Los precios del oro registraron mínimos de dos semanas durante la mañana de la jornada de negociación de este jueves en Europa, pues continúa el repunte de las acciones a escala mundial después de que el Dow sobrepasara por primera vez los 20.000 puntos durante esta noche, lastrando el atractivo del metal precioso, considerado refugio seguro.
En lo relativo a la división Comex del New York Mercantile Exchange, el oro para entrega en febrero se negoció a 1.195,85 USD por onza troy, a las 4:10, hora de la costa este (las 10:10 en España), dejándose en torno a un 0,2% o 2,00 USD, tras dejarse durante la jornada anterior un 1,1% o 13,00 USD.
Los precios del metal precioso se desplomaron el miércoles hasta registrar su cota más baja desde el 13 de junio en 1.192,60 USD, apartándose de los máximos de dos meses registrados esta semana en 1.219,40 USD.
Las bolsas mundiales seguían en pleno repunte este jueves pues los inversores compran acciones ante la mejora de las previsiones sobre los beneficios de las empresas, disminuyendo la demanda de activos considerados refugio seguro, como el oro o los bonos del Estado.
El Dow cerró el miércoles por encima del nivel de los 20.000 puntos por primera vez, impulsado por los positivos beneficios de las empresas. Los inversores también son más optimistas pues el presidente Donald Trump empieza a dar más detalles sobre sus políticas.
Trump firmó dos órdenes ejecutivas el martes para continuar con la controvertida decisión de construir los oleoductos Keystone XL y Dakota Access, cancelando importantes acciones medioambientales de la Administración de Obama para ampliar la infraestructura energética.
También firmó decretos retirando varias regulaciones y normas medioambientales para expedir la aprobación de proyectos de infraestructura.
Sin embargo, persisten las preocupaciones acerca de su postura proteccionista pues Trump firmó el miércoles unas órdenes ejecutivas sobre inmigración, incluyendo una de seguridad fronteriza y otra relacionada a su intención de levantar un muro en la frontera de Estados Unidos con México.
El presidente ha firmado esta semana la retirada formal de Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica y ha prometido renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con los líderes de Canadá y México.
Los actores del mercado siguen pendientes de los detalles de Trump sobre sus promesas de reforma fiscal, gasto en infraestructura y desregulación, así como su postura acerca de las políticas en lo que respecta a China y la economía doméstica.
El índice dólar, que sigue la evolución de esta moneda con respecto a una cesta de otras seis divisas principales, se situó en 100,00 durante la mañana de la jornada de negociación en Europa, tras registrar durante la noche mínimos de siete semanas en 99,77.
Por otra parte, la plata del Comex para entrega en marzo se situó en 16,91 USD por onza troy, con un retroceso del 0,4% o 6,2 centavos.
Mientras, el platino ha avanzado un 0,4% hasta 985,20 USD, mientras que el paladio ha subido un 0,6% hasta 740,17 USD, tras desplomarse un 7,5% durante la jornada anterior.
Por otra parte, los futuros sobre el cobre subieron en torno a un 0,3% o 0,8 centavos y se ha negociado a 2,718 USD por libra, su cota más alta desde junio de 2015, ante las expectativas acerca de un impulso a la infraestructura de Estados Unidos.
El 23 de marzo de 2009 el Dr. Zhou Xiaochuan, gobernador del Banco Central de China (People’s Bank of China – PBoC), detalló en un discurso, pronunciado ante el Banco Internacional de Pagos de Basilea (el banco central de los bancos centrales), la visión de China para un nuevo Sistema Monetario Internacional. Es un relato revelador, con el que cualquier lector de OroyFinanzas.com puede estar familiarizado si ha seguido nuestras noticias y análisis publicadas en los últimos años sobre los intereses geopolíticos de China y los países BRICS. De su discurso se desprende que el FMI creó los SDR (Special Drawing Rights o Derechos Especiales de Giro -DEG en español) como eje fundamental para la reorganización del Sistema Monetario Internacional, buscando una menor dependencia del dólar estadounidense. La inclusión del yuan en la cesta SDR apunta en este sentido.
Discurso del Dr. Zhou Xiaochuan, gobernador del Banco Central de China (People’s Bank of China – PBoC)
El estallido de la crisis actual y sus efectos colaterales en el mundo nos han posicionado ante una cuestión existente, hace mucho tiempo, y a la que hemos sido incapaces de dar una respuesta. Hablamos de qué tipo de moneda de reserva internacional necesitamos para asegurar la estabilidad financiera global y facilitar el crecimiento económico en el mundo. ¿No es además uno de los propósitos del Fondo Monetario Internacional- FMI?
