FRANCISCO OLIVERA
Toda la ansiedad empresarial en tiempos de Macri podría ser compendiada en una ironía. La dijo como al pasar el economista Luis Secco, asesor del Banco Nación, mientras entraba detrás del Presidente en la apertura del coloquio de IDEA, que empezó anoche en esta ciudad. "El nuevo Pokemon Go de la Argentina es buscar brotes verdes", sonrió.
Sarcasmo amigo. Secco es un consultor habituado a hablar con los dueños del capital y, tal vez por no estar en el núcleo de las decisiones económicas del Gobierno, más propenso a escuchar el fondo de las intenciones de quienes se espera que inviertan. Este coloquio toma a los hombres de negocios con sensaciones encontradas. Hace un año, Daniel Scioli abría el foro en el mismo atril desde donde ayer lo hizo Macri y recabó una andanada de adhesiones: lo creyeron el próximo presidente.
No es que les cayera mejor, sino que lo descontaban ganador. Es inevitable que ese recálculo empresarial no sea cada tanto enrostrado, sutil o directamente, en la cara de quienes se encuentran con el jefe del Estado. Pero no fue lo que ocurrió anoche: Macri se mostró cordial hasta el borde de la sobreactuación e intentó transmitirles confianza, todavía un punto débil en las evaluaciones de los planes de negocios.
Las inversiones del círculo rojo vienen más lentas de lo que se pensaba, y esa demora confirma de algún modo las distancias en una relación que no es todo lo endógena que supone la oposición y que acaso habría que entender desde la psicología: en los contactos a solas con los pares de su padre, que suelen ser breves, Macri no exhibe la soltura de otras reuniones aparentemente más arduas, como las que tiene con el sindicalismo. Y arrastra, para peor, una antología de críticas públicas hacia sectores que, como el industrial, juzga "prebendarios".
Hay que mirar la historia reciente. Los experimentados del establishment citan como ejemplo una reunión de mediados de los '90 en la sede local del Citibank, cuando Franco Macri y Javier Tizado, entonces máximo ejecutivo de Techint, se trenzaron por el precio de la chapa para las automotrices. Ese día no sólo hubo reproches, sino que entre los asistentes, una decena de ejecutivos, quedó incluso la sensación de que sus pares consideraban al ex Sevel como -palabras del mundo autopartista- "un tanito aprovechador y ventajero". No debe ser un gran recuerdo para Paolo Rocca, que acaba de resignar 40% en la negociación con el Gobierno por el precio de los tubos para los gasoductos de Córdoba.
Pero el Presidente hace desde hace tiempo esfuerzos por ablandar el diálogo con todos. Ha dejado de culpar, por ejemplo, a las corporaciones por la inflación, e incluso su ministro de Producción, Francisco Cabrera, viene insistiendo en que la competitividad empresarial será en última instancia responsabilidad del Gobierno. Gestos positivos, pero todavía insuficientes para un sector que espera señales concretas para desembolsar, como la validación del proyecto político en las elecciones del año próximo. Aunque tenga hacia el Gobierno una mejor disposición que con otras administraciones. "Están muy preparados para mejorar las cosas; espero que no se encierren en el narcisismo", evaluó anoche aquí el napolitano Maurizio Bezzeccheri, gerente general del grupo ENEL, controlante de Edesur.
Es cierto que, al menos en esa industria, como ocurre con otras, está tan postergada la inversión que todo parece más alentador. "Yo no veo todavía ningún brote verde, pero tampoco hay indicadores que digan que esto no va a repuntar -razonó Pablo Álvarez, gerente general de Indelqui Optel, fabricante de cables de fibra óptica-. La demanda está en 50% de la capacidad, y ésa es una mala noticia sobre el presente, pero también un buen augurio: no queda otra que crecer. Estamos todos aguantando, y en el exterior hay mucho interés por lo que está pasando en la Argentina".
Una evaluación casi copiada de la que hace el resto. Bastó con repasar el eslogan que IDEA eligió para este coloquio: "Puentes hacia el futuro". Mientras aguardaba la entrada de Macri, una ejecutiva celebró ese enunciado escrito sobre la puerta del salón: "Muy bien puesto: el puente tiene todavía que ser edificado". Metáfora involuntaria: es lo menos que esperan aquí de un par forjado en el mundo la construcción.
