Hay que ir hacia los precios internacionales del crudo. Hay que discutir con todos los actores: empresas, sindicatos y las provincias productoras. Pero si no hay acuerdo, actuarán las leyes que rigen la importación”.
La frase pasó algo desapercibida el martes por la noche, tras siete horas de un intenso cruce con los diputados. Pero salió de la boca del ministro de Energía Juan José Aranguren, que trabaja de forma sigilosa para empezar a bajar de manera gradual el precio del barril criollo.
El primer intento fue el viernes pasado. Aranguren convocó al CEO de Shell, Teófilo Lacroze, el vicepresidente ejecutivo de PAE, Marcos Bulgheroni y el vicepresidente de Downstream de YPF, Carlos Alfonsi, para comunicarles que el gobierno no iba a autorizar las dos subas de 5% en los combustibles que se habían pautado para lo que resta del año. La solución puesta sobre la mesa para evitar que el sector tenga que absorber los costos fue una poda del barril interno de Medanito, que iba a pasar de 67,5 dólares a cerca de 60 en tres meses.
Pero las versiones que surgieron de esa reunión, y que el Ministerio de Energía no desmintió oficialmente, no fueron convalidadas por el ala política del gobierno de Mauricio Macri. El ministro del Interior, Rogelio Frigerio, recibió el martes al gobernador Omar Gutiérrez y al titular del sindicato de Petroleros, Guillermo Pereyra, y les comunicó que no habrá ninguna suba. No contento con esto, más tarde lo confirmó a través de su cuenta de Twitter. La novela del barril criollo sumó un nuevo capítulo a la interna entre los sectores técnicos y políticos del macrismo, según informó la nota de Roberto Aguirre en el portal Río Negro.
La marcha atrás tomó por sorpresa a las operadoras. Algunas de ellas, inclusive, ya habían empezado a comercializar el crudo con una rebaja. Una importante refinadora llegó a enviar mails a sus proveedores avisándoles que en agosto se aplicaría el descuento del 2%.
Aunque la baja expresa del barril criollo –de la que ahora nadie se hace cargo– haya quedado desactivada, el precio sostén que convalidó el gobierno –y que pagan todos los argentinos a través de uno de los combustibles más caros del mundo– está bajo la mira.
De forma subterránea, el ministro Aranguren ya convalidó una baja del barril criollo y piensa seguir haciéndolo en los próximos meses. Por un lado, lo hizo autorizando importaciones de crudo y combustibles más baratos. Mezclados con los locales empujan a la baja la canasta de precios para las refinerías.
Ese mayor stock, sumado a una caída en el volumen de ventas de combustibles, generó una sobreoferta del crudo liviano que produce Neuquén. Entonces, muchas operadoras pequeñas o no integradas se vieran forzadas a vender a un precio más bajo el petróleo que producen. Según pudo saber este medio, Shell llegó a comprar crudo Medanito un 10% más barato que el precio sostén.
Esta situación fue aceptada por Aranguren y su equipo técnico, que intentan una convergencia gradual con el precio internacional, que hoy ronda los 45 dólares. Como muestra el cuadro que acompaña esta nota, los precios globales del crudo están disociados de los locales desde la devaluación del 2002. Nunca más volvieron a empardarse.
¿Quién gana y quién pierde con un barril “sincerado”?
Las mayores ganadoras serían las refinerías no integradas. En concreto, la más beneficiada sería Shell, que casi no tiene actividad en el usptream local y no debe lidiar con los desafíos de producir con un barril planchado. La exempresa de Aranguren consiguió continuar durante esta gestión con el extraordinario negocio que le supo convalidar el kirchnerismo: importar combustibles baratos y venderlos a precios locales, más caros.
Hasta julio, según los datos del Ministerio de Energía, Shell fue la tercera importadora de petróleo crudo y refinado, detrás de Enarsa y muy cerca de YPF, tanto en volumen como en montos.
Del lado de los ganadores, sin un precio subsidiado, hay que contar a los consumidores. Si hoy se empalmaran los precios del crudo local con el internacional los combustibles en surtidor deberían costar alrededor de un 20% menos. Esto, siempre y cuando no varíe el tipo de cambio.
El problema surgiría si en algún momento el crudo vuelve a dispararse a 80 ó 100 dólares el barril. En un eventual libre mercado, la nafta y el gasoil –este último insumo clave para el agro, en teoría el sector más competitivo del país– quedaría atado a la economía global, donde un atentado en un oleoducto en Nigeria o un mal resultado de un indicador económico en Estados Unidos puede hacer variar su precio de forma sustantiva.
¿Quién perdería con la desaparición del barril criollo?
En principio las operadoras. La gran mayoría de los yacimientos neuquinos tienen costos de extracción por encima de los 40 dólares el barril. A eso hay que sumarle los costos exploratorios, de capital y en algunos casos regalías e impuestos. Los márgenes para operar son muy finos. “Si puedo importar un barril a 45 dólares le pongo el candado al yacimiento y me dedico a importar”, graficó tiempo atrás el vicepresidente de una de las principales productoras de Neuquén. Son muy pocos los bloques en el país que podrían sostener su plena operación con los valores del Brent actuales.
Sin barril criollo, caería la actividad y con ella el empleo. Aquí se presenta un punto polémico, porque el precio sostén permitió evitar despidos masivos –los hay, pero en modo “hormiga”–, pero a su vez parte de la nafta cara que pagan los consumidores va a parar a los salarios de los 100.000 trabajadores directos del sector, que tienen los ingresos promedio más altos del país.
En esta cuenta, también pierden las provincias. Para Neuquén, un “sinceramiento” del barril implicaría una pérdida de alrededor de 1.400 millones de pesos anuales en regalías petroleras. Aquí también vale la pregunta: ¿Qué pasaría si el crudo vuelve a estar por encima de los 100 dólares? Durante muchos años las provincias petroleras perdieron dinero por los precios pisados.
Frigerio negó una baja del petróleo local, pero algunas refinerías ya le habían comunicado a sus clientes que en agosto pagarían un 2% menos.
+ 2002. Con la intención de evitar el costo de la devaluación en las tarifas tras una de las peores crisis de la historia, Argentina disocia sus precios internos de los externos.
+ 2003-2014. A través de distintos mecanismos, el kirchnerismo mantuvo pisados los precios locales del crudo cuando afuera del país superaban los 100 dólares.
+ Septiembre de 2014. Por primera vez en años el Brent cotiza por debajo del precio local, que en ese entonces se ubicaba en 84 dólares.
+ Diciembre de 2014. Nace el barril criollo, en aquel entonces de 77 dólares. La idea del exministro de Economía, Axel Kicillof, era “blindar” a la industria local de la baja del petróleo.
+ Enero de 2015. El gobierno de Mauricio Macri decide sostener la medida, pero rebaja el precio a 67,5 dólares.
“Hay que ir hacia los precios globales del crudo. Si no hay acuerdo, actuarán las leyes que rigen la importación en Argentina”, advirtió Juan José Aranguren, ministro de Energía.
“Mantener el subsidio en el barril criollo es entender su importancia en la economía regional para los habitantes en Neuquén”, expresó el ministro del Interior Rogelio Frigerio, tras reunirse con Gutiérrez.
14 años pasaron desde la última vez que los precios locales se asociaron a los internacionales.
$ 1.400 son los millones que perdería Neuquén cada año si se da de baja el barril criollo.