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Inundaciones argentinas: Cosecharás tu siembra. Uruguay atormentado
17/01/2017

Soja en la Pampa: cosecharás tu siembra

ENERNEWS/Tiempo Inestable

EDUARDO DE MIGUEL

Fuertes lluvias en el norte e incendios en el sur: la pampa húmeda argentina soporta en enero de 2017 inclemencias que afectaron más de 800.000 hectáreas consumidas por el fuego o bajo el agua en el corazón agrícola ganadero del país sudamericano, aunque sin víctimas fatales, reportaron las autoridade

Según el diario La Nación, a mediados de enero, la campaña agrícola en la Argentina ya tenía un piso de pérdidas de entre 1.100 y 1.750 millones de dólares, según previsiones oficiales y privadas, por el efecto de las inundaciones que golpean gran parte del centro-sur de Santa Fe y zonas del norte y oeste de Buenos Aires y Córdoba.

Por las fuertes precipitaciones anteriores, la semana pasada ya había quedado en duda el logro de una cosecha récord. Las lluvias del fin de semana pasado agravaron el panorama, ya que en amplias regiones superaron los 200 milímetros.

Las inundaciones están haciendo barajar de nuevo los cálculos de cosecha. Pablo Adreani, de la consultora AgriPac, pasó de prever 55 millones de toneladas de soja al inicio de la campaña a 50 millones de toneladas. Esos cinco millones de toneladas menos significan 1.750 millones de dólares, aproximadamente el 7% del valor de la cosecha. Adreani sostiene que hay un millón de hectáreas sin sembrar con el cultivo: 300.000 por la sequía en el sur bonaerense y 700.000 por inundaciones. Además, hay otras 700.000 hectáreas anegadas, ya sembradas.

Rutas anegadas y kilómetros de cola de vehículos. Foto: LA NACION / Emiliano Lasalvia / Enviado especial

Para el especialista en agroclimatología Eduardo Sierra, “estadísticamente estos eventos de precipitaciones intensas se producen en promedio cada 15 años y últimamente sus efectos se han visto magnificados por la acción humana que los exacerba”. Explicó que el factor que los dispara son los episodios de “Super El Niño, que se producen cada 15 años, causando inundaciones que se prolongan durante los 3 a 4 años posteriores”. El país viene del “Súper El Niño” en 2015/2016.

En la provincia de La Pampa (centro), en el norte de la de Río Negro y al sur de la de Buenos Aires los incendios ya han consumido más de 600.000 hectáreas desde que una tormenta eléctrica desató varios focos a finales de noviembre en pleno verano austral.

El fuego devoró campos de pasturas fértiles y causó mortandad de hacienda con pérdidas que se estiman millonarias.

“Todos nuestros referentes provinciales describen escenarios de fuertes pérdidas, con serias afectaciones en nuestras producciones regionales, si bien aún no se puede cuantificar la magnitud de dichas pérdidas”, sostuvo en un comunicado este miércoles Coninagro, que agrupa a cooperativistas agropecuarios.

Las altas temperaturas, la sequía y sucesivas tormentas eléctricas propagaron los incendios que este miércoles aún tenían al menos “12 focos activos”, según Ariel Toselli, vicepresidente de la Federación Agraria Argentina y productor de La Pampa.

Sólo en la provincia de La Pampa se contabilizaban este miércoles “unas 600 mil hectáreas quemadas desde noviembre, 160.000 de ellas aún bajo fuego activo”, dijo a la AFP Cristian Muñoz, de Defensa Civil.

“Las características de este tipo de eventos son muy difíciles para trabajar con un avión hoy, porque los vientos rondan los 50 km/h con alguna ráfaga de 60 o 70 km/h”, explicó Guillermo Berisone, director del Servicio Nacional de Manejo del Fuego, presente en la zona de desastre con vehículos especiales y decenas de brigadistas.

En el norte de la Pampa húmeda, la situación es diametralmente opuesta. En la provincia de Santa Fe y norte de Buenos Aires miles de hectáreas dedicadas a la ganadería y a la agricultura están bajo el agua con carreteras anegadas y cuantiosas pérdidas, según AFP y La Nación.

Ya se considera que la cosecha está totalmente perdida. Foto: LA NACION / Emiliano Lasalvia / Enviado especial

Por el monocultivo: “La napa subió de 14 metros a 50 centímetros”

Un investigador del INTA lleva adelante estudios que prueban cómo el monocultivo hace que la napa freática esté casi a la altura de la superficie y que, en consecuencia, con un poquito de lluvia quedemos todos chapoteando.

El ingeniero Nicolás Bertram es un investigador del INTA de Marcos Juárez. Desde hace 10 años sus estudios apuntan a un problema que puso en jaque a toda la región productiva rural santafesina: los anegamientos e inundaciones. Pero Bertram no estudia El Niño o La Niña.

