Si Perú se ha convertido en lo que llevamos de siglo en un caso especial en América Latina por su constante crecimiento económico, no menos excepcional es la llegada al poder de Pedro Pablo Kuczynski, de 77 años. Y no tanto por su ajustada victoria sobre su rival Keiko Fujimori en las elecciones del pasado 5 de junio por solo 39.000 votos, como por la distinción intelectual del nuevo presidente de Perú, algo que contrasta fuertemente con otros líderes pasados y presentes de la región.
Educado en Oxford y Princeton, economista del Banco Mundial, exbanquero, exministro y ex primer ministro, dos veces exiliado, tras el golpe del general Velasco Alvarado (1968) y durante la década ominosa de Alberto Fujimori (1990-2000), PPK, como se le conoce popularmente, es además músico —toca el piano y la flauta travesera— y heredero de una fascinante historia familiar donde no faltan insignes espías al servicio de la Unión Soviética.
Su padre, médico judío, huyó en 1936 de la Alemania de Hitler para establecerse en Perú como especialista en enfermedades tropicales en la Amazonia. Allí ayudó a fundar la leprosería de San Pablo, donde años después, ya en los cincuenta, un joven estudiante de medicina, Ernesto Guevara, trabajó como voluntario. Su madre, nacida en Suiza y profesora de música y literatura, era tía del director Jean-Luc Godard. Este parentesco cinematográfico se refuerza con la coincidencia de que su actual esposa, Nancy Lange, sea prima de la actriz Jessica Lange.
Kuczynski concede a EL PAÍS su primera entrevista como presidente en su domicilio particular en el distrito de San Isidro, un barrio residencial de Lima. En su despacho, lleno de libros vividos, PPK explica con humor y calculadora en mano el Perú con el que sueña tras otra jornada de actividad agotadora bajo un insólito sol de invierno. Una visión sobre el futuro de su país que en apenas dos días le ha valido que pasara de ser acusado de lobista a ser criticado por izquierdista.
-Perú crece al 4%, por encima de la media de la región, y ha reducido la pobreza a la mitad en la última década. Sin embargo, existe un malestar que, inflamado por la corrupción y la inseguridad, estuvo a punto de darle el triunfo al autoritarismo populista de Keiko Fujimori. ¿Por qué?
Parte del problema está en el propio éxito del país. Si bien es cierto que el índice de pobreza ha bajado al 23%, eso supone todavía un montón de gente: son casi siete millones y medio de personas, una cifra que coincide casi con el número de personas que no tienen agua en su casa, que son casi diez. Otra razón es que ha habido una falta de seriedad de los Gobiernos anteriores ante este grupo de gente, una falta de conexión. Además, existe la percepción entre la gente más educada de que ha habido una corrupción brutal, y a ello se añade la recesión económica de los dos últimos años.
P. Va a tener que gobernar en minoría en el Congreso. Su partido, Peruanos por el Kambio, solo tiene 18 escaños frente a los 21 de la izquierda y los 73 de Fuerza Popular, de Keiko Fujimori, en un Parlamento de 130. ¿Ve posible la colaboración con el fujimorismo?
R. No todos los 73 congresistas de la bancada fujimorista son miembros del partido, habrá como 30 que se subieron al carro creyendo que ella ganaba y que recibirían una prebenda. Lo que hay que trabajar desde un punto de vista completamente egoísta es jalarse [atraerse] a algunos de esos. Si no lo hacemos va a ser difícil trabajar en el Congreso, más allá de la pequeña luna de miel que ojalá tengamos en las próximas semanas. Pero no espero una gran colaboración, espero que sean neutralmente tolerantes.
P. ¿Esperaba las protestas de los fujimoristas cuando asumió el mando?
R. No, y tampoco aplaudieron nada de lo que dije. Creo que son malas maneras pero tengo un cutis de cuero, aguanto eso.
P. ¿Va a sacar de la cárcel a Alberto Fujimori?
R. Si el Congreso saca una ley de inspiración general que le permita cumplir su sentencia en casa, yo la firmaré, pero no lo voy a indultar.
P. ¿Existe un terreno común en política económica con el fujimorismo?
R. Se oponen a bajar el IVA, pero bajarlo es bueno porque es un impuesto indirecto que va directamente a la vena del más pobre. Un IVA alto promueve la informalidad, que en Perú representa el 60% de la fuerza laboral. Y la informalidad promueve la falta de inversión en la modernización. Es la historia del aspirador y de la escoba; ¿para qué voy a tener una máquina eléctrica si puedo tener un montón de mujeres a las que les pago cuatro centavos para que barran las calles? Por eso hay que dar un golpe de timón social.
P. En su victoria electoral fue clave el apoyo del Frente Amplio de Verónika Mendoza. ¿Cree posible concertar una agenda con la izquierda?
R. El punto divisorio en Perú entre la izquierda y la derecha es la minería, que es lo que más divisas nos trae y yo soy partidario de su industrialización. Para entenderse con el Frente Amplio y traerlo a posiciones moderadas hay que trabajar en el agro y en la educación. ¿Cómo es posible que haya tanta gente sin agua o colegios que estén cayéndose a pedazos? Arreglar eso no es de izquierdas o de derechas, es cuestión de sentido común.
P. Ha prometido una revolución social. ¿Por dónde va a empezar?
R. Queremos hacer una revolución social porque este país es aún muy retrógrado. Los líderes de los business todavía hablan de los cholos, están en el siglo XIX y hay que empezar a cambiar eso. El agua y la sanidad son las prioridades. El programa para dotar de agua a todos los peruanos debería generar medio millón de puestos de trabajo.
P. ¿Cómo va a reactivar la economía?
R. Destrabando los 10 o 15 grandes proyectos que están atascados. Eso significa un crecimiento en un año de un punto y medio más del PIB.
P. ¿Cómo ve a Perú en el contexto de América Latina? ¿Qué papel quiere jugar frente a la crisis de Venezuela?
R. Perú está por debajo de su peso internacional. Por ejemplo, respecto de Venezuela tenemos que armar un club de presidentes, un grupo al estilo de Contadora, que promovió la paz en Centroamérica a mediados de los ochenta
P. ¿Cómo se define políticamente?
R. Tenemos que buscar una política centrista: poner mucho énfasis en el lado del bienestar donde estamos muy atrasados —salud, agua, educación— y, del otro lado, necesitamos una economía de mercado que financie todo eso.
P. Parafraseando al Zavalita de Vargas Llosa, ¿Perú va a empezar a dejar de estar jodido?
R. Bueno, aún hay mucha gente que está jodida. Hay que desjoder Perú y eso cuesta plata.