Prat-Gay fue un crítico de la suba de tasas de Sturzenegger, porque creía que contribuía a retrasar el repunte de la economía. También criticó la pasividad en el mercado cambiario, se inmiscuyó las metas de inflación y amagó con tomar u$s 4000 millones de reservas. El banquero central se queda sin rival
Con la salida de Alfonso Prat-Gay del Gabinete económico del Gobierno, el presidente del Banco Central (BCRA), Federico Sturzenegger, se queda sin el principal rival de su política monetaria. La tradicional puja entre el poder ejecutivo y la autoridad monetaria uno preocupado por la actividad económica y el otro por la salud de la moneda surgió temprano en el Gobierno de Cambiemos y se extendió durante todo el año y monedas en que mantuvo su cargo el ahora ex ministro. Aquí, un repaso de las principales diferencias que sostuvo Prat-Gay con el banquero central.
El 13 de enero pasado, Prat-Gay primereó al BCRA al anunciar metas de inflación que resultaron ser quizás demasiado optimistas. El establecimiento de metas suele ser atribución de las autoridades monetarias, pero el ministro prefirió establecer las propias temprano en el año: propuso una banda del 20% al 25% para 2016; otra del 12% al 17% para 2017; de 8% a 12% en 2018 y del 5% para 2019.
Convencido de su teoría de que los precios tenían incorporado un dólar al precio blue, la meta de Prat-Gay fue superada por unos 15 puntos porcentuales. En un régimen de metas la credibilidad de los objetivos es esencial para alinear expectativas y que los actores económicos acuerden contratos, aumentos y paritarias de acuerdo a las metas, para evitar así la inercia inflacionaria. Sturzenegger se vió forzado a tomar como "provisoria" la banda de este año para oficializar el establecimiento del régimen para 2017.
Los primeros roces público} entre Prat-Gay y Sturzenegger habían nacido en los primeros días de marzo, con la disparada del dólar de esos días, y había terminado con un almuerzo en Olivos junto al presidente Mauricio Macri. Fue Javier González Fraga, una suerte de mentor de Prat-Gay, el que salió a atacar "la ortodoxia" de dejar flotar al tipo de cambio sin intervenir, cuando la divisa superó los $ 16 y algo de ese movimiento amenazaba mover aún más los precios. Las declaraciones fueron leídas como un ataque desde Hacienda, en un momento en que era habitual escuchar críticas del mercado a la pasividad de Sturzenegger frente a la suba del dólar.
El desacuerdo más común tuvo que ver con las tasas de interés que el BCRA utilizó todo el año para intentar domar a la inflación. A medida que el segundo semestre prometido se retrasaba, la posición de Prat-Gay respecto de la política monetaria se volvía cada vez más pública. A fines de agosto admitió "más bien una discusión de grado, de a qué ritmo hay que bajar la tasa de interés" y, poco después, declaró resuelta a la inflación. En noviembre pasado, tras cuatro recortes consecutivos a la tasa de Lebac que la llevó al 24,75% actual sin que acompañaran nuevos logros en la política de desinflación, bancos de inversión como Goldman Sachs y Citigroup creyeron ver una victoria de Hacienda.
Hubo otro conflicto entre Hacienda y el BCRA que pasó bastante más desapercibido. El 7 de julio el ministro Prat-Gay firmó junto a Rogelio Frigerio y Gabriela Michetti un decreto que autorizaba a colocar una letra intransferible al BCRA por casi u$s 4000 millones, a cambio de reservas del organismo. El mecanismo de financiamiento era exactamente el mismo que usaba el Gobierno anterior para pagar deuda con reservas.
Sturzenegger resistió la posibilidad y se escudó en que la Carta Orgánica del BCRA sólo permite hacer este tipo de operaciones con "reservas de libre disponibilidad" que, por definición, la entidad no tenía en momentos en que u$s 5000 millones de reservas eran un préstamo acordado con bancos privados extranjeros.