Han existido varios intentos institucionales para encontrar una solución que incluían el estándar de plata, el patrón oro o el sistema establecido en Bretton Woods. Pero, volviendo a la pregunta anterior que, como la crisis financiera actual demuestra, está todavía lejos de ser respondida. De hecho, la necesidad de respuesta se ha vuelto aún más grave, a causa de las debilidades inherentes del actual sistema monetario internacional.
En teoría, una moneda de reserva internacional debe anclarse a un punto de referencia estable y su emisión debe estar sujeta a un conjunto de normas claras que garanticen el abastecimiento regular de la divisa en todo el mundo y los mecanismos de ajustes oportunos para adaptarse a una demanda cambiante de la misma. Además, los cambios no deben introducirse en función de las condiciones económicas o los intereses soberanos de un solo país. Aceptar divisas nacionales, basadas en crédito, como monedas de reserva internacional como sucede en la actualidad, es un caso muy raro en toda la historia.
Esta crisis es una oportunidad para reformar el actual sistema monetario internacional y diseñar uno nuevo más creativo donde la divisa mantenga un valor estable, basado en normas de emisión y flexibilidad de oferta, para lograr así la estabilidad económica y financiera mundial.
I. El estallido de la crisis y sus efectos a lo largo de todo el mundo reflejan las vulnerabilidades inherentes y los riesgos sistémicos en el sistema monetario internacional existente en la actualidad.
Los países emisores de monedas de reserva internacional siempre se encuentran con un dilema de difícil solución. O cumplen sus objetivos de política monetaria interna o satisfacen la demanda de otros países para incorporar su divisa entre sus reservas. Las autoridades monetarias no pueden centrarse en los objetivos nacionales exclusivamente y desatender sus responsabilidades internacionales.
El equilibrio es complicado porque rara vez los objetivos nacionales son compatibles con las necesidades internacionales. Satisfacer la demanda de liquidez que requiere el crecimiento de la economía mundial puede afectar a la inflación interna del país emisor de la divisa, desviando las proyecciones. De igual forma, una excesiva estimulación de la demanda interna puede derivar en un exceso de liquidez en los mercados globales. El Dilema de Triffin se hace patente, los países emisores de divisas de reserva internacional no pueden mantener el valor de su moneda al mismo tiempo que deben ser capaces de suministrar liquidez al mundo.
Cuando una moneda nacional se utiliza como divisa de reserva internacional, las autoridades pierden la capacidad de hacer frente a sus desequilibrios económicos mediante el ajuste del tipo de cambio por la sencilla razón de que su moneda está anclada o referenciada a muchas otras monedas. La globalización se ha beneficiado de una divisa de reserva ampliamente utilizada pero, al mismo tiempo, padece de los mismos problemas de este sistema.
La intensidad y la frecuencia cada vez mayor de las crisis financieras, tras el colapso del sistema de Bretton Woods, sugiere que los costos de un sistema de este tipo en el mundo pueden haber excedido sus beneficios. El precio es cada vez mayor, no sólo para los usuarios, sino también para los emisores de las monedas de reserva. Aunque la crisis puede no ser necesariamente un resultado previsto de las autoridades emisoras, es resultado inevitable de los fallos institucionales.
II. El objetivo deseable de la reforma del Sistema Monetario Internacional es, por tanto, crear una moneda de reserva internacional que esté desconectada de las naciones y sea capaz de permanecer estable en el largo plazo, eliminando así las deficiencias inherentes al uso de monedas nacionales basadas en el crédito.
Aunque la moneda de reserva supranacional hace tiempo que se ha propuesto, no hay un progreso sustancial ni se ha logrado materializar hasta la fecha. En la década de 1940, Keynes ya había propuesto introducir una unidad de moneda internacional llamado “Bancor”, basado en el valor de 30 productos representativos. Por desgracia, no se aceptó la propuesta. El colapso del sistema de Bretton Woods nos enseña que el enfoque keynesiano pudo haber sido el más indicado. Además, el FMI creó el SDR (Special Drawing Rights o Derechos Especiales de Giro -DEG en español) en 1969 -cuando los primeros defectos del sistema de Bretton Woods surgieron-, para mitigar los riesgos inherentes a existen en las monedas de reserva nacionales. Sin embargo, el papel de los DEG no se ha puesto en marcha debido a limitaciones en su asignación y el alcance de sus usos. Pero nos sirven como la luz en el túnel para una reforma del sistema monetario internacional.
Una moneda de reserva supranacional no sólo elimina los riesgos inherentes de una moneda soberana basada en el crédito, también posibilita la gestión de la liquidez global. Una moneda de reserva supranacional, gestionada por una institución global, podría ser utilizada tanto para crear como para controlar la liquidez global. De esta forma, la moneda de un país deja de utilizarse como punto de referencia para el comercio mundial y punto de referencia para las demás monedas. Así que la política de tipo de cambio del país vuelve a ser mucho más eficaz en el ajuste de los desequilibrios económicos nacionales. Este escenario reducirá significativamente los riesgos de una crisis futura y mejorará la capacidad de gestionarlas.
