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OPINIÓN PÚBLICA
Poliarquía: Qué opinan los argentinos de Vaca Muerta y el Fracking. Energía, responsabilidad y expectativas
06/03/2017
ENERNEWS/Poliarquía

Ernesto Cussianovich*

El acuerdo de Vaca Muerta destinado a atraer inversiones estuvo presente en el discurso presidencial de apertura de sesiones ordinarias del Congreso. Como se recordará, este acuerdo fue el primer anuncio oficial del gobierno en el 2017 y se efectuó en la primera semana de enero, tras el fin de las cortas vacaciones del presidente.  En aquella oportunidad, el acuerdo generó mucha expectativa entre las empresas vinculadas a la producción de los denominados recursos no convencionales aunque, por las novedades que anunciaba en materia de acuerdos con los sindicatos, llamó también la atención de varios empresarios de otros sectores de la economía.

Frente al Congreso Nacional y a la opinión pública, el presidente insistió con el ejemplo de Vaca Muerta para alertar sobre algunas cuestiones importantes relacionadas con el proyecto y la producción del país en general. La solución al problema energético, la necesidad de reformas para atraer capitales, la discusión sobre la competitividad en ciertos sectores productivos y los compromisos entre nación y provincias, aunque también entre gobierno, sindicatos y empresas. En su discurso a la nación, el presidente Macri citó al campo, al potencial minero y a la industria. No habló de petróleo ni el gas pero sí en cambio habló de Vaca Muerta.

Recurrir a Vaca Muerta para hacer anuncios no parece una mala idea. Los estudios de opinión que hemos venido realizando sobre el tema confirman que cada año que pasa este mega yacimiento sigue atrayendo la atención del ciudadano común. En materia de inversiones es muy probable que el argentino medio no entienda con cabalidad la importancia del ingreso de capitales en la economía doméstica o, ciertamente, en su vida cotidiana. El ciudadano promedio conoce, se muestra interesado y hasta opina sobre la inflación o la deuda (que las padece) pero presta poca atención a las inversiones. Vaca Muerta está cambiando está situación y desde que entró en el lenguaje político y económico de la gente, de a poco fue ofreciendo argumentos para artículos, informes, libros y anuncios, incluyendo la eventual llegada de capitales.

Es interesante, pero puede decirse que en la Argentina los animales han alimentado parte de ese lenguaje político y económico. Vaca Muerta no parece ser la excepción.  Tenemos carneros, gorilas, pingüinos y buitres; mientras que en relación a los instrumentos para a la producción de soja, minerales o petróleo existen mosquitos, loros o cigüeñas. A pesar de eso, hay que señalar igualmente que para la mayoría Vaca Muerta es por ahora solo sinónimo de expectativa, en buena medida definida por una paradójica relación inversamente proporcional entre su potencial como recurso energético y la escasez de recursos económicos disponibles para llevarlo a cabo.

La situación de la energía, el Estado y las empresas

En el último estudio de opinión pública sobre Vaca Muerta realizado por Poliarquía, el interés y expectativa por Vaca Muerta sigue apareciendo con ímpetu. Esto a pesar del fuerte clima de duda que prevalece en la población sobre la actual situación energética del país. En ese sentido, el estudio muestra quizás algunas señales contradictorias o erróneas de la percepción pública. Algunos factores que influyen en esa mirada del público incluyen el rol de estado, el recelo a las empresas, el cuidado del medio ambiente y también -valga la expresión- el cuidado del bolsillo de los ciudadanos. Al respecto, desde hace unos años sigue asomando en la cabeza de los argentinos una imagen distorsionada sobre el rol de las compañías en la producción de hidrocarburos, así como la exagerada valoración sobre la presencia y el papel del Estado en el abastecimiento de energía, el control del mercado y el cuidado ambiental.

En lo que se refiere a la evaluación sobre la situación de la energía y el petróleo, el estudio muestra que la opinión actual no es muy favorable para el gobierno. En diciembre del 2015, el 25% de la población evaluaba positivamente la situación energética. Hoy solo da su visto bueno un 13%. Además, casi el 60% cree que hay “muchos” o “bastantes” problemas con el abastecimiento de energía en el país aunque, sí de buenas noticias para el gobierno se trata, un 48% de los argentinos sigue responsabilizando de esta mala situación a los gobiernos anteriores.

Está claro que el fin de los subsidios y los aumentos en las tarifas están influyendo en la opinión de la población y la pregunta que se impone  hoy es cuánto de esa carga de responsabilidades se mantendrá alejada del gobierno o cuánto cambiará de dirección en un año electoral aún incierto. De alguna manera, la actitud políticamente correcta de la población respecto al reconocimiento de la crisis energética y al grado de responsabilidad del actual gobierno, ha comenzado a disolverse por efecto de los costos que le está tocando asumir a los ciudadanos como parte de su vago y dudoso compromiso para ayudar a salir de esta crisis.

