El secretario de Hidrocarburos del ministerio de Energía, José Luis Sureda, lo afirmó durante el sexto Congreso Congreso de Producción y Desarrollo de Reservas de Hidrocarburos del Instituto Argentino del Petróleo y del Gas (IAPG).
"Pensamos pasar del 2% de la participación de renovables hoy en generación eléctrica -sin considerar la hidráulica- a 20% en 2025, lo que significa un crecimiento de 10 veces", señaló Sureda.
"Este plan de desarrollo para la Argentina, lo estamos pensando de aquí al 2025 con independencia de si estamos o no estamos, queremos dejar un plan que los que vengan lo multiplicaran, tenemos que marcarnos un rumbo de 10 años para poder trabajar saliendo de la inmediatez de lo diario", agregó.
El secretario remarcó que en Argentina la energía renovable es competitiva con un ciclo combinado de gas natural y que "hay que estimular esa competencia y eficiente, por que es buena para el país".
En su exposición hizo referencia también a la situación actual de las energías renovables en nuestro país al describir que en la Puna existen 300 megavatios con 600 hectáreas de paneles "que van a obligar a transportar durante 6 meses, 80 camiones por día".
Por otro lado, Sureda enfatizó sobre la importancia de desarrollar el yacimiento petrolífero Vaca Muerta, ubicado en Neuquén, proceso que, según previó, se iniciará hacia fines de 2018 y principios del 2019.
"Es una bendición para Argentina, solo si somos capaces de honrarla con trabajo eficiente, dejando de lado paradigmas o conceptos fijos", señaló sobre el yacimiento petrolífero.
A su vez, remarcó que desde la cartera están trabajando desde distintos frentes para tener costos razonables, "que se logran a través de productividad, a través de ciencia y tecnología y de una buena infraestructura para facilitar el desarrollo", puntualizó.
NICOLAS GALLO*
Todos los estudios confluyen en un par de números. Argentina necesita incorporar del orden de los 2500 MW de potencia para ganar la carrera contra el déficit actual y 1500 MW por año para cubrir las necesidades del crecimiento.
Sin embargo, al identificarse solo la potencia, no se conoce la estructura de la demanda de energía; cuánto es de base y cuánto es de punta. Tampoco se sabe si la distribución geográfica proyectada, más allá de la interconexión nacional del sistema, estimula estrategias de desarrollo regional, en particular con las soluciones de propósitos múltiples.
Asimismo, al agregar como equivalentes a las energías renovables no convencionales que tienen las limitaciones propias de la intermitencia de sus fuentes principales, el viento y el sol, se comete un error de suma.
Como en esta y tantas otras materias de la economía de un país, Argentina está falta de planes comprensivos. Las proyecciones preparadas por la cartera a cargo del área son representativas de un desiderátum del sector, pero no muestran su relación con el desiderátum de un país ávido de la armonía de un crecimiento equilibrado.
En la falta de un plan integral de desarrollo, reside la gran falencia de las políticas sectoriales. Los especialistas pueden acercar diferentes soluciones técnicas para incrementar la oferta, pero sin tener una visión consensuada del futuro, se pierde la efectividad de los esfuerzos.
La reciente convocatoria para energías renovables, además de la oportunidad y gran respuesta, reclama otras lecturas. Se desconoce por qué se continúa ignorando a la energía hidroeléctrica (salvo la muy pequeña) como fuente renovable. Hoy se explota solo el 30% de los 33.000 MW del potencial de ese origen, a pesar de que existen en los archivos ministeriales no menos de 11.000 MW en proyectos estudiados que solo requieren revisión crítica para su actualización. Aún más, con precios similares a los de las energías no convencionales, se abrirá el panorama para una masiva incorporación del capital privado en hidroelectricidad.
A su vez, si se observa el crecimiento comparado en las últimas 3 décadas de la oferta de energía en base a combustibles fósiles y la oferta de energía de origen hidráulico, se constata cómo nos hemos ido alejando de nuestros compromisos con el cuidado del medio ambiente. De un promedio del 55% al 45% de térmica e hidráulica respectivamente entre los años 1983 y 2000, hoy la proporción es del 70% y 30%.
La desinformación y confusión que genera en la comunidad la deficiente utilización de términos relativos a la energía como: “Renovables”, “Sustentables”, “Limpias”, “Convencionales”, “Alternativas”, etc., no colabora para diseñar una correcta matriz energética. Toda producción de energía implica una transformación física y química; en todas hay un intercambio, con mayor o menor impacto ambiental. La energía no es limpia ni sucia; sucias o limpias son las tecnologías para producirla.
Nuestro potencial de energía eólica es quizás uno de los más importantes del mundo. Empero, al igual que la energía solar, por el carácter intermitente, su aporte al sistema nacional no podría superar la reserva total de dicho sistema. Los casos aislados no conectados, como por ejemplo para producción y reserva de agua potable; procesos industriales que permiten la intermitencia; o planes como el PERMER que abasteció la demanda en miles de escuelas y ranchos de la Puna representan números de gran valor cualitativo pero pequeños en cantidad.
Ninguna tecnología de generación energética puede, por sí sola, solucionar los problemas energéticos de la Argentina ni de ningún país. Argentina tiene el privilegio de poder acceder a todas las fuentes: nuclear, térmica, hidráulica, eólica, solar, biomasa y mareomotriz. Ello nos obliga a explorar y explotar racionalmente todos los recursos naturales, renovables y no renovables, sin limitaciones y a la luz de los últimos avances tecnológicos a nivel mundial para adoptar las mejores alternativas, sin exclusiones, con la mejor combinación entre fuentes y necesidades.
La energía es sinónimo de desarrollo. Las curvas de demanda representan las curvas del crecimiento económico. Con una clara visión de lo que queremos para nuestro país y de su equilibrio regional en el desarrollo interno físico y humano, será posible despejar las sombras que nos acechan cargadas de incertidumbres, y prender las luces que nos orienten.
Una lógica coherencia en los egresos públicos expresados en el presupuesto, que respondan a las necesidades de una realidad total y huyan de la tentación de las impactantes soluciones parciales será la mejor respuesta.
*Ex ministro de Obras Públicas