FLORENCIA DONOVAN
El presidente de Panamerican Silver, una firma con tres explotaciones de plata en el país, dice que hubo muchas dificultades y que valora los cambios regulatorios
Ross Beaty, fundador y presidente de Pan American Silver, dice que se enamoró de la Argentina cuando, a los 21 años y tras hacer cumbre en el Aconcagua, pasó dos meses recorriendo la Patagonia a dedo. El empresario canadiense compró a mediados de enero último su tercera mina en el país: invirtió US$ 25 millones para hacerse del proyecto Joaquín, en Santa Cruz. La inversión se suma a las de Manantial Espejo, otra mina de plata que explota en esa provincia, y al proyecto Navidad, en Chubut, que es el de mayor potencial, pero el que aún no logró comenzar a explotar.
Beaty, elegido en diciembre por Mining Journal como una de las 20 personas "más influyentes" junto con el presidente argentino Mauricio Macri, habló con LA NACION en Davos, Suiza, en el Foro Económico Mundial.
-¿Cómo ve a la Argentina?
-Celebro todos los cambios que el Gobierno lleva adelante. En nombre de nuestros 500 empleados en la Argentina, les agradezco por hacer los cambios regulatorios que permitieron extender la vida de la mina.
-¿Se refiere a la quita de retenciones?
-Sí. También el haber estabilizado el tipo de cambio y habilitado la importación de bienes que no podemos encontrar en la Argentina y que necesitamos para mantener la mina.
-Muchos critican la decisión de Macri de haber quitado las retenciones. ¿Qué les diría?
-Las retenciones son el peor impuesto, porque no tiene relación con que uno tenga ganancias o no. Por ende, a una mina como Manantial Espejo, que es marginal, un costo así la hace cerrar. Si fuera un impuesto sobre las ganancias, esto significa que uno igual sigue en producción. Esta mina genera unos 150 o 200 millones de dólares al año. Eso se gasta casi por completo en salarios, impuestos e insumos. Y todo queda en la Argentina.
-¿Por qué cree que la industria minera nunca se terminó de desarrollar en el país?
-Fue culpa de la política del gobierno anterior. El clima de inversiones fue terrible. Nadie invirtió. En lugar de ir a la Argentina fueron a Chile, Perú, México y Bolivia.
-Así y todo, usted invirtió en la Argentina durante la administración anterior.
-Mi historia con la Argentina se remonta a 1973, cuando escalé el Aconcagua. Luego, en 2000 estaba buscando proyectos de plata para invertir. En Santa Cruz se descubrió un proyecto, Manantial Espejo, que me gustó. Al poco tiempo vino la crisis de 2001 y entramos, porque a partir de la devaluación pudimos comprarlo. Eso fue antes de que Néstor Kirchner fuera presidente. Igual, los primeros años de Néstor Kirchner fueron grandiosos, el país no tenía casi deuda, y el gobierno nacional y el de Santa Cruz apoyaban la industria. Se fomentó mucho la inversión en esos años.
-Se pensaba que los Kirchner iban a ser pro minería y no fue así...
-Lo fueron, pero sus políticas no lo eran. Sus políticas fueron empeorando hasta que en los años de Cristina Kirchner se volvieron completamente hostiles para las inversiones extranjeras, y sobre todo, en la minería.
-¿Pensó en vender e irse del país?
-Muchas veces. Pero teníamos una mina y producía; queríamos que durara todo lo posible. No es una mina rica, como pueden ser Cerro Negro o Cerro Vanguardia; Manantial Espejo es una mina media. En esas operaciones es donde las políticas se vuelven más importantes. La misma mina en México opera a un 60% del costo.
-¿Ahora también?
-No, está muy parejo el costo.
-En el escenario anterior, igual invirtieron en el proyecto de Navidad, en Chubut, en 2009.
-Eso fue antes de que muriera Néstor Kirchner. Todavía la cosa andaba más o menos bien. Cuando Cristina asumió, todas las políticas empeoraron. Las cosas se volvieron muy difíciles. Además había alta inflación, pero el gobierno no decía la verdad...
-¿Qué pasa ahora? ¿En tema de costos la Argentina sigue cara?
-La quita de retenciones fue un gran cambio. Todavía la presión laboral es alta, pero es más razonable.
-¿Por qué tardan en llegar las inversiones?
-Muchas compañías se quemaron en los años de Cristina Kirchner, y es difícil hacer que vuelvan a confiar. Además los precios de los metales están más bajos.
-¿Qué pasa con Navidad?
-Es muy desafortunado. Todo surge a partir de un terrible lío que armó la empresa que desarrollaba Esquel, que no lo comunicó bien, trajo trabajadores chilenos... Cometieron un gran error y eso afecta al resto. Crearon un gran sentimiento antiminero. Navidad es un proyecto muy grande; la mina está en una meseta donde habitan unas 300 personas, no hay agricultura ni casi animales, porque un volcán destruyó gran parte de la flora y fauna. No hay razones por las cuales no podría haber una mina. No tenemos conflictos con el agua ni con la comunidad ni con alguna especie en extinción o algún animal...
-Pero no hay permiso provincial.
-Soy un ambientalista y considero que hay lugares en donde no debería haber minas; este no es el caso. Siempre pensé que en algún punto el Gobierno nos habilitaría a desarrollar la mina de una manera responsable. Y hasta el momento, todavía no lo logramos. Es una sorpresa para mí.
-¿Habló de esto con Macri?
-Sí, lo vi en septiembre. Él nos respaldó mucho, a toda la actividad. Pero la minería, como en Canadá, es de jurisdicción provincial. Somos optimistas y estamos listos para arrancar apenas nos den luz verde.
-¿De cuánto es la inversión?
-Son US$ 600 millones ahora y otros US$ 400 millones durante la vida de la mina. Tenemos el dinero. Sólo necesitamos el permiso. Presentamos el estudio de impacto ambiental y el de factibilidad; estamos listos.
-Mining Journal lo eligió como una de las personas más influyentes, por su "habilidad para hacer cosas en lugares difíciles". ¿Es la Argentina un lugar difícil?
-Ha sido frustrante, para ser sincero. De todos los países que trabajé, en los últimos cinco años fue sin dudas el lugar que más dificultades presentó. Pero tenemos una mirada de largo plazo y estoy enamorado del país. Acabamos de comprar otro proyecto en Santa Cruz. Tengo una relación personal con la Argentina.