de suministro alternativas, capacidad secundaria y planes de respaldo en caso de que se interrumpa la energía, el agua o la infraestructura de transporte. Puesto que muchas empresas también están tratando de manejar las vulnerabilidades en sus cadenas de suministro mundiales, puede haber oportunidades para que inviertan en conjunto con los gobiernos para mejorar la resiliencia climática en lugares críticos.
Financiar los costos iniciales adicionales de una infraestructura más resiliente es un reto, pero nuevos modelos de financiación "mixta" podrían ayudar. Por ejemplo, los bancos multilaterales de desarrollo (BMD) están explorando el intercambio de préstamos para poder aumentar las inversiones en su región en particular sin aumentar el perfil de riesgo general de su cartera de préstamos. Con el marco adecuado, las aseguradoras también pueden ser capaces de ofrecer reducciones de primas para la infraestructura con resiliencia climática. Los ahorros podrían utilizarse para pagar los préstamos de un BMD que financiara los costos iniciales adicionales.
Los cambios climáticos podrían repercutir en los planes de desarrollo sostenible y en la calidad de vida de las personas de diversas formas, desde la seguridad alimentaria y energética, el saneamiento y la salud, hasta las condiciones y disponibilidad de empleo, la movilidad y los valores de las propiedades. Mejorar la resiliencia puede ayudar a reducir estos impactos.