Barrick Argentina anunció la designación de Jorge Palmés como gerente general ejecutivo de la mina Veladero, con efecto a partir del 7 de noviembre próximo. El nuevo ejecutivo es oriundo de esta provincia y cuenta con más de 20 años de experiencia en minería en América Latina, incluyendo seis años en Veladero como Superintendente de Procesos entre 2000 y 2006.
A lo largo de su carrera, Palmés se ha distinguido por su capacidad para la ejecución y la aptitud para impulsar mejoras en la eficiencia y la productividad. Cree que la seguridad de las personas y el cuidado del medioambiente deben constituir la principal prioridad. Del mismo modo, entiende la importancia de desarrollar y mantener sólidas relaciones con las comunidades y otros grupos de interés.
Cabe destacar que Palmés trabajará de manera estrecha con Juan Bautista Ordóñez, director ejecutivo de Barrick en Argentina, y contará con el apoyo de Scott Campbell, quien ha sido designado gerente general adjunto. En tanto, Michael Meding fue nombrado jefe de gabinete,cuyo foco estará centrado en la mejora del negocio. Con la transición de Meding a su nueva función, la compañía espera anunciar en las próximas semanas la designación de un nuevo gerente financiero para la Argentina.
Jorge Palmés comenzó su carrera en 1986 como ingeniero metalúrgico en Ducilo Mining Company (DuPont), en Argentina. Trabajó en Veladero desde 2000 hasta 2006, antes de pasar a posiciones de mayor jerarquía, incluyendo la gerencia general de la operación Gualcamayo, de Yamana, y la vicepresidencia de operaciones en la mina Cerro Vanguardia, de AngloGold Ashanti. Más tarde se convirtió en vicepresidente senior y gerente de AngloGold en Argentina.
Tiene una licenciatura en Ciencias, Ingeniería de Minas y Minería de la Universidad Nacional de San Juan, y una maestría en Ingeniería de Minas de la Universidad de British Columbia, en Vancouver (Canadá). Además completó un curso de posgrado en Administración en la Universidad de Columbia, en Nueva York.
La Nación fue el único medio nacional que compartió una visita organizada por la Barrick a Veladero, el yacimiento a 5000 metros de altura en el valle del Cura y apenas a cuatro kilómetros del lado argentino del proyecto Pascua Lama, que la firma canadiense suspendió hace tres años por la decisión de la justicia y la Superintendencia del Medio Ambiente chilenas ante la detección de daños ambientales.
Miguel Martín, gerente de Comunicaciones de Barrick Argentina, deslizó que la intención es revitalizarlo explotando el 25% del yacimiento del lado argentino.
El recorrido original sólo preveía la visita al valle de lixiviación donde se produjo, el 8 de septiembre pasado, el segundo incidente. Por pedido de este medio se agregó una parada en el socavón Filo Fernando, que está operando en las fases 3 y 4, tiene una profundidad de 645 metros.
El diseño considera la explotación hasta la fase 7, terminando con un tamaño de 2000 metros por 1000 metros y una profundidad de 735 metros.
Desde 2006 -cuando comenzó la explotación- se realiza una voladura diaria; la mina tiene dos socavones, Filo Fernando y Amable, que se agotó; fue explotado en tres fases y terminó con un tamaño de 1100 metros por 700 y una profundidad de 540 metros. A Martín le gusta graficarlos como "una manzana mordida por dos lados", en referencia al cerro comido por las explosiones.
Aunque de manera permanente sobre las "escombreras" (montañas de residuos de la explotación) hay una nube de polvo en suspensión y la compañía usa 250.000 litros de gasoil diarios, desde la empresa y la provincia aseguran que no hay impacto en el ambiente glaciar y periglacial.
Según un inventario de glaciares de 2010 que hizo San Juan -no permitió que lo hiciera el Ianigla, instituto especializado del Conicet- hay 350 km2 de glaciares en el valle del Cura (esa zona tiene 25.000 km2 y la cordillerana, 15.000 km2).
"No hay impacto; además es difícil pensar que esa superficie pueda compensar el resto de la cuenca; no salvará a las generaciones futuras", afirmaron los funcionarios.
La Barrick sostuvo que a sus estudios -algunos previos y otros posteriores a la ley de presupuestos mínimos de glaciares- los hizo el Ianigla y que incluye "todas las geoformas" en las áreas de Veladero y Lama, también las del ambiente periglacial. "Comprueban claramente que no hay afectación, e incluso hay un plan de protección y preservación y uno de monitoreo que permite controlarlas permanentemente", sostienen en la empresa minera.
La historia del impacto de la mina de oro Veladero, que explota la empresa Barrick Argentina desde hace una década en esta provincia, es una vuelta sin fin: mientras las comunidades ubicadas cuenca abajo del yacimiento viven en la incertidumbre por la sanidad del agua y el ambiente, desde la empresa y el gobierno provincial afirman que todo está bajo control.