Conoce, obviamente, cuántos milímetros llueven todos los años en diferentes lugares del país, si bien su foco es la zona del sudeste cordobés.

Sabe que hay ciclos de mucha lluvia y ciclos donde no cae una gota. Pero no considera que las inundaciones se produzcan por los excesos pluviales. Todo lo contrario: se producen por los excesos de soja.

“Había alguna polémica, hace algunos años atrás, de que estaba lloviendo más. Fuimos a ver si era cierto, si estos excesos hídricos se deben a que está lloviendo más. Nuestros estudios abarcan la zona de Marcos Juárez, sudeste de Córdoba, pero son extrapolables a muchas partes de la región pampeana y extra pampeana también. Vimos que para nuestra zona no está lloviendo más y que el factor que estaba determinando este ascenso de napas, o que tengamos la napas más cerca de la superficie, era que estábamos consumiendo menos agua que en otros momentos de la historia reciente”, explica Bertram.

Cuando la lluvia cae, la tierra la absorbe. Los vegetales que crecen en la tierra se nutren del agua de lluvia todo lo que necesitan. Si no necesitan más agua para seguir creciendo, la lluvia pasa a nutrir las napas, y las napas suben. Es así de sencillo. Eso es la capacidad buffer, y va mucho más allá de la cantidad de agua que caiga del cielo.

Así, cuando caen lluvias extraordinarias, el escenario es peor. “Es totalmente diferente si vos tenés pasturas, pastizales y montes a que si en toda esa superficie tenés cultivos agrícolas con napas cerca. El ambiente no tiene capacidad buffer para regularlo. Antes tenías un monte que podía infiltrar, absorber, 300 milímetros por hora. Si se saca el actor principal que puede regular eso, se pierde la capacidad buffer. Al sacar el monte, la soja tiene una infiltración, en el mejor de los casos, de 30 milímetros la hora”, define Bertram.

Los propietarios tratan de llevar a los animales a las zonas más altas. Foto: LA NACION / Emiliano Lasalvia / Enviado especial
Foto: La Nación, Emiliano Lasalvia.

La napa, en consecuencia, sube o baja de acuerdo a la capacidad de absorción de los vegetales que crecen en el suelo. Como consecuencia del cambio en el modelo agropecuario (que va del monocultivo al corrimiento de la ganadería y la deforestación) la napa ascendió: en la década del 70 estaba 14 metros debajo de la superficie. Ahora, se encuentra a 50 centímetros. Bertram utiliza el ejemplo de una maceta y su capacidad de absorber hasta rebalsar.

El panorama es desalentador. Betram entiende que el actual modelo productivo conlleva estas consecuencias: “Es un fenómeno que llegó para quedarse, excepto que tomemos otro camino respecto del consumo de agua. Consumir agua es poner pastura, poner dobles cultivos, forestar ambientes con mayor riesgo. Tenemos que poner especies vegetales que consuman por lo menos lo que está lloviendo en el año. Si no consumimos lo que llueve en el año, con una napa que está a 50 centímetros, esto nos va a traer dolores de cabeza todos los años, inclusive los años en que llueve menos de lo normal”.

Uruguay, atormentado por los pronósticos

EL OBSERVADOR

Una tormenta intensa volvió a golpear el país, el 3 de enero de 2017. Esta vez los destrozos más grandes ocurrieron en Montevideo, donde cayeron árboles y columnas, estallaron vidrios, volcaron autos y volaron contenedores. Y otra vez este fenómeno no fue pronosticado.

Volvió a quedar en evidencia la falta de preparación y la actual presidenta del Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet), Madeleine Renom, incurrió en una contradicción. Mientras que hace nueve meses afirmó que si Uruguay contara un radar doppler este tipo de fenómenos podían ser anticipados, ahora aseguró que los pronósticos adelantados “no se hacen acá y no se hacen en los países más desarrollados del mundo”.

“No es un tema de tecnología, es un tema de la atmósfera que tiene dinámica muy rápida, independientemente de la tecnología. La atmósfera es caótica”, aseguró.

Hasta que a mediados de diciembre Renom fue nombrada presidenta del Inumet, los dos expertos en Ciencias de la Atmósfera, Renom y su colega Marcelo Barreiro, enfatizaban en la necesidad de comprar ese radar. Ambos son profesores de la Unidad de Ciencias de la Atmósfera de la Facultad de Ciencias.

De hecho, el 19 de abril de 2016, luego del tornado en Dolores, realizaron un informe en conjunto que advertía que su adquisición hubiera permitido detectarlo entre 10 y 20 minutos antes de que tocara tierra.

“No tenemos el instrumental, un radar doppler, para poder pronosticar o ver las posibilidades de la ocurrencia de un tornado en una región un poquito más acotada, más centrada”, dijo ese mismo día Renom en una entrevista con el programa radial En perspectiva.

