La petrolera estatal saudita busca expandir sus operaciones petroquímicas para convertirse en una energética integrada como Exxon Mobil
Saudi Arabian Oil Co. ha sido desde hace varias décadas el mayor productor mundial de crudo. Ahora, sin embargo, quiere ser mucho más que eso, como muestra un nuevo complejo petroquímico.
Entre las plantaciones de maíz aquí en Holanda hay una maraña de tubos, tanques y catalizadores que la empresa utiliza en su planta Arlanxeo para transformar el petróleo en caucho sintético para productos que van desde mangueras para motores de autos hasta corchos plásticos para vinos.
Aramco, como se conoce a la petrolera estatal saudita, se enfocaba hasta hace poco en bombear grandes cantidades de petróleo y, como lo hacían las compañías de Standard Oil, de John D. Rockefeller, procesarlo en sus refinerías. Ahora, busca expandir sus operaciones petroquímicas para convertirse en una energética integrada como Exxon Mobil Corp., entre otras.
A miles de kilómetros, cerca de la ciudad saudita de Al Jubail, un ejército de trabajadores está finalizando el complejo petroquímico de US$20.000 millones llamado Sadara, una empresa conjunta de Aramco con Dow Chemical Co. Sadara usará etano refinado por Aramco para producir un petroquímico llamado butadieno que enviará a instalaciones alrededor del mundo.
Aramco, una de las compañías más poderosas y herméticas del mundo, está en medio de una transformación sin precedentes en momentos en que el derrumbe del precio del petróleo ha socavado sus ingresos y la incertidumbre nubla el futuro de la demanda de combustibles fósiles.
Su transformación está entrelazada con un plan a largo plazo del príncipe heredero sustituto para diversificar la economía de Araba Saudita. Al posicionar a Aramco para que genere más empleos en el país e ingresos más allá del crudo, la empresa apunta a proveer el financiamiento necesario para hacer realidad la visión del príncipe.
La meta estratégica de Aramco es crear una red global de plantas refinadoras y petroquímicas que permitan a Arabia Saudita convertir su principal activo en cientos de productos de mayor valor cruciales para la vida moderna, desde goma de mascar a autopartes.
Para extraer capital del crudo aún bajo tierra, Aramco planea otra ambiciosa maniobra: una salida a bolsa en 2018 que podría ser la mayor de la historia. La empresa afirma tener 261.600 millones de barriles de petróleo por extraer, aproximadamente 20 veces el inventario de Exxon Mobil.
“Las capacidades de Aramco serán desatadas por completo”, dijo Khalid al-Falih, ministro de Petróleo y presidente de la junta de Aramco, en una rueda de prensa este año. “La compañía podrá hacerse global en múltiples maneras”.
Aramco no quiso contestar preguntas detalladas. En septiembre, su presidente ejecutivo,Amin Nasser, indicó que la empresa estaba interesada en ampliar la industria petroquímica ya que la región del Golfo Pérsico obtenía apenas 2,5% de los ingresos de ese sector y tenía menos de 1% de sus empleos.
Las medidas de Aramco la posicionan para un futuro en el que la demanda de crudo llegue a su cénit y poseer reservas ya no sea tan atractivo. Incluso si la adopción de vehículos eléctricos y combustibles alternativos se dispara, la demanda de petroquímicos probablemente se mantendrá sólida. Al desarrollar más plantas químicas propias, Aramco podría atraer trabajos e ingresos al reino.
La reinvención de Aramco como una empresa de capital abierto enfocada en producir gasolina, diésel y químicos especiales podría significar que el país tenga que abandonar su papel tradicional como el líder de facto de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, ya que los accionistas desaprobarían el uso de capacidad de producción ociosa para tratar de controlar los precios, según consultores.
Además, no queda claro cuántos cambios ocurrirán realmente en Aramco o en la economía saudita. El gobierno depende del petróleo para generar gran parte de sus ingresos y desde hace décadas ha manifestado la necesidad de diversificar la economía, pero no ha habido cambios materiales.