La polémica seguirá porque, desde la compañía, confirmaron a LA NACION que hay reservas hasta 2024, mientras siguen las exploraciones en la zona donde hace poco más de un año se produjo un derrame de más de un millón de litros de agua cianurada. El 8 del mes pasado, hubo un segundo incidente reconocido -un trozo de hielo desacopló un caño en el valle de lixiviación- que reavivó el temor y las quejas de las poblaciones cuenca abajo de la mina.
Los últimos análisis realizados por la Universidad Nacional de Cuyo sobre una muestra de agua de pozo de agosto en Tamberías -1500 habitantes, a 10 kilómetros de Jáchal- registraron, por primera vez, presencia de mercurio. Igual que en julio pasado, se detectó aluminio.
"No hay respuesta. Estamos desprotegidos y el agua, comprometida", dijo a LA NACION Carlos Ibarbe, integrante de la Comisión Vecinal de Tamberías. Una muestra de julio del acuífero subterráneo de Mogna, una localidad más abajo, también marcó mercurio. No superan los límites fijados por el Código Alimentario.
La empresa desconoce los estudios encargados por la Municipalidad de Jáchal a la Universidad de Cuyo; sólo tiene las "versiones periodísticas". No sabe "cómo se realizaron, con qué protocolos y si existe un estudio de base". Señalaron que ese río está "fuera del área de influencia de Veladero, que es el departamento de Iglesia". La cuenca del río Jáchal, para la provincia, figura entre los cauces alcanzados por la explotación.
Eduardo Machuca, flamante secretario de Gestión Ambiental y Control Minero de San Juan, afirmó a LA NACION -acompañado por todo su equipo- que, "preocupados" por los datos, hicieron sus propios análisis con el equipo de sensibilidad atómica del Centro de Investigación para la Prevención de la Contaminación Ambiental Minero-Industrial (Cipcami). Para Mogna, dio 0,029 microgramos por litro. "Nada", dijo
La calidad y la cantidad de agua -principal insumo en la explotación a cielo abierto- son la clave de las objeciones de distintos sectores a este modelo. La clave son las dudas respecto de la "línea base", es decir, de los valores de las cuencas antes de que comenzara la explotación.
La gobernación de San Juan señala que la base "está", pero no la da. Se limita a apuntar que no hay alteraciones. Machuca planteó: "Es de 1998 hasta 2004 e incluye todas las cuencas de la zona, extendidas hasta las comunidades; incluye datos propios, los relevados por un programa del Banco Mundial de los 90 y hasta los aportados por la empresa".
Calificó de "aisladas" las tomas de la municipalidad a pedido de los asambleístas. "No dicen nada; el gobierno levanta en 13 puntos georreferenciados y tiene en cuenta la variabilidad por caudales y por temperatura. No hay tendencia de que el cambio persista; los valores siempre están dentro de los límites."
La línea base de Veladero se parece al Santo Grial: todos la buscan. "La pedimos en 2010 al gobierno y no la dio; también en el amparo de 2015 la reclamamos, pero el juez [Pablo] Oritja nos respondió que «no era pertinente». No se estudian los microorganismos en el agua y tampoco se analiza el aire", apuntó Saúl Zeballos, integrante de la asamblea Jáchal no se Toca.
Desde la minera indicaron que los estudios comenzaron antes de la construcción: "La información es muy abultada, ya que se construyó con estudios de todas las variables ambientales desde siete años antes de la explotación, toma en cuenta toda la cuenca y, por ende, todos los ríos. Va actualizándose cada dos años, porque nunca se deja de monitorear toda el área de la operación minera e incluso la de influencia, la circundante al proyecto. Es información pública".
Los expertos explicaron que la línea de base es "una sola"; lo que se actualiza son los valores posteriores, a la vez que entienden que las comunidades afectadas deberían haber participado en una audiencia pública cuando se lanzó la medición. Los estudios deben alcanzar ambiente (agua, aire y tierra), salud de la población y producción.
LA NACION accedió a un trabajo realizado por los asambleístas que cuenta con referencias de dos mediciones de 1998, las del Cipcami de 2004, 2005, 2006, 2008 y 2010 y de la Universidad de Cuyo desde ese año hasta ahora. Son para los ríos Blanco y Jáchal. Hay cambios evidentes en el PH, boro, arsénico, manganeso, aluminio y uranio.
"Ninguna comunidad toma agua del río -indicaron desde la administración provincial para tratar de cerrar la discusión-. Usan vertientes, perforaciones, acueductos."
Respecto de la cantidad de agua usada por la Barrick, desde la provincia dijeron que la empresa "nunca" usó los 110 litros por segundo autorizados. Sostuvieron que el caudalímetro instalado en la toma -que LA NACION no pudo ver- marca 60 a 70 litros/segundo.