Los inversores han dado la espalda al oro en múltiples ocasiones. Sin embargo, las medidas de flexibilización de la política monetaria de los bancos centrales han puesto patas arriba los mecanismos del mercado. ¿Qué papel desempeña el oro en la actualidad?
Los rendimientos de los mercados de renta fija son más bajos que nunca; las cotizaciones de muchas acciones son justas; del Banco Central Europeo se puede esperar, entretanto, cualquier cosa, hasta la compra de fondos de renta variable para estimular el hasta ahora exiguo crecimiento de la economía; las deudas de los gobiernos crecen a pesar del regalo que supone el descenso récord de los tipos de interés de la deuda... En otras palabras: dado que el mundo ha cambiado, hemos vuelto de nuevo la vista hacia el oro con la reflexión de si deberíamos volver a denostarlo o realmente no.
Prácticamente el 80% de la demanda de oro físico procede de particulares. En el último año, las joyas e inversiones en forma de monedas de oro y lingotes han alcanzado 3.281 toneladas, de una demanda total de 4.124 toneladas. Desde los aciagos días de la crisis del mercado financiero y de la crisis económica mundial derivada de ésta en 2009, la demanda de oro físico ha ascendido más del 30%. En el gráfico se deja claro, no obstante, que el mercado de ETF creció con claridad hasta 2013 y, desde entonces, volvió a retroceder, lo que tuvo un efecto negativo en el precio del oro. ¿Realmente lo tuvo? Por desgracia, la relación causal no es tan evidente. Podría resultar igualmente positivo que el precio del oro siguiera una senda bajista y que los ETF que invierten en oro registraran salidas de capitales.
Una teoría que se mantiene de forma pertinaz indica que el oro es una protección excelente frente a la inflación. Si fuera así realmente, entonces debería darse al menos una relación positiva entre las variaciones del precio del oro y los índices de subida de los precios. Echando un rápido vistazo al diagrama de dispersión de las variaciones de precios del oro frente a los índices de inflación, vemos que no existe relación relevante estadística (lineal) entre estos parámetros. El coeficiente de correlación, con 0,085, está muy próximo a cero. El gráfico 6 nos muestra una vez más que no se aprecia relación lineal alguna entre los precios del oro y las cotizaciones de las acciones.
Esto sugiere que ni la inflación ni las subidas de las acciones parecen influir en el precio del oro. ¿Se trata quizá por tanto solo del mero equilibrio entre la oferta y la demanda? En el gráfico siguiente se ofrece otra posibilidad. Las variaciones en el precio del oro parecen guardar relación con los rendimientos reales de los valores del Tesoro protegidos contra la inflación (TIPS) estadounidenses a diez años.
Un coeficiente correlativo de -0,89 indica expresamente una elevada relación lineal. En el gráfico se muestra que un bajo rendimiento real presupone un elevado precio del oro y viceversa. Aunque tampoco aquí resulta evidente cuál es la variable explicativa y cuál la variable demasiado explicativa. En el contexto de esta publicación tampoco es posible aclararlo de forma concluyente. Solo en la medida en la que probablemente tanto los bajos rendimientos de los TIPS como el precio de oro elevado son dos expresiones diferentes de la misma causa.
Una gran inseguridad y miedo provoca subidas de los precios del oro y una disminución de los tipos de interés reales. Estos últimos solo son aceptables para inversores en la medida en que resulta incierto el avance de las futuras tasas de inflación. En este caso significa, por ejemplo, que la política monetaria ya no funciona o que el valor del dinero es inestable. Quizá, de esta forma, lleguemos por fin ahora a la respuesta a la pregunta de por qué el oro es tan caro.
El oro era y sigue siendo una posibilidad (viable) de trasferir activos de un sistema de moneda a otro nuevo sistema de moneda. El oro se puede ocultar mejor que la mayoría de los denominados valores reales, como por ejemplo inmuebles y terrenos. Como en los tiempos de reformas de monedas e índices de hiperinflación a menudo se declaraban las famosas prohibiciones de posesión de oro, parece poco razonable depositar el oro privado en el banco.
Para los inversores, que es lo que somos nosotros, el oro no sirve en tiempos como los actuales como activo refugio. La pequeña correlación del precio del oro con las variaciones en la cotización de las acciones y las variaciones de los tipos nominales hace que sea un codiciado complemento de cartera, ya que así se maximiza el potencial efecto de diversificación. En el pasado, cuando la posición de tesorería aún generaba réditos, este aspecto no era para nosotros lo suficientemente significativo. En cambio, hoy en día en los que se penaliza con intereses la inversión en efectivo, los costes por tener oro en forma de ETF o ETC son muy comparables.