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NEGOCIOS M&E
Eduardo Hochschild: Cómo salvó un pez de la Amazona
15/02/2017

Eduardo Hochschild o el coleccionista poderoso que salvó un pez

MINING PRESS/Vanity Fair

Es uno de los hombres más ricos de Perú y coleccionista por vocación. Este año, 40 artistas y 200 kilos de un curioso pez llamado paiche llegan a ARCO de su mano. Pero el plato fuerte es él.

Próximo 20 de febrero, pocas horas antes de que empiece una nueva edición de ARCOmadrid, se inaugura en la capital de España la exposición Próxima Parada. Artistas peruanos en la Colección Hochschild. La selección, con más de cuarenta artistas peruanos contemporáneos, es muy variada: el nexo común es que todas las obras pertenecen a Eduardo Hochschild (Lima, 1964), uno de los hombres más poderosos de Perú que, además de estar a la cabeza del gran holding familiar (centrado en los negocios de la minería y las finanzas), desarrolla proyectos filantrópicos en el ámbito de la educación, la ecología y el arte.

Cuando nos recibe en su enorme piso de Madrid –un lugar donde cada elemento del mobiliario parece escogido con el propósito de resultar sublime, en batalla sin cuartel con las obras de arte expuestas en las paredes– la lógica habría establecido que él estaría cansadísimo, pues acaba de volver de Nueva York. Y sin embargo se muestra lleno de energía, ilusionado por la exposición en ciernes, exultante sin resultar avasallador. Su hija Alexia, sentada a su lado, parece haber heredado, además de la afición por el arte, ese mismo brío inagotable.

-Usted reside en Perú habitualmente, ¿verdad? ¿O tiene previsto pasar ahora más temporadas en España?

[Eduardo Hochschild] Bueno, yo vivo en Perú, lo que pasa es que dos de mis hijas están viviendo en Madrid. La mayor, Alexia, que hoy nos acompaña, está en el CEU estudiando Periodismo. O eso me cuenta ella [ríe]. Y la segunda está en el Instituto de Empresa haciendo Psicología Empresarial. Con lo cual trato de aprovechar mi tiempo en venir a visitarlas, que para mí es algo crítico.

-Lo decía por esta casa. Parece diseñada para pasar en ella largas temporadas. ¿Con qué interiorista han contado? 
[Interviene Alexia Hochschild] ¡Con mi madre! Sí empezamos con unas decoradoras, pero nosotras somos más arte contemporáneo y ellas más art déco, así que al final fue mi madre…
[Eduardo Hochschild] Mi esposa tiene un estilo muy peculiar a la hora de decorar. Es ella quien le dice a la decoradora lo que quiere, y no al revés. Pero obviamente decora con ayuda, claro.

En casa de Eduardo Hochschild

-¿Por qué cree que tantos coleccionistas latinoamericanos están visitando y haciendo planes en España últimamente?
[Eduardo Hochschild] Bueno, es que España es un país espectacular. Por más que haya tenido sus problemas, que todos los países los tienen. Yo no pretendo mudarme a España, pero tener aquí a mis hijas es motivo más que suficiente para venir con frecuencia. No puedo hablar del caso de otros coleccionistas. Pero su país es muy placentero y acogedor. ¡Y se come muy bien, además! Eso no ayuda para la dieta, pero sí para la amistad.

-Está a punto de presentar en Madrid su colección de arte, coincidiendo con ARCO. ¿Qué expectativas tiene con la exposición?
[Eduardo Hochschild] Yo considero que no es que exponga una colección, sino que tengo amigos artistas que van a estar presentes exponiendo conmigo. Hay por ejemplo una escultura de David Zink Yi que es un calamar de más de cuatro metros. ¿Qué le pasó a él por la cabeza cuando lo hizo? Él y los otros tienen tantas cosas que contar que es un placer tenerlos acá. Y si alguno decide quedarse a vivir, espero que sea acogido de una manera agradable. Y el resto, que se sientan en una segunda casa.

-Ahora el coleccionista, que antes era un agente anónimo, se ha convertido en una figura más reconocida, con estatus y discurso propio. Ha llegado a desplazar al comisario e incluso a veces al artista. ¿A qué se debe esto?
[Eduardo Hochschild] No creo que jamás se le pueda quitar importancia al artista, que es quien tuvo la idea. Yo no hago una colección de arte muerto, sino de artistas vivos. Así que eso es lo que quisiera, que el énfasis se ponga en los artistas.