En ese sentido, hay que decir que sin una adecuada campaña de concientización sobre la gravedad de la situación energética que incorpore, entre otros aspectos, una mirada realista sobre cuál debe ser la contribución o la participación de la población, todos los esfuerzos para escapar de la crisis serán endebles. Salir del rígido esquema de subsidios y precios sin información efectiva y de calidad para el ciudadano, no generará adhesión ni compromiso de éstos. Más aún, es muy probable que para la mayoría de los argentinos la “crisis energética” como tal, nunca haya sido realmente un asunto de su incumbencia. Y si para algunos lo es, digamos, por efecto de su espíritu responsable o su corrección política, es muy probable que en breve muchos de estos ciudadanos abandonen su actitud solidaria. El bolsillo puede más que la corrección política y en situaciones como esta, los ciudadanos devienen rápidamente en consumidores y los consumidores sencillamente siempre quieren pagar menos. Entonces se puede entender porque se reclama más presencia del Estado, pero también más reprobación a las empresas.

Por el lado de éstas, es muy clara la mirada del público respecto de su responsabilidad en la actual situación crítica. El 27% de los argentinos opina que las empresas tienen mucho que ver con la magra situación energética y esta es quizás una de las razones por las cuales la mayoría (casi el 60%) cree que la producción de petróleo y gas debe estar a cargo del Estado. Solo un 8% de la población considera hoy que la producción de hidrocarburos debería estar en manos privadas. No obstante esto, para las empresas nacionales hay buenas noticias. El 65% de la gente piensa que las empresas petroleras y gasíferas deben ser de capitales nacionales y solo un 4% que deben ser de origen extranjero. En el medio, un 22% opta por la opción de capitales mixtos.

 

Vaca Muerta en la cabeza de los argentinos

Como en los estudios realizados con anterioridad, hoy un 69% de los argentinos afirma haber leído o escuchado algo sobre Vaca Muerta. Tratándose de una actividad extractiva, es un porcentaje de interés general muy alto que –incluso- sorprende aún más cuando evaluamos el nivel de conocimiento. Ciertamente, hoy poco más de un tercio (34%) de los que dicen haber escuchado o leído sobre Vaca Muerta, asegura también que sabe “mucho” o “bastante” sobre el yacimiento y, de ese mismo universo, dos tercios muestran su acuerdo con la extracción de gas y petróleo.

Vaca Muerta genera también respuestas casi insólitas en lo que respecta a la relación entre la extracción de recursos y el impacto sobre el medio ambiente.  Puede decirse que despierta abruptamente al homo economicus que todos llevamos adentro, reduciendo a una expresión menor al homo ecologicus, más políticamente correcto y también muy presente en nuestra conciencia y sensibilidad en relación a los temas ambientales.

 

Efectivamente, como en el caso de la resistencia natural a pagar más por la energía que consume, el argentino medio a la hora de evaluar opciones, antepone su comportamiento económico por sobre su corrección política. No hay dudas que su bolsillo pesa más que su conciencia ambiental. De esta suerte, el 43% de los que dicen haber leído o escuchado sobre Vaca Muerta afirma que el mega yacimiento generará mucho o bastante daño ambiental. Sin embargo, de manera casi insólita, un 44% afirma lo contrario: este recursos generará poco o ningún daño al medio ambiente. En el imaginario de la gente, el potencial de Vaca Muerta está haciendo pedazos nuestro homo ecologicus, sensible, correcto y responsable.

De esta forma, en el estudio que realizamos vuelve a aparecer la percepción de que el mega depósito tendrá un impacto “muy y bastante” importante en la economía del país. El 84% de los que reconocen saber algo del yacimiento creen que Vaca Muerta tendrá un fuerte impacto en la economía. Más aún, el 65% de la población que escuchó sobre este depósito a lo largo y ancho del país, asombrosamente afirma que tendrá un impacto significativo en su vida concreta. Vaca Muerta va aún más lejos y la expectación que produce alcanza incluso para influir en el costado nacionalista de la población.

Casi la mitad de los argentinos cree que “el gobierno cuenta con los fondos necesarios para financiar la producción de petróleo y gas” y casi un 60% asegura que en el país existen el conocimiento y la tecnología necesarios para llevar adelante el proyecto (solo un 27% cree que es algo que las empresas extranjeras deberían proveer).

Con respecto al impacto del reciente anuncio del gobierno, mencionado una vez más hace unos días por el presidente en el discurso de apertura de la labor parlamentaria, la mitad de los argentinos que dicen conocer Vaca Muerta reconocen también que estuvieron atentos al anuncio de enero. Además el 75% cree que la noticia le causó mucho interés y el 61% está convencido que tendrá un gran impacto en la economía del país. Pero Vaca Muerta parece generar también opiniones más polémicas: el 44% de la población estaría de acuerdo con que los trabajadores puedan eventualmente renunciar a algunos beneficios en favor de la atracción de inversiones, aunque un 39% se opone a esta posibilidad y un 17% todavía duda o no sabe aún qué decir al respecto.

 


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