La decisión de Reino Unido de autorizar la construcción de su primera planta nuclear en 20 años instaló nuevamente el debate sobre la conveniencia del uso de ese tipo de energía para afrontar los desafíos de la creciente demanda energética que enfrenta el mundo. Luego del terremoto de 2011 en Japón y la posterior crisis generada en la planta nuclear de Fukushima, al norte de Tokio, el desarrollo de esa opción se paralizó e incluso algunos países como Suiza y Alemania anunciaron su compromiso de apagar sus plantas nucleares en un plazo de entre una y dos décadas -con altos costos asociados a la reconversión energética. Sin embargo, a poco más de cinco años de la tragedia nuclear en Japón, la decisión de Londres de dar luz verde a la planta de Hinkley Point C -que se suma a Eslovaquia, Finlandia y Francia, que también están construyendo centrales- dejó en evidencia que la idea de que este tipo de energía estaba en retirada es equivocada.
Frente a este escenario es válido recordar en qué etapa se encuentra el debate en Chile. Hace casi una década la Presidenta de la República -en su primer gobierno- solicitó llevar a cabo estudios para determinar la factibilidad de construir en el país una central nuclear. La comisión creada con ese fin y dirigida por el doctor Jorge Zanelli, concluyó que era una opción “viable”, que entregaba “más seguridad energética” al país, pero que requería de un marco institucional acorde con las exigencias técnicas y ambientales que planteaba. Pese a ello, la decisión de avanzar o no en esa dirección quedó pendiente y la posterior tragedia de Fukushima la volvió a postergar. Hace un año, un segundo estudio concluyó nuevamente que ese tipo de energía sigue siendo viable y debería incluirse entre las alternativas de la estrategia energética del país.
Pese a lo anterior, la decisión de impulsar la opción nuclear volvió a ser dilatada hasta 2020. Una determinación preocupante, considerando que las necesidades energéticas del país -al margen del éxito de la reciente licitación eléctrica- requieren de decisiones urgentes. Diversos estudios estiman que en los próximos 15 años el consumo eléctrico se duplicará, lo que sumado a los compromisos sobre reducción de emisiones de CO2 adquiridos tras la firma del acuerdo sobre Cambio Climático, hacen urgente evaluar alternativas energéticas que aseguren un suministro bajo en emisiones contaminantes. Si bien la decisión de la actual política energética de promover el uso de Energías Renovables No Convencionales (ERNC), como la energía eólica y solar, es positiva, no libera al país de la necesidad de contar con un suministro consistente y sólido de energía de base.
Considerando que las ERNC no aseguran un suministro constante de energía y en los niveles requeridos, resulta oportuno determinar con claridad la rentabilidad económica del uso de la energía nuclear en el país, con el fin de poder adoptar una decisión informada. Optar por avanzar o no en esa dirección no puede estar sujeto a prejuicios o, exclusivamente, a decisiones políticas influidas por la percepción que existe en la ciudadanía sobre ese tipo de energía, sino sobre la base de estudios técnicos serios que cuantifiquen el costo que tiene para Chile el uso de ese tipo de energía en momentos en que los combustibles fósiles enfrentan limitaciones a causa de sus altos efectos contaminantes y los proyectos hidroeléctricos son cuestionados.