CARLOS PAGNI
Mauricio Macri demostró anoche, al inaugurar un Coloquio de IDEA en el que fue aclamado, cómo la caída de la inflación está reconfigurando la agenda pública. También la del Gobierno. Volvió a reclamarles compromiso a los hombres de negocios. Se comprende: el problema ahora es la recuperación de la economía. Y entre los factores que la determinan, la inversión privada aún es el más débil.
Macri, igual, quiso ser alentador: remarcó que los proyectos anunciados hasta 2019 suman 48.000 millones de dólares.
La reanimación económica pasó a ocupar el centro del debate. Su evolución determina la lucha por el poder. Cualquier hipótesis electoral se basa en un pronóstico sobre el nivel de crecimiento. Pero también la coyuntura condiciona, y por momentos distorsiona, los diagnósticos. Algunos empresarios enfatizan la profundidad de la recesión para negociar mejor el bono navideño. En los gremios, en cambio, dramatizan la erosión de la inflación sobre el salario. La puja se tramitará en una mesa de diálogo que Macri anunció anoche y que será uno de los tributos que llevará al encuentro con el papa Francisco, en Roma, hacia donde partirá esta noche.
La reactivación alimenta la tensión entre el Ministerio de Hacienda y Finanzas y el Banco Central sobre el rango en que debe fijarse la tasa de interés. Esta disidencia está cambiando sus términos por una de las novedades más relevantes, y tal vez menos advertidas, de los últimos días: la colocación de bonos en pesos a largo plazo que está realizando la Secretaría de Finanzas.Anteayer, en la Cámara Argentina de la Construcción, Alfonso Prat-Gay señaló que la economía dejó de caer en el tercer trimestre. Después tuiteó: "Vamos dejando atrás la recesión iniciada en 2015". Las estadísticas le dan la razón. Si se comparan las de julio, agosto y septiembre con las del trimestre anterior, se observa un incipiente cambio de tendencia. La misma dinámica aparece confrontando los datos de septiembre con los de agosto. En cambio, si se los coteja con los del mismo período del año pasado, sigue apareciendo una contracción: quiere decir que la mejora no alcanza para volver a las marcas del tercer trimestre de 2015. Este criterio es crucial para advertir o negar el avance.
El primer factor que anuncia que la contracción llegó a su piso es el consumo. Hay una leve recuperación del poder adquisitivo debido a que la inflación cae a un ritmo de 1,5 puntos, mientras las paritarias elevaron el salario nominal promedio en 2,5 puntos. Varios ejemplos ratifican esta dinámica. Por ejemplo, la venta de autos a concesionarias subió en septiembre 7% respecto de agosto. Son 67.800 unidades. Un aumento que no se producía desde diciembre de 2013. Es cierto que en el mismo período los patentamientos cayeron 5%. Pero el promedio trimestral es de 60.500 unidades, 5000 más que el de todo 2015.
En su informe de coyuntura, Nicolás Dujovne observa el fenómeno calibrando la recaudación del IVA, que es un impuesto sobre el consumo. Ajustada por inflación, entre septiembre y el mismo mes de 2015 cayó 4%. Pero si se la compara con la de agosto último, se incrementó 6,6%.
Para el Gobierno y para analistas privados, el gran motor de la reactivación es la construcción. El mes pasado hubo, según los fabricantes, despachos de cemento por 1 millón de toneladas. Es un 11% menos que los de un año atrás. Pero equivale al promedio de 2015 y es superior al de 2014. Si se coteja el tercer trimestre de este año con el segundo, hay un incremento de 6,5%. Es el mismo comportamiento del índice Construya. Septiembre contra agosto subió 4%. También aquí la medición interanual impide ver la mejoría: en septiembre hubo una caída del 12% respecto del mismo mes de 2015.
El ministro de Trabajo, Jorge Triaca, recibió de la AFIP datos que hacen juego con los anteriores: en agosto se registraron 22.000 empleos más que en julio. Unos 5000 corresponden a la construcción.
Este repunte se basa en la reanudación de la obra pública, que Cristina Kirchner congeló apenas perdió las elecciones. En Hacienda apuestan a que haya también más obras privadas: "Los desarrolladores compraron mucha tierra y cuando se estabilice el precio del metro cuadrado en dólares se lanzarán a construir", explican.
El volumen de las exportaciones, sobre todo agropecuarias, es otro atisbo de recuperación. Sería el comienzo de una expansión mayor. El área sembrada de trigo, por ejemplo, se amplió en 20%. El segundo semestre fue malo por razones climáticas. Pero en agosto hubo un repunte del 52% en las cantidades de granos exportados. La liquidación promedio semanal de divisas de ese mes fue de US$ 520 millones, un 42% superior a la de 2015 y un 41% mayor que la de 2014. Este rebote explica por qué las exportaciones totales se incrementaron un 12% interanual en términos reales. Siguen estancadas las ventas a Brasil por la recesión de ese país. Mala noticia para la industria automotriz.
