Gonzalo Jiménez*
Hace unos años, el entonces Presidente del Directorio de Codelco, Óscar Landerretche, señaló con cierto tono despectivo y a la luz de muy malos resultados económicos, que la cuprífera “parecía una empresa familiar”. Tras ello se anunciaron una serie de cambios en su Gobierno Corporativo.
Siguiendo con la desafortunada comparación, que nada de justicia le hace a las empresas familiares en Chile y el mundo, sobre el orden de sus gobiernos, podríamos decir que si Coldeco fuera una empresa familiar, los actuales problemas pasan porque está a cargo de unos parientes “políticos”, que no tienen propiedad, pero que la usan como si fuera suya, no reinvierten y peor aún, donde no se sabe qué pasa con la plata, porque nunca da dividendos, ni ayuda a financiar la educación, ni la salud, ni las pensiones de los “parientes”.
El gobierno corporativo de Codelco no ha estado a la altura. De ser la empresa cuprífera más grande del mundo, hoy hace noticia por sus pésimos resultados y por los cuestionamientos a la forma en que ha sido gestionada.
No es menor que parte de sus directores admitan que no poseen grandes atribuciones. Cuya nominación además, responde a los gobiernos de turno y a la necesidad de mantener equilibrios políticos, el tan dañino cuoteo, porque, en rigor, el destino de la empresa depende básicamente el Ministro de Hacienda a cargo, quien define en qué se gastan las platas y qué tanto o tan poco se invierte en la modernización de Codelco con una mirada de corto plazo, que no va más allá de los 4 años que dura cada administración.
El representante de los trabajadores en el directorio, Raimundo Espinoza, dice hoy que lo que necesita la cuprífera es una planificación estratégica con visión a 50 años, cosa que en rigor no se produce. Pero él es parte de ese directorio.
Un estudio de Naciones Unidas reveló que la subfacturación en exportaciones de cobre es millonaria, alcanzando los US$ 16 mil millones en el caso de Chile entre 1990 y 2014. De esa cifra, no existe claridad alguna sobre qué porcentaje corresponde a Codelco. Develar ese dato podría explicar algunos de los problemas de rentabilidad que hoy admiten las autoridades.
Reestructurar a fondo el negocio, cambiar el cuoteo por la excelencia para definir su directorio, evaluar y si es necesario remplazar a los gerentes y sacudir el árbol para que caiga toda la fruta pasada, podarlo y dejarlo como nuevo es la tarea. Pero sobretodo tener claro que si el negocio no se logra gobernar y administrar profesionalmente se requerirá de un cambio estratégico mayor, de alguna acción que permita cambiar un curso hoy extraviado. Y el pragmatismo llama a no cerrar ninguna opción a priori.
Hoy, tras dos años de esas desafortunada frase de Landerretche, bien se puede decir a nuestras autoridades que las familias empresarias saben qué hacer con sus negocios que no se desempeñan bien, por algo tantos estudios demuestran que en promedio su desempeño supera a las no familiares, pero en este caso nuestros “parientes” políticos no han hecho bien su pega; lo suyo no ha sido, hasta ahora, la productividad y la competitividad, sino el acomodo y la complacencia y esos pecados, a la larga tienen consecuencias hoy visibles para la más importante empresa estatal.
*Director Centro Gobierno Corporativo & Familias Empresarias UDD