La estrategia de poseer directamente más plantas petroquímicas ha sido adoptada por grandes empresas como Exxon Mobil y Royal Dutch Shell PLC. “Aramco es la potencia en el área del petróleo. Quieren ser más grandes en química”, dice Matthias Zachert,presidente de la junta de Lanxess AG, empresa conjunta alemana de Aramco. “Pero uno no crea una compañía química líder de la noche a la mañana”.
Varios asesores involucrados en la salida a bolsa dicen que la transformación será tan compleja que podría prolongarse más allá de 2018. La participación de 5% que prevé colocar Aramco, que ha sido valorada entre US$2 billones y US$3 billones, es tan grande que para hallar suficientes inversionistas podría tener que cotizar acciones en varias bolsas y hacer frente a múltiples regulaciones de divulgación financiera, algo particularmente difícil debido a sus profundos lazos con el reino.
El rey Salman bin Abdulaziz ya sacudió la élite gobernante de Arabia Saudita al darle más poder a su hijo, el príncipe heredero sustituto Mohammed Bin Salman. El príncipe, de 31 años, sigue adelante con un plan que delineó la consultora McKinsey & Co. para poner fin a la dependencia del petróleo. En mayo, propuso la salida a bolsa de Aramco y la transferencia de los ingresos de la operación a un fondo soberano que invertirá en otros sectores.
El príncipe trabaja con Falih y un círculo estrecho de asesores para trazar el futuro de Aramco y la economía saudita, según fuentes. La petrolera no quiso poner a disposición a ningún ejecutivo para entrevistas. Un vocero del príncipe se negó a hacer comentarios.
Aramco posee, directamente o a través de empresas conjuntas, plantas capaces de procesar 5,4 millones de barriles diarios de petróleo en mercados que son sus mayores clientes: Estados Unidos, Corea del Sur, Japón y China, además de Arabia Saudita.
Aramco tiene sus raíces en Texaco y Standard Oil of California, que formaron una sociedad que halló enormes depósitos de crudo en la península arábiga. A principios de los años 70, el reino compró una participación en Aramco y para los años 80 adquirió el total.
En 1991, Aramco comenzó a mirar al extranjero al comprar una participación en una refinería surcoreana, a la que suministraría petróleo durante dos décadas, términos que repetiría en otros acuerdos. A lo largo de los años, compró y construyó más refinerías.
No obstante, Aramco seguía enfocada casi por completo en la producción de crudo. Los primeros indicios de una nueva estrategia surgieron en 2011, cuando se asoció con Dow Chemical para crear Sadara, uno de los mayores complejos petroquímicos del mundo.
Falih, entonces presidente ejecutivo de Aramco, afirmó que la empresa se convertiría “en la compañía energética integrada líder a nivel mundial para el año 2020”.
Las ventas de petróleo de Arabia Saudita enfrentaron nuevas presiones a partir de 2012 conforme Nigeria y Angola, desplazadas del mercado estadounidense por el abundante crudo de esquisto, empezaron a competir con Aramco en Asia. La demanda se estancaba y los países buscaban limitar el uso de combustibles fósiles.
Poco después de que los precios del petróleo empezaran a caer en 2014, Zachert, de Lanxess, sugirió un acuerdo a Aramco por el que la petrolera pagaría US$1.200 millones por la mitad de la empresa química alemana y crearía Arlanxeo. La sociedad tiene su sede en un parque industrial en Holanda llamado Chemelot. Tres ejecutivos de Aramco se trasladaron a Holanda para ayudar a dirigir una empresa con 20 fábricas en América Latina, América del Norte, Europa y Asia.
El objetivo es atraer a fabricantes que utilicen la producción química de Sadara al tiempo que se benefician de la infraestructura. Eso completaría un círculo, permitiendo a Aramco usar su cadena de extracción, refinación y procesamiento de petróleo para abastecer al sector manufacturero con sede en Arabia Saudita, uno de los ocho grupos a los que apunta el plan de diversificación económica para expandir la economía.