-Se muestra usted muy entusiasta cuando habla de arte. No parece algo que contemple con frialdad, sino que se detecta una conexión emocional. ¿Se hizo coleccionista por pasión?

[Eduardo Hochschild] Te cuento algo que lo explica muy bien. Cada año, el 26 de diciembre, reúno a mis artistas. Porque el 24 y el 25 son días familiares y no dados a la juerga. Así que el 26 están todos muy sobrios y con ganas de llegar al otro extremo. Entonces uno pone tragos gratis, y allí aparecen todos: antes éramos unos veinte, y ahora somos más de doscientos. Y lo pasamos requetebién. Es rico verlos. Aunque ese día muchos acaban realmente mal, y algún incidente se ha dado [ríe].

-¿De verdad? Cuénteme.
[Eduardo Hochschild] Ninguno de trascendencia. Pero ya puedes imaginar: artistas todos juntos tomando tragos gratis. Lo pasamos todos muy bien. Como decía, ustedes usan la palabra “colección”, pero yo prefiero hablar de una reunión de artistas donde todos pueden explayarse y contar qué hay detrás de cada obra. No sé, Moico Yaker [autor de las pinturas colgadas detrás de nosotros en el comedor] me cuenta cómo se divirtió pintando al presidente Belaúnde [máximo mandatario en Perú entre los años 60 y 80 del pasado siglo y verdadero icono político hoy en día], por ejemplo.

-Su colección incluye artistas peruanos de varias generaciones. Gente como Sabogal, Chambi, Szyszlo y hasta Mario Testino. ¿Cuál es el discurso que establece a través de ellos?
[Eduardo Hochschild] He tratado de enfocarme en el arte vivo, pero para eso también he ido al otro. Así que tengo por ejemplo a José Sabogal, que fue quien rompió con la tradición artística española. Hace poco hubo también en el Museo de Arte de Los Ángeles una exposición sobre las vírgenes de esa tradición española, y la carátula que emplearon fue una Virgen que yo tengo en mi casa, la Virgen de Cocharcas, que ya empieza a mezclarse con el indigenismo. También hay en la colección algunos textiles incaicos, por ejemplo. Creo que todo tiene una historia, y debemos verla para llegar al presente. Porque uno vive el presente, y luego hay que mirar hacia el futuro.

En casa de Eduardo Hochschild

-Hablando de futuro. ¿Cuál es el futuro de su colección? ¿Hará como otros coleccionistas, que han donado sus piezas a un museo o incluso han abierto el suyo propio?
[Eduardo Hochschild] No tengo ni idea, porque el futuro no se escribe en el presente, sino en el futuro. Pero por contestar de manera menos vaga, creo que el arte es para mostrarlo y no para dejarlo en una caja. A veces las obras van a museos y se quedan en las cajas, lo que no me interesa. Cada vez que me han pedido una obra para exponerla, si estaba disponible se la han llevado. Incluida la Tate o el Museo de Arte de Lima.

Toda la obra que yo tengo se está exponiendo, sea en mi casa, en mis oficinas –en todas las oficinas de mis empresas– o los museos y centros de arte. Y en mi universidad también: creo que allí la ve más gente, incluyendo los profesores, los alumnos y sus familias, que en muchos museos. Eso sí, en 2017 que no me pidan obra porque no se va a prestar ninguna. Estará en Madrid.

-¿Sus planes a medio plazo incluyen a España de alguna manera?
[Eduardo Hochschild] Eso depende de ustedes, los españoles. La primera vez que yo he expuesto la colección como tal es en España, así que el acercamiento es evidente. Qué quiera hacer España después, será cuestión de sentarse a conversar. Y te digo que definitivamente pasará mucho tiempo antes de que vuelva a hacer algo así, porque es un trabajo muy contundente. Pero es una maravilla que los artistas y las obras estén ahí. Ahora vamos a divertirnos, y después el camino ya lo haremos al andar.

-Hablando de divertirse, se dice que va usted a dar una gran fiesta para la inauguración de la exposición, trayendo los mejores chefs de su país y con un gran despliegue en general. ¿Nos lo podría avanzar?
[Eduardo Hochschild] Claro. Hemos hablado con los chefs más importantes de Perú, y luego entre ellos se han sentado y han decidido quiénes venían. Todos tienen muchas ganas de participar. Así que vienen Virgilio Martínez, que cocinará la cena con doscientos kilos de un pescado selvático llamado paiche, Erik Ramírez, que está en Nueva York y se encargará de los postres, y Felipe Ossio de los “piqueos”. El arte no es solamente lo que ves, sino también lo que comes. Puede que en la música los peruanos aún nos quede un poquito de camino para llegar al nivel de otros países latinoamericanos, pero en la cocina, o en pintura, foto, escultura, sí estamos lográndolo.