III. La reforma debe ser guiada por una gran visión y comenzar con resultados específicos. Debe ser un proceso gradual que genere resultados de win-win para todos
El restablecimiento de una nueva y ampliamente aceptada moneda de reserva internacional, con un punto de referencia estable, puede llevar mucho tiempo. La creación de una moneda internacional, basada en la propuesta keynesiana, es una iniciativa audaz que requiere visión política y un coraje extraordinario. A corto plazo, la comunidad internacional -en particular el FMI-, por lo menos debe reconocer y hacer frente a los riesgos derivados del sistema existente, realizando un seguimiento de evaluación periódica y emitir alertas tempranas.
En este sentido, una consideración especial merece los DEG y el papel relevante que puede desempeñar en el futuro. Los DEG poseen las características y el potencial para actuar como una moneda de reserva supranacional. Un aumento en la asignación de DEG ayudaría al FMI a solventar los problemas asociados a los recursos y soslayaría las actuales dificultades para acordar reformas y cuotas de representación. Por eso se deben hacer esfuerzos para impulsar la nueva asignación de DEG. Para ello, es necesaria la cooperación política entre los países miembros. Por ejemplo, la cuarta enmienda de los artículos del Acuerdo y la resolución pertinente sobre asignación de DEG, propuesto en 1997, debe ser aprobado tan pronto como sea posible, para que los miembros que se unieron al Fondo después de 1981 también puedan compartir los beneficios de los DEG. Sobre estas bases, las consideraciones sobre cómo aumentar aún más las asignaciones de los DEG pueden tener lugar.
El alcance de la utilización de los DEG debe ampliarse para poder satisfacer plenamente la demanda de los países miembros de almacenar monedas de reserva internacional.
Una vez establecida este sistema de fijación, entre los DEG y otras divisas, existen otras posibilidades. Hoy, los DEG sólo se utilizan entre los gobiernos e instituciones internacionales. Sin embargo, nada impide que puedan convertirse en un medio de pago, ampliamente aceptado, en el comercio internacional y protagonista de transacciones financieras.
De esta forma se promovería activamente el uso de los DEG en el comercio internacional, en la fijación de los precios las materias primas, la inversión o la contabilidad corporativa. Una situación que ayudará a mejorar el papel del DEG y que, además, reducirá la fluctuación de los precios de los activos denominados en las divisas nacionales. Por eso y para evitar otros riesgos relacionados, hay que crear activos financieros, denominados en DEG, que aumenten su atractivo. La introducción de valores denominados en DEG, en estudio por el FMI, sería un buen comienzo.
Para mejorar aún más la valoración y la asignación de los DEG y su promoción mundial, la cesta de monedas que forman la base para la valoración del DEG debería ampliarse para incluir otras monedas de grandes economías. También el PIB también puede ser incluido como argumento. Esta asignación de los DEG puede ser un cálculo sobre activos reales, como la lista de reservas, para aumentar aún más la confianza de su valor en el mercado.
IV. Confiar una parte de las reservas de los países miembros a una gestión centralizada del FMI no sólo mejorará la capacidad de la comunidad internacional para hacer frente a la crisis y mantener la estabilidad del sistema monetario y financiero internacional sino que también reforzará significativamente el papel del DEG.
Una gestión centralizada de parte de la reservas de los miembros por una institución internacional de confianza, con una gestión razonable, disuadiría a la especulación y estabilizaría los mercados. Y los países participantes también pueden ahorrar parte de reservas y destinarlas al desarrollo nacional y crecimiento económico. El FMI tendría como mandato mantener la estabilidad monetaria y financiera y, como un “supervisor” internacional, vigilar las políticas macroeconómicas de los países miembros. La experiencia del FMI le otorga una ventaja natural para actuar como un “gerente” de las reservas de los países miembros.
La gestión centralizada de las reservas de los países miembros del FMI será una medida eficaz para promover un mayor papel de los DEG como moneda de reserva internacional. Para lograrlo, el FMI puede establecer un fondo denominado en DEG, basado en la práctica comercial, que permita su suscripción y posterior reembolso en cualquiera de las monedas de reserva existentes. Una forma de promover el desarrollo de los activos denominados en DEG y de gestionar de forma más eficiente la gestión de la liquidez de las monedas de reserva que componen la cesta. Así, el uso de los DEG serían aspirantes a sustituir progresivamente a las propias divisas de reserva que lo componen.