También aumentaron las importaciones de bienes de capital, que están relacionadas con la inversión. Fueron 22% más que en septiembre de 2015. Desde comienzos de año acumula un incremento real del 5%. Coincide con un dato de la consultora Ecolatina: la industria manufacturera está creciendo 0,5% mensual desde mayo.
Otra señal de mejoría: el mayor nivel de crédito al sector privado. En septiembre los préstamos fueron 2,2% más que en agosto. Como la inflación fue inferior, sería la primera mejora real del crédito en lo que va del año. El destinado a financiar consumo aumentó 2,6%. Estos movimientos, muy sutiles, contrastan con la tendencia general del año hasta agosto: el informe de Dujovne consigna que se había contraído 20% en términos reales.
La cuestión del crédito está en el corazón de la estrategia oficial. Por eso hay que poner la lupa sobre las colocaciones de bonos en pesos que está realizando el secretario de Finanzas, Luis Caputo. Hace 15 días tomó $ 50.000 millones a 5 años con una tasa fija del 17%. Hoy habrá otra colocación, a 10 años. Si se considera que un bono similar, que ajusta 4 puntos por encima del índice de inflación, cotiza con una tasa del 16%, hay que prever que el costo será inferior a aquel 17% de dos semanas atrás. Quiere decir que el mercado presume una trayectoria virtuosa: le cobra menos al Tesoro cuanto más largo es el plazo de los títulos.
Prat-Gay presentó anteayer estas colocaciones como un éxito histórico: en 200 años la Argentina nunca había colocado deuda en pesos a tasa fija con semejante aceptación. Más allá del récord, la novedad tiene consecuencias estratégicas. La normalización del frente externo, que se consumó con el pago a los holdouts, permitió que el Estado y las grandes compañías accedan al crédito en dólares a tasas bajas, si se las coteja con la de los últimos diez años: 5% a 10 años, por ejemplo. Sin embargo, esta ventaja no alcanza a las pequeñas y medianas empresas, que se financian en pesos.
Las emisiones de Caputo en moneda local apuntan a este otro mercado. Y comienzan a satisfacer el primero de los ocho objetivos del programa de competitividad que elaboró el vicejefe de Gabinete, Mario Quintana: reducir el costo del capital. La tasa de financiamiento en pesos de estas emisiones es un indicador para los bancos que prestan al sector privado. Más aún: es un desafío. Si no se adaptan a los nuevos tipos de interés, las empresas buscarán financiamiento alternativo. Dicho de otro modo: las autoridades festejan que estas emisiones en pesos prefiguran la creación de un mercado de capitales que reduciría la exposición de la economía doméstica a los vientos del mundo.
Las tasas en pesos a 5, 7 o 10 años se proyectan también sobre el frente interno del Gobierno. Hacienda comienza a fijar una referencia mucho más expresiva de las perspectivas económicas que las licitaciones de Lebacs del Banco Central. Aunque esos papeles no sean comparables. Es posible que ya haya signos de ese efecto: anteayer Federico Sturzenegger recortó la tasa en 50 puntos. Quedó en 27,25% anual.
La modificación de la escena es otra: es probable que en adelante sean los bonos en pesos de Hacienda, y no las Lebacs, los que indiquen la perspectiva general de la economía.
Esta divergencia comienza a influir en la Jefatura de Gabinete. El martes de la semana pasada, Quintana y Gustavo Lopetegui convocaron a Sturzenegger, Prat-Gay, Triaca y Pedro Lacoste para analizar el comportamiento de la inflación. El propósito último era advertir a los empresarios que, si son muy concesivos en las paritarias, el año que viene no podrán transferir los costos salariales al precio de sus mercaderías. En ese marco, se mencionó la hipótesis de inflación que suponen los bonos en pesos. Quintana hizo notar a Sturzenegger que los que prestan al Tesoro están realizando una apuesta contundente, con plata, a que la inflación se va transformando en un problema superado. Ahora la prioridad de la Casa Rosada es la reactivación. Dicho de otro modo: la divergencia conceptual entre Prat-Gay y Sturzenegger, que Macri nunca quiso liquidar, la zanjó el mercado.