En casa de Eduardo Hochschild

-Mencionaba usted el paiche. Un enorme pez que habita en la selva, y sobre el que creo que tiene usted una historia interesante.
[Alexia Hochschild] En la fábrica de cementos que tenemos en la selva se hizo una poza de arcilla, y para que no se viera tan fea la rellenamos con agua y allí metieron dos peces enormes. Dos paiches. Mi padre llegó y al verlos preguntó por ellos, y le dijeron que eran peces en peligro de extinción. Porque pueden llegar a medir más de dos metros, y para la gente de la selva no es viable pescarlos con ese tamaño, con lo que los pescan cuando miden cincuenta o setenta centímetros, y por eso entraron en peligro de extinción.

Mi padre compró todos los ejemplares y contrató un equipo de biólogos, que en primer lugar determinaron cuáles eran machos y cuáles hembra para reproducirlos. Porque antes nadie lo sabía. Pero se logró que se reprodujeran de manera sostenible. Así que ahora ya se pueden incluso comercializar.

-Hasta el punto que van a volar sobre el Atlántico doscientos kilos para su fiesta.
[Eduardo Hochschild] Es que puede parecer mucho, pero uno solo de esos peces puede tener ese peso o más. Tardamos dos años en ver qué peces eran machos y cuáles hembras, para emparejarlos. Porque resulta que son unos peces muy tímidos y debían ir emparejados para reproducirse. Cuando la hembra daba a luz, se volvía carnívora y además caníbal, y sin darse cuenta se comía la mitad de sus alevines, así que tuvimos que separarlos. Bueno, una vez hecho todo esto se pudo sacar al paiche de la lista de especies en peligro de extinción y redactamos el protocolo de reproducción, que se ha exportado por ejemplo a Brasil.

-¿Y cómo sabe ese pescado?
[Eduardo Hochschild] Está bien que lo preguntes, porque las comunidades selváticas lo pescan, que es algo muy complicado, y así se pueden lucrar de ello. Es un pescado de una carne blanca riquísima, perfecta para el chef porque se puede mezclar con lo que se quiera, ya que todo lo resalta.

En casa de Eduardo Hochschild

-Todo esto de su compromiso ecológico y social es interesante porque su negocio principal es la minería, que arrastra algunas implicaciones...
[Eduardo Hochschild] Créeme que se puede hacer minería muy acorde con el medio ambiente, y así se ha hecho durante diez mil años.

-Su familia sigue su pasión por el arte, según puede observarse.
[Alexia Hochschild] Creo que he sido de los pocos niños a los que cuando los llevan a París, en lugar de Eurodisney el primer lugar que les hacen visitar es el Louvre. Mi padre lo planteaba todo como un juego. Cuando íbamos en el coche nos explicaba las corrientes y los artistas y grandes obras, y una vez en el museo nos tapaba las cartelas y decía que quien acertara el artista o la corriente tenía derecho a un premio. Mis hermanos y yo éramos muy competitivos. Y así fuimos desarrollando el gusto por el arte.

-¿Concibe usted el coleccionismo de arte como una función social?
[Eduardo Hochschild] Bueno, mi función social se desarrolla por la parte de la universidad. Coleccionar arte es algo que hago porque me encanta. Y a mis hijos también: quizá a Alexia a quien más. Con otra de mis hijas he estado en Nueva York y, de los cuatro días que hemos pasado allí, dos los hemos dedicado a visitar museos.

¡Y porque ella lo pedía! Vimos la exposición de los [vanguardistas] rusos que es alucinante. Y otra de Picabia, que no conocía pero que me pareció espectacular. Nos fuimos a comer con el presidente del MoMA y eso me encantó: mi hija, que a sus trece años es muy suelta, escogió el mismo cuadro que él como el que más le gustaba del museo. Eso es para mí el arte: algo familiar, un hobby y diversión.

En casa de Eduardo Hochschild

-Bien, pues hablemos de su universidad. Usted ha creado la UTEC, especializada en formar ingenieros. ¿Por qué, de todos los proyectos filantrópicos posibles, se decidió por este?