En esa instancia ejemplificó que el radar permitiría hacer “una tomografía de la tormenta” para advertir de nubes de gran desarrollo vertical –que son las que provocan granizadas o corrientes descendentes como las registradas ayer en Montevideo o el 23 de diciembre en San Carlos–. “Con estas nubes de gran desarrollo vertical lo que ocurre es que el aire asciende y desciende muy rápidamente”, había expresado en ese momento.

Falta tecnología

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Mientras que Renom dijo en la conferencia que no hubiera sido posible pronosticar tormentas intensas, su colega de cátedra explicó que sí podría ocurrir si el servicio meteorológico estuviera dotado con la tecnología necesaria.

Faltan radares. Hay en Argentina, Paraguay y Brasil. “El único país que no tiene es Uruguay”, aseguró Barreiro.

De esa manera, el servicio meteorológico no puede hacer un seguimiento de las tormentas y por lo tanto está incapacitado de hacer pronósticos a corto plazo. Esa tecnología permitiría advertir si en una región determinada del país se puede generar un evento intenso con hasta dos horas de antelación.

Inumet funciona con la mitad del puzzle. Puede emitir advertencias sobre condiciones atmosféricas –en Uruguay funcionan con el código de semáforo– y referirse a si hay condiciones para el desarrollo de tormentas intensas, que rigen por tres y seis horas. Pero no están destinadas a establecer qué tipo de fenómeno ocurrirá, en qué parte del territorio y establecer a qué hora va a suceder.

“Lo que se hace en el mundo es que cuando uno lanza esa alerta, al mismo tiempo hay un grupo de meteorólogos dentro del servicio que se dedica al seguimiento de las tormentas con radares”, explicó Barreiro. En Uruguay no es posible hacer ese trabajo.

El experto en Ciencias de la Atmósfera indicó que con un radar en Durazno, en el centro del país, alcanzaría para cubrir “casi todo el territorio” uruguayo. Estimó que tiene un costo de 1 millón de dólares, a lo que habría que sumarle la capacitación del personal.

De hecho, a través de Twitter otros pronósticos advertían de que se venía algo grande en el Río de la Plata. El meteorólogo argentino Christian Garavaglia, funcionario de Meteorología de ese país donde sí hay radar, publicó en la tarde del lunes una alerta oficial por la situación para la provincia de Buenos Aires, y advertía de “ráfagas muy intensas de viento, caída de granizo, lluvias fuertes e importante actividad eléctrica”.

No obstante, la empresa meteorológica brasileña Metsul señaló en su cuenta de Twitter que el fenómeno que afectó a Montevideo fue un “viento descendente” y que el análisis de Inumet fue correcto. “No hay cómo advertir un viento descendente. Pronóstico de Inumet era tormentas puntualmente intensas. Correcto”, agrega.

“Error humano”

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Al mediodía del martes 3 de enero, que fue cuando se produjeron los vientos más fuertes –según la Terminal Cuenca del Plata las ráfagas en el puerto de Montevideo alcanzaron los 134 kilómetros por hora– regía una alerta amarilla que pronosticó rachas de viento de hasta 75 km por hora.

Inmediatamente luego de que comenzaron a registrarse los vientos, la advertencia fue actualizada a naranja para gran parte del país. Inumet reconoció que hubo un “cierto error”, que produjo una demora de 10 minutos entre el paso de advertencia amarilla a naranja.

Sobre media tarde, luego de que habían terminado los vientos, Inumet emitió un “informe especial” que explicaba el fenómeno que había azotado el área metropolitana. “El país se encuentra bajo una masa de aire inestable que produce tormentas puntualmente intensas”, advertía. Por otra parte, indicaba que la imagen satelital mostraba la configuración de un “sistema convectivo conformado por nubes de gran desarrollo vertical”.

A partir de esas nubes verticales de tormenta se generan las corrientes descendentes, una cortina de aire que genera destrozos. “Es una corriente descendente dentro de una tormenta. No fueron más de dos minutos”, explicó Renom en la conferencia de prensa y aclaró que se refirió a la zona costera porque en la estación meteorológica del Prado “no hubo registro de vientos fuertes”.

“No podemos poner alerta roja” por un fenómeno que se registre en la zona costera “por tres minutos”, sostuvo. El presidente Tabaré Vázquez había asegurado el 24 de diciembre que “el país está preparado” para enfrentarse a los eventos atmosféricos adversos. Sin embargo, ni la tormenta de ayer ni todas las del año pasado pudieron ser advertidas con antelación. En el propio Frente Amplio realizaron críticas. “Evidentemente algo no anda bien en Inumet”, escribió en Twitter el diputado del FA, Carlos Varela.


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