RICARDO ALONSO
¿Quién no ha visto alguna vez un pan de sal?
Los burritos cargados con esos bloques salinos todavía circulan por nuestra geografía andina como un recuerdo atávico de épocas de intensa caravanería indígena.
Las llamas, las mulas, los carros y más tarde los camiones y los trenes han sido el móvil para transportar los panes de sal desde la Puna o el Altiplano a los valles húmedos orientales y a las extensas llanuras del oriente: el Gran Chaco sudamericano.
La sobreabundancia de sal en los salares andinos y su absoluta escasez en las llanuras húmedas, marcó una notable asimetría que generó un intercambio comercial desde los tiempos precolombinos.
En la cueva de Inca Viejo, en la Puna, al este del salar de Ratones, hay un tiro de llamas llevado por un indígena que se correspondería con ese transporte de sal. Y dentro de la cueva, suficientes evidencias de maíz, plumas de colores, semillas y otros objetos de los espacios bajo andinos.
Escritores de fama como Héctor Tizón, Francisco Zamora en "El llamaviento" o Fausto Burgos en su novela "El Salar", son algunos de los que hacen memoria del sufrimiento de aquellos hombres que bajo el sol quemante de la Puna cortan la superficie del salar con rústicas hachas, castigados por el surumpio que ciega y por el viento que reseca y apergamina la piel. La sal de los salares puneños, que nada tiene que ver con antiguos mares desecados como sostienen algunos viajeros por simple sentido común, ha sido valorada desde antiguo, no solo por los indígenas que la explotaron y transportaron a las tierras bajas, sino también por los españoles que la utilizaron ampliamente en los procesos de metalurgia de los metales preciosos.
LA SAL Y NOSOTROS
La sal es químicamente cloruro de sodio y recibe el nombre mineralógico de halita. Es uno de los pocos minerales comestibles y al mismo tiempo fundamental para conservar los alimentos. Su defecto o exceso en el organismo están directamente relacionados con la salud humana.
Desde la formación geológica de la Puna y su proceso de aridización, la sal se ha estado acumulando en sucesivas épocas.
Aproximadamente entre 7 y 5 millones de años atrás se formaron grandes salares que luego fueron deformados por la tectónica andina y hoy yacen formando serranías de sal gema en los bordes de algunos de las principales cuencas de la Puna Austral. Grandes cuerpos de sal, con decenas de kilómetros de extensión, se encuentran en los bordes de los salares de Antofalla, Arizaro, Hombre Muerto y Pastos Grandes, acompañados por yeso y en algunos casos boratos.
Tanto la sal de roca, como la sal de las salinas y salares, han sido objeto de explotación desde tiempos prehispánicos. Aún se conservan cicatrices de explotación de los indígenas y algunos de sus rústicos instrumentos de piedra con los cuales las reducían a bloques manejables al lomo de los animales. En muchos de los cuerpos de sal de roca vieja se encuentran cavernas y otros rasgos de disolución.
A veces aparecen crecidos grandes cristales cúbicos de sal transparente o con ligeras tonalidades rojizas a raíz de las arcillas que los colorean. Esos cristales cúbicos perfectos, con todas sus caras, eran llamados "sal de compa" y se les atribuían propiedades medicinales.
LOS DISTINTOS TRATAMIENTOS
La sal de los salares de la Puna se explota de distintas maneras comerciales. La más común y artesanal son los panes cortados con hachas por parte de los habitantes del lugar. En algunos casos estos panes se han utilizado para crear rústicas construcciones como ocurre con el hotel de sal de Uyuni o con una construcción similar en las Salinas Grandes de Jujuy. Además se puede trabajar para tallar diferentes artesanías.
La otra manera de producir la sal es cavando en el salar piletas de evaporación en la propia costra salina y alcanzando el nivel de la salmuera que está a unos 25 o 30 cm de profundidad. Esa salmuera está muy concentrada en sales disueltas al punto que supera en 10 o 15 veces al agua de mar. Ello hace que al quedar expuesta a la atmósfera y dadas las condiciones climáticas de sequedad de la Puna, la salmuera se evapore rápidamente aumentando aún más su concentración. De esta manera se empiezan a formar unos cristales chatos llamados "raft" o balsas que se hunden y acumulan en el piso de la pileta excavada manualmente.
Una manera de acelerar el proceso es espolvorear sal fina en la salmuera para que los pequeños cristales actúen como semillas o centros de nucleación logrando un crecimiento rápido. Cuando se acumula una cantidad importante se extrae con una pala y se pone al costado de la pileta para que se seque. Esa sal es de mejor calidad y se la puede yodar y usar para el consumo humano.
El yodado es esencial para la prevención del bocio, una enfermedad endémica que se produce por la ausencia de ese importante elemento químico. También se puede usar dicha sal para conservar alimentos, fabricación de pan y otros usos menores. Un tercer tipo de sal es la de raspado y consiste en raspar con la cuchilla de una motoniveladora la costra blanca de sal que se forma por desecación al final del verano. Se van formando así cordones laterales de sal, en los sectores por donde pasa la máquina, los que luego se concentran en una pila mayor. Esa sal se puede utilizar para muchos tipos de procesos industriales.
En los países donde la nieve se convierte en hielo en las carreteras, la sal se utiliza porque es un descongelante natural, eficiente y barato.
LA MEMORIA DE LA SAL
Los salares de la Puna contienen cientos de millones de toneladas de sal. Atacama en Chile es el lugar puntual donde más sal se acumuló en todo el planeta.
Al igual que los hielos en los glaciares de montaña, o en la Antártida, que guardan la memoria del clima de cientos de miles de años atrás, los salares son también reservorios naturales donde está escrita la historia pasada.
Los testigos de las perforaciones, o sea los tubos de materiales cortados a lo largo de decenas o centenas de metros, pueden estudiarse por las formas de los cristales de sal allí presentes, sus inclusiones fluidas, por la isotopía de los elementos químicos, por las intercalaciones de materiales arcillosos o de cenizas volcánicas, por la materia orgánica, el polen, las diatomeas y muchas otras evidencias directas o indirectas del clima del pasado.
Son las páginas de un libro escrito por la naturaleza.
Basta mirar un pan de sal para darse cuenta de sus pares de capas blancas y marrones. Las capas blancas se forman cuando hay una mayor disolución y vuelta a concentrar de las sales, mientras que las marrones son la consecuencia de largos inviernos y años secos donde se acumula polvo eólico sobre la superficie del salar.
Ellas representan años con más agua (mayor grosor de las capas blancas) o años más secos (mayor grosor de las capas marrones). Esto a su vez está relacionado con los años llamados "normales" o bien con los años El Niño o con los años La Niña. Aun cuando no tiene nada que ver y, tomado solo como una curiosidad, los incas realizaron ofrendas o capacochas, sacrificios de niños en Salinas Grandes, como lo demostró un reciente trabajo del arqueólogo Javier Patané Aráoz.