En un ritual que se lleva a cabo fuera de cámaras, el Día de la Investidura, en enero, el "maletín nuclear" de EE.UU. va a cambiar de manos y el Presidente Donald Trump recibirá una tarjeta, a la que a veces se le dice el "bizcocho". La tarjeta, que lo identifica como comandante en jefe, contiene los códigos nucleares que se utilizan para autentificar la orden de lanzar un ataque nuclear. En ese punto, si quisiera, Trump puede lanzar algunos o los dos mil misiles nucleares estratégicos de la nación.
Su poder no tiene restricciones constitucionales que le impidan hacerlo. Aun cuando todos sus asesores hayan aconsejado lo contrario, mientras sea claramente el Presidente el que da la orden, esta se tiene que cumplir. No hay controles ni balances en el sistema. Además, una vez que se da la orden, es probable que sea solo cosa de minutos para que esta se pueda anular. Una vez que los misiles van en vuelo, no se los puede hacer volver o desarmar. Trump, de acuerdo con lo que ha dicho, no toma esta responsabilidad a la ligera. En realidad, a menudo ha establecido que cree que las armas nucleares representan la mayor amenaza para la humanidad y que no va a ser arrebatado (en el uso de armas), "como algunos podrían pensar". Pero en común con sus predecesores, no descarta su uso.
Con poco más de 10 minutos para tomar una decisión que podría matar a cientos de millones de personas, incluso el individuo más tranquilo estaría bajo una tensión intolerable si le informaran que EE.UU. está bajo un ataque inminente. No es culpa de Trump que se considere ampliamente que el sistema, en el que la fuerza vulnerable de misiles instalados en tierra se mantiene en alerta máxima, es inherentemente peligroso. Sin embargo, ningún ex Presidente, lo que incluye a Barack Obama, ha hecho algo por cambiarlo.
Más inquietante sería cómo Trump podría actuar en un enfrentamiento en escalada si Rusia hiciera resonar mucho más fuerte su sable nuclear. Es posible que su deseo manifiesto de ser amigos con Vladimir Putin pueda ayudar a apaciguar una situación peligrosa. No obstante, él es, desafortunadamente, sensible a las críticas e incapaz de quedarse callado ante lo que él perciba como un ataque (verbal) ligeramente malévolo.
Igualmente, disfruta siendo jactancioso y es conocido por ser reacio a recibir consejos. Marco Rubio, un contendor en la carrera por la nominación republicana, puso en duda que él tuviera el temperamento para tener a su cargo los códigos nucleares. Hillary Clinton pensó lo mismo. Y tenían razón para hacerlo. Pero ahora es Trump, no ellos, quien va a recibir el "bizcocho".
Corea del Norte ha replicado de forma presurosa a la elección del nuevo presidente de EEUU advirtiendo de forma tácita a Donald Trump que no cambiará su estrategia nuclear pese a los guiños que había realizado este último en el pasado hacia Pyongyang.
"La esperanza que tiene Washington sobre la desnuclearización de Corea del Norte es una ilusión anticuada", escribió este jueves el periódico Rodong Sinmun, el órgano de expresión del gobernante Partido de los Trabajadores.
Por su parte, la agencia estatal KCNA exigió que EEUU reconozca "oficialmente a Corea del Norte como un estado poseedor de armas nucleares" y aplique "al país las mismas políticas que a otros estados con armas atómicas. Es imposible forzar al país a desmantelar sus armas nucleares".
Ninguno de los dos medios utilizaron el nombre de Trump en sus textos aunque los expertos en asuntos coreanos no dudan que se trata de un primer mensaje dirigido hacia el vencedor de los comicios, al que Pyongyang había otorgado en el pasado un inusual apoyo al referirse a él como un "político sabio" y un "candidato con visión de futuro".
El aviso de Pyongyang coincide con la primera conversación telefónica de lapresidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye, y Trump, que según la agencia surcoreana Yonhap, hablaron durante 10 minutos en los que el norteamericano prometió a su contraparte que Washington mantendrá un defensa "firme y fuerte" de su aliado asiático.
Seúl alberga serias dudas sobre la futura política de Trump respecto a la Península coreana a tenor de las declaraciones que ha realizado en los últimos meses, cuando exigió que Corea del Sur asuma el gasto total del despliegue de los cerca de 28.500 soldados estadounidenses que permanecen en ese territorio o incluso que desarrolle sus propias armas nucleares para hacer frente al desafío de su vecino norteño.
Bajo el acuerdo actual -que debe renegociarse a partir de 2018-, Seúl paga sólo la mitad de los cerca de 900 millones de dólares que requiere la presencia de estos militares.
"El algún momento tenemos que decir: '¿Sabes qué? Estamos mejor si Japón se protege a si mismo contra ese maníaco de Corea del Norte'. Estamos mejor, francamente, si Corea del Sur empieza a protegerse a si misma", manifestó el entonces candidato.
Trump también dijo que pensaba invitar a Kim Jong-Un a discutir en torno a una "hamburguesa" y sugirió que el problema norcoreano debía ser responsabilidad de China y no de EEUU.
Los especialistas en la Península asiática coinciden que el triunfo de Trump reforzará las peticiones para que Seúl se dote de su propio arsenal atómico, una opción que había frenado Washington hasta ahora, aunque disienten en la viabilidad de esa hipótesis ante las reticencias internacionales que provocaría, especialmente en China.
"Los que apoyan el armamento nuclear piensan que la victoria de Trump es una oportunidad de oro para promover esa opción", declaró Yang Uk, investigador del Foro de Defensa y Seguridad de Corea, a la página especializada NK News.
Sin embargo, los expertos también reconocen que el desafío de Corea del Norte constituye uno de los ejes centrales de la política externa de EEUU toda vez que es muy probable que durante el mandato de Trump, Pyongyang adquiera la capacidad para lanzar un misil intercontinental capaz de alcanzar el territorio norteamericano, algo que hasta ahora sólo pueden hacer dos rivales de Washington: China y Rusia.
Pese a las palabras que realizó durante la carrera hacia la presidencia -que podrían inducir a pensar que Trump quiere negociar directamente con Kim Jong-Un-, la historia recuerda que en su libro La América que nos merecemos -publicado durante su primer asalto a la Casa Blanca en el 2000- abogó de forma explícita por bombardear las instalaciones nucleares de Pyongyang.
"De todos los presidentes (de EEUU) de los últimos años, Trump es el menos predecible cuando hablamos de política exterior", reconoció Andrei Lankov, un reconocido experto en Corea del Norte.