“Tenemos que hacer cosas que sirvan”, dijo en 1972 el visionario Conrado Varotto a un puñado de colegas, todos muy jóvenes y entusiastas, egresados del Instituto de Física Dr. José Balseiro (IB), al regresar de un viaje de estudio a Estados Unidos.
“Recién recibidos, hacíamos los primeros pasos en ciencia básica y no es que eso no servía, al contrario. Varotto nos mostró el camino por la ciencia enfocada hasta llegar al desarrollo tecnológico, aplicar los pasos anteriores a algo concreto e inmediato, que es lo que terminamos haciendo”, recordó a Télam Héctor Otheguy, actual CEO y gerente general de INVAP.
Así, los jóvenes y brillantes científicos montaron una oficina en una de las pequeñas habitaciones que compartían de a dos los estudiantes del Balseiro, en el Centro Atómico Bariloche (CAB), y la empresa nació el 1ro. de septiembre de 1976 en el complejo de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en el kilómetro 9 de la avenida que une el centro de la ciudad de Bariloche con el Hotel Llao Llao.
La empresa se llamó Investigaciones Aplicadas -de ahí su nombre actual- y era esa oficina, los laboratorios prestados por el CAB y el equipamiento que financiado por la provincia de Río Negro, desde entonces propietaria del 100% de su patrimonio.
“Nacimos como una empresa ‘incubada’ por la CNEA, que nos dio un enorme apoyo y facilitaba sus instalaciones. La provincia, que siempre nos apoyó, aportó el primer capital para equipamiento y nos pusimos en marcha”, agregó Otheguy.
Empezaron fabricando esponjas de circonio (elemento de uso en aplicaciones nucleares) y fueron creciendo con distintos desarrollos hasta que en 1982 fabricaron el primer reactor atómico de investigación, el RA-6, en el CAB, ambos productos para la CNEA.
Después vinieron otros desarrollos nucleares entre los que se destacó la venta a Australia del reactor de investigación OPAL, y la vertiginosa carrera en la industria aeroespacial, con la fabricación de satélites de observación y de comunicaciones, y radares para el control aerocomercial y de seguridad de fronteras.
El directivo estimó que INVAP nació con un capital de 200.000 dólares y hoy el patrimonio total es de 50 millones de la misma moneda. Eran una decena de físicos y hoy son 1.420 empleados directos, entre científicos, técnicos, profesionales y otros roles.
Además crearon varias firmas subsidiarias y tercerizan trabajos a 150 empresas en Bariloche y el resto del país.
En 2010 inauguraron la sede central, en donde concentraron casi todas las actividades, que con el crecimiento de la empresa estaban repartidas en 20 dependencias, la mayoría en Bariloche.
Desde 2002 la empresa cuadruplicó su tamaño y capacidad. Pasó de una facturación anual de 35 millones de dólares a 200 millones de la misma moneda en el ejercicio 2015 y estiman que para el 2016 se repetirá dicha cifra.
“Nunca tuvimos un presupuesto estatal, vivimos de lo que vendemos y reinvertimos todas las utilidades. Varotto la organizó así y sigue funcionando de esta manera”, sostuvo.
Varotto comandó la empresa hasta 199 cuando se trasladó a Buenos Aires convocado para crear y presidir -hasta ahora- la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), multiplicó las capacidades de Argentina, se asoció en proyectos con la NASA y la Agencia Espacial Europea, y colocó al país en la vanguardia de las ocho naciones más desarrolladas en este ámbito.
Para INVAP la ida de su hacedor y poderosa locomotora no significó un hecho traumático sino por el contrario el impulso definitivo: “Varotto pasó de ser nuestro jefe a nuestro principal cliente, y siempre con la misma filosofía, de hacer todo lo que hacemos por el desarrollo de la República Argentina”, concluyó Otheguy.