En las empresas y cámaras mineras se festejó, con tanta satisfacción como cautela, la tregua Senado-PEN-Provincias, que alejó del radar por una semana el peligro de las odiosas retenciones.
DANIEL BOSQUE*
El debate en la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara Alta fue típicamente argentino (lo que hoy define a este gentilicio): poca capacidad de escuchar, ribetes de groserías, hoguera de vanidades, prisa, improvisaciones, contradicciones, y de broche final un entendimiento que sin dudas se negoció en otros despachos y pasillos.
Entre Diputados y la cámara alta, el proyecto exprés de Massa-Kicillof ganó miles de centímetros en la prensa, sobre todo en las provincias. Y seguramente el fiasco de José Luis Gioja, quien pasó de superminero a retencionador fue un aviso para legisladores cordilleranos diletantes entre su pejotismo ávido de abofetear a Macri y el temor al escrache por el daño a infringir a sus provincias.
Empresarios mineros y legisladores llevaron a la escena de la discordia parlamentaria las declaraciones de Héctor Laplace y AOMA, como un as de espadas para mostrarles a massistas, kirchneristas y cegetistas, que se puede defender una tabla más justa del Impuesto a las Ganancias, que pagan en su mayoría los obreros mineros, pero no asesinando sus puestos de trabajo.
Los peronistas quieren y desconfìan de un foro multisectorial. Que puede resultar en aquello de que "para no resolver nada, lo mejor es hacer una comisión", como decía el propio Perón o hasta para terminar llevando Ganancias a lo que fue Tarifas, un bodeville nacional que terminó en la Corte de Justicia. Por lo pronto, Macri ya se curó en salud y sacó al impopular impuesto del aguinaldo sub $15.000.
¿Y qué de la minería?, el after day del armisticio está siendo pródigo en voces, otro rictus argentino. Sergio Uñac, por ejemplo, fustigó el proyecto de su tocayo Massa, cuyos flecos desprolijos fueron invocados desde la Casa Rosada para levantarle el cerco. Y Axel Kicillof se relamía diciendo con esu dislate de que lo que más le duele a Mauricio, del proyecto opositor, eran las retenciones a la industria minera.
Mientras tanto, los referentes de la minería argentina hacen por estas horas su propio inventario y control de daños. En el cual sin duda anotan la debilidad y el sesgo que tiene su trabajo en el imaginario popular. La idea de un quehacer destructor y saqueador se ha magnificado con esta última aventura legislativa, que tenía otros fines pero que hermanó a las faenas mineras con los casinos y la bicicleta financiera. Un lugar en el que nadie quiere estar.
Contado por testigos: al término de la sesión de ayer, un empresario del sector de San Juan tomó un taxi en las adyacencias del Congreso Nacional. En la radio, Víctor Hugo Morales entrevistaba al anti minería Enrique Viale, quien denunciaba como Veladero, Alumbrera y Pirquitas son el reino de la "depredación ambiental y el cáncer". El diálogo posterior entre taxista y pasajero reveló la identidad cuyana de este último.
-¿Allí la minería les destruyó todo y los llenó de enfermedades, verdad?, preguntó el taxista
- Sí mi amigo, en mi familia ya nacieron varios con dos cabezas y cuatro penes, fue la respuesta irónica.
Tras la despolilante conversación, el minero cuyano se quejaba amargamente de la “porteñitis aguda” que enjuicia a la minería y no al Riachuelo, el smog metropolitano o el glifosato de las pampas.
Con retenciones o no, la marca Minería Argentina está muy dañada y a los que impulsan este sector les espera mucho trabajo por delante.
*Director de Mining Press y EnerNews