Bastó una versión de fuentes anónimas lanzada al globo por la agencia Reuters para que el petróleo subiera un 5% en un día. Fue la semana pasada, algunas horas antes de que la OPEP anunciara formalmente que recortará su producción de crudo en unos 700 mil barriles día, una medida que no tomaba desde hace una década.
Pero el mapa de poder parece haber cambiado. El otrora poderoso cartel petrolero –conducido en la práctica por Arabia Saudita, un emirato cerrado que empieza a abrir su negocio petrolero al capital privado - tuvo que buscar consensos en productores afuera del grupo como Rusia, Omán o Azerbaiján, que también prometieron sacar el pedal del acelerador.
Mientras la tensión y la expectativa estaba puesta en ese cónclave en Argelia, a miles de kilómetros de allí, en otro hemisferio, algunos pequeños operadores empezaban a mover equipos. Estados Unidos, en algunas estadísticas el principal productor de crudo del mundo, muestra una elasticidad asombrosa que desafía la anquilosada burocracia de los emiratos: bastó con que el barril de WTI suba unos pocos dólares para que se activen 11 equipos de perforación y casi el doble de sets de fracturas.
La revolución del shale reacomodó las piezas del ajedrez petrolero. Si bien la OPEP aún mueve el amperímetro, los campos de América del Norte mostraron una resiliencia inesperada a los precios bajos, con un derrumbe en los costos que evitó una catástrofe en términos productivos, según el informe de Roberto Aguirre en Río Negro.
Claro que, por su naturaleza, el no convencional tiene su propia criptonita: la única forma de mantener vivo al organismo es perforando incansablemente. Para obtener el equivalente a un pozo promedio de Arabia Saudita, se deben perforar cómo mínimo –y siendo generosos- unos 20 en Estados Unidos. Encima, cada uno de esos 20 pozos costará el doble. Los que auguran un futuro de potencia petrolera para Argentina no deben perder de vista este número. El recurso está, pero se requiere una montaña de dólares para sacarlo y al menos una década para “salir parado”.
La otra complejidad la suma el incansable proceso de financierización de la economía. Si bien el barril responde linealmente a los inventarios (esto es: a más crudo guardado en los tanques, más baja su precio), el mercado de futuros también impacta en el valor.
Cuando otras opciones de ahorro como el dólar o los distintos commodities se tornan más atractivas, los inversores de largo plazo dejan posiciones en el petróleo y este pierde valor. Cuando hay expectativas de suba, como ocurrió tras las señales de la OPEP, sucede el proceso contrario. Un trader en cualquier parte del mundo, desde una computadora, compra y vende petróleo, soja o trigo como si fueran bonos, letras o cualquier otro papel bancario.
El petróleo barato impacta también en desarrollo de energías renovables. China, el país que más potencia verde instala cada año, pisó el freno según las estadísticas oficiales. La energía fósil está más a la mano, es más previsible y ahora más económica.
Un trabajo de Ernst and Young demuestra que la demanda de Gas Natural Licuado subirá un 42% en los próximos 15 años. Justamente China -que no para de crecer- será el más voraz consumidor. El hambre de energía de los países emergentes podría darle un impulso al precio de los hidrocarburos, pero recién en el mediano plazo.
20 veces es la diferencia de producción entre un pozo promedio de Arabia Saudita y el mejor no convencional de Texas.
42% subirá la demanda de GNL en los próximos 15 años, según un estudio privado.