GUILLERMO LABORDA
La Argentina suma una nueva paradoja: se esperaba del primer ministro de Macri en lo económico que tuviera una duración breve, efímera, porque era quien supuestamente debía hacer un feroz ajuste y no iba a poder resistir mucho en el cargo. Prat Gay se va del Gobierno al año de haber asumido, pero sin haber efectuado ningún ajuste en las cuentas públicas. Es lo paradójico. Lo que criticó al llegar al 5 piso del Ministerio de Hacienda es lo que deja. ¿Y ahora? El Gobierno vuelve al casillero de salida tras doce meses y con la misma tarea por delante en lo que de cuentas públicas se trata. Es más difícil reducir dos puntos del PBI el rojo fiscal que cerrar un acuerdo con los holdouts.
La salida de Prat Gay se da por una repetición de tarjetas amarillas. Ya estaba enfrentado con Federico Sturzenegger, con Carlos Melconian, y en los últimos treinta días se sumó a ese club Mario Quintana. Rogelio Frigerio adhería en silencio. El propio Quintana le frenó la iniciativa de Prat Gay de llevar a 45 por ciento la alícuota de Ganancias para los empleados de salarios más altos. Era un Machinea 2, por el impuestazo del exministro de De la Rúa al asumir en diciembre del 99. Y buceando en el ADN de Prat Gay, no hay ninguna muestra que lo relacione al PRO. Fue el propio Luis Caputo que lo acercó a Mauricio Macri hace dos años en el country Cumelén, en La Angostura.
El timing de la salida de Prat Gay se da antes del cierre del blanqueo, proceso que le hubiera proporcionado más oxígeno dado que se encamina a alcanzar monto récord. La mesa chica, Marcos Peña, Quintana y Gustavo Lopetegui, vieron la necesidad de que la remoción fuera esta semana. Y Mauricio Macri, como ya hiciera con Guillermo Dietrich e Isela Costantini, avaló.
El reemplazo fue fácil. En primer lugar, para que Luis Caputo se quede a cargo de la estratégica área de Finanzas, había que ascenderlo y no relegarlo a ser segundo de otro ministro. En momentos en que la Argentina debe salir a buscar 30.000 millones de dólares en los mercados, no se puede dar el lujo el Gobierno de dejar ir a Caputo. Pero este funcionario en realidad ya tenía vuelo propio. Hablaba directamente con Mauricio Macri y con Mario Quintana sin pasar por Prat Gay. Lo mismo hacía con Sturzenegger o Melconian. Es el primo de Nicolás Caputo. Su relación con Prat Gay no era la de antes. La salida de Luis Blaquier del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de ANSES debió ser cubierta por un hombre de Prat Gay. Finalmente se aprovechó Emilio Basavilbaso de esa lentitud del entonces ministro y cubrió ese cargo, que es estratégico para el ministro de Hacienda (el FGS es un comprador vip de bonos).
Arribo
Y Nicolás Dujovne llega tras haber estado un año en la Fundación Pensar durante la campaña de 2015. Era el experto en cuestiones fiscales. Conoce y se lleva bien con todos los economistas del Gobierno. Con Frigerio compartieron el hecho de ser integrantes del equipo de Roque Fernández y Pablo Guidotti. Sturzenegger le ofreció apenas asumió ser el vicepresidente o director del BCRA, lo que fue rechazado por el ahora ministro. A Melconian lo conoce desde que estaba a cargo del área de Research del Banco Galicia, puesto al que fue recomendado por Miguel Bein. Pero más relevante que el fin a la grieta es que llega un fiscalista a Hacienda. Lo ideal, como señalara el propio Pablo Guidotti en una entrevista con Ámbito Financiero hace un año, es que "el que gasta se ocupe de conseguir cómo pagar". Traducido, significa que Hacienda tenga a Finanzas bajo su órbita. No pudo ser en esta ocasión.
Le toca a Dujovne una tarea difícil por delante. Va a encararla. Es lo que habló ayer con Marcos Peña en una reunión por la tarde. Sabe Dujovne también que el actual rojo fiscal se lo puede financiar en 2017, pero en 2018 el mercado no le prestará para cubrir semejante deficit de 5% del PBI. O de 7% según como se lo mida. Seguramente armará un equipo con especialistas en el área. Podrían ser Javier Finkman, Nicolás Gadano. Macri lamentablemente no puede rebobinar. Nunca tuvo un equipo económico. Eran funcionarios sueltos. Ahora se acabó la grieta. Pero debe aparecer el cartonero, es decir, el que cuide el gasto.