El gobierno chileno anunciará esta semana uno de sus presupuestos más austeros de las últimas décadas, debido al desplome en los ingresos del cobre y a una fuerte desaceleración económica, un escenario que podría ser perjudicial para sus reformas estrella en un año electoral.
Pero fiel a su pragmatismo fiscal, el ministro de Hacienda Rodrigo Valdés afina a contrarreloj el crecimiento del gasto público del 2017, el que no superaría el 3%, según analistas y parlamentarios.
"Ya está casi cerrada la discusión. El ministro nos dijo que no va a superar el 3%", dijo el diputado oficialista Pablo Lorenzini, miembro de la comisión de Hacienda de la Cámara baja.
Se trataría, entonces, de una de las menores expansiones presupuestarias de Chile desde la crisis asiática, que se desató a fines de la década de 1990.
El acotado aumento del gasto del gobierno de la socialista Michelle Bachelet, que se focalizaría en educación, salud y seguridad ciudadana, se contrapone con las menores expectativas del sector empresarial y con el fuerte declive del cobre del que el país es el principal productor mundial.
Los precios del metal rojo no han repuntado desde que tocaron hace unos meses su menor nivel en seis años y medio.
"Espero una expansión en torno a 3% (...) Soy bastante escéptico respecto al efecto real que pueda tener un crecimiento más fuerte del gasto público en las actuales condiciones de confianza de empresas y consumidores", dijo el economista Benjamín Sierra de Scotiabank Chile.
Para este año, el presupuesto inicial consideraba un aumento del gasto fiscal del 4,4%. Posteriormente, el Gobierno aplicó un recorte al 4,2%, en un anticipo del complejo escenario económico que se avecina para el 2017, más aún con las elecciones presidenciales de fondo.
"Este presupuesto carece de visión política de cara al próximo año", dijo Lorenzini. "No podemos ser tan pragmáticos y apegados a la regla fiscal. En este ambiente de pesimismo del empresariado, falta ser más contracíclico. A este presupuesto le falta entusiasmo", agregó.
La marcha de la economía ha estado marcada por una contracción de la inversión y un debilitado consumo, lo que obligó al Gobierno a recortar su cálculo de crecimiento del PIB a un 1,75% para este año y a elevar la estimación de déficit fiscal.
Para el próximo año, el Banco Central proyectó recientemente un crecimiento económico de 1,75-2,75% y remarcó su preocupación por el bajo dinamismo que se avizora.
El jefe del Banco Central, Rodrigo Vergara, consideró clave que la trayectoria del gasto público sea coherente con la regla fiscal y con los anuncios del Gobierno de seguir una senda de consolidación presupuestaria para mantener finanzas robustas y una inflación bajo control.
"El aumento del gasto público que nos da a nosotros para llegar a esa trayectoria es de alrededor de un 3%", dijo Vergara recientemente.
En esa línea, el compromiso del Gobierno es reducir anualmente en 0,25 punto porcentual el déficit fiscal estructural y según parlamentarios, eso no cambiará.
El balance estructural, que actualemente se ubica entre -1,4% y -1,6%, es una política surgida en el 2001 que apunta a mostrar la situación fiscal en una perspectiva de mediano plazo y que hasta fines de la década pasada se ubicó en terreno positivo, apoyado en la bonanza del precio del cobre.
Con todo, parte del incremento en el presupuesto del próximo año estará financiado con los recursos provenientes de la reforma tributaria aprobada el 2014 y que apunta a solventar profundos cambios en educación y salud, aunque su velocidad de cobertura ha disminuido con el menor ritmo de la economía.
Algo que los parlamentarios esperan no se resienta en 2017, en plena carrera por el sillón presidencial.