[Eduardo Hochschild] El desarrollo de las sociedades se basa en dos cosas: en la creatividad –ahí está el arte– y la parte tecnológica. Y si te fijas, una buena parte de todos los CEOs de las grandes empresas gringas son ingenieros. Y eso nos falta en el Perú y en Latinoamérica en general. No puede ser que la primera universidad de ingeniería latinoamericana, sin contar Brasil, esté en el puesto quinientos. Eso no tiene sentido. Hace poco estuve hablando con gente de la universidad de Standford, que es la número dos, y les dije: “Lo que queremos es ganarles a ustedes”.

Porque si no te pones una meta alta, nunca vas a llegar. Ser la mejor del Perú es una meta que logras en poco tiempo. Ser la mejor de Sudamérica tampoco te toma mucho. En nuestro objetivo nos están ayudando mucho Harvard y también el MIT. También otras como Purdue, con la que tenemos un programa conjunto con doble diploma. Cuando una de las mejores universidades gringas de ingeniería te dice “tú eres mi alter ego”, es que estás haciendo las cosas bien. No podemos dejar que los cerebros latinoamericanos se pierdan. Todo el que entra en nuestra universidad estudia, tenga dinero o no. El 80% u 85% de los alumnos recibe una ayuda para ello. Y sin un solo centavo del Gobierno.

Esto responde a una visión muy americana. En Europa se suele asumir que es el Estado, a través de una educación universitaria pública de calidad, quien debe acometer esa tarea de formación de sus jóvenes.
[Eduardo Hochschild] Yo fui educado en Europa en el colegio, y en la universidad en Estados Unidos. Hay una cosa muy interesante en el Perú, y es que la parte principal del presupuesto familiar, dejando aparte la comida y la vestimenta, es para la educación. En Bélgica en cambio son las vacaciones, porque la educación es pública, la vivienda está subvencionada, la medicina también está apoyada.

En Estados Unidos, la parte más importante es para el carro [coche] y la casa: de ahí el mortgage. Cuando hablas con un peruano, la obsesión es educar, educar, educar. Hay un fuerte deseo de que cada generación supere a la anterior. De que la sociedad llegue a más. Y ojalá sea así. Por eso cuando un chico tiene aptitudes y quiere estudiar con nosotros, le adelantamos la plata, y si entonces tampoco puede se la regalamos. A esos chicos hay que darles alas para que hagan cosas, porque si no es cuando toman decisiones equivocadas. Pero si de verdad les das las posibilidades, “la rompen”.

En casa de Eduardo Hochschild

-No hay que olvidar que, además de todo esto, usted es un empresario que internacionalizó las empresas familiares. ¿Cómo tiene tiempo para todo? 
[Eduardo Hochschild] Mi prioridad es mi familia. Y afortunadamente tengo muy buena gente trabajando conmigo. Un gran equipo. Y todos van a venir a Madrid para la inauguración, así que podrás comprobarlo por ti mismo. Hay varios gerentes: el de la universidad, el de la parte minera y el de la parte financiera. Porque el del arte aún sigo siendo yo, así que habrá que buscar a alguien para que trabaje con Alexia.

¿Qué ferias de arte le gustan más, y por qué?
[Eduardo Hochschild] Pues las visito poco. ¿Ves? Ahí se nota que me falta el tiempo. Estuve en la última Art Basel de Miami, por segunda vez en veinte años. Y fue porque cayó en el día de mi cumpleaños, y mi esposa me secuestró para ir: fue literalmente así, porque me metieron en un avión y me llevaron. No lo pasé mal, la verdad [sonríe]. Aparte de ARCO, no creo que llegue a otra feria este año.

-Hablando de ARCO, ¿qué siente ante la concesión del Premio A de coleccionismo este año, al lado de gente como la hispanoalemana Helga de Alvear, el argentino Eduardo Costantini o los mexicanos Isabel y Agustín Coppel?
[Eduardo Hochschild] No tengo palabras. Me da muchísima alegría, de verdad.

-¿Y qué espera de ARCO 2017?
[Eduardo Hochschild] Pues lo que espero es que ARCO 2019 sea sobre Perú [risas]. Como en ARCO 2017 el país invitado es Argentina, dejo que Eduardo [Costantini] responda sobre este año. Pero sé que lo voy a pasar muy bien.

¿Qué otras aficiones tiene?
[Alexia Hochschild] Mi padre pinta. ¡Y además expone! Es ingeniero de profesión, pero artista frustrado.
[Eduardo Hochschild] Tengo acá, en casa, un cuadro mío. Está escondido al lado de la cocina. Algún otro hasta lo he vendido. Se suponía que era un secreto, pero me temo que ahora va a ser un secreto a voces.


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