En el comienzo del segundo semestre, los principales indicadores económicos no muestran señales contundentes de recuperación. La inflación oficial de mayo fue más alta de lo esperado, por lo que se desvanecen las chances de que en julio el Indice de Precios del Consumidor (IPC) se ubique por debajo de 2%. En este contexto, el repunte del consumo recién llegaría en el último trimestre. Por el lado de las inversiones, si bien hay anuncios todas las semanas, aún no se logra la masa crítica para que el empleo vuelva a crecer. Las buenas noticias vendrían desde el campo, que promete un alza en la cosecha de trigo que ayude a compensar las menores toneladas de soja y que comprometió inversiones por US$58.000 millones. A través de la reactivación de la obra pública, el Gobierno busca sumarle impulso a la economía y dejar el terreno preparado para crecer en 2017.
Las expectativas para lo que resta del año no son uniformes. El Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz recurre a la expresión “depreflación” para explicar cómo ven hoy la economía: un mercado interno en contracción, con la actividad en baja, incremento de costos y tarifas a tasas altas. “En las puertas del segundo semestre, la actividad económica va en caída libre con una inflación que no afloja, conduciendo la economía hacia la depreflación: depresión con inflación”, afirman. En ese contexto, “las promesas de una lluvia de inversiones atraída por el shock de confianza en el ámbito empresarial generado por la asunción de un gobierno pro-negocios, choca con la realidad de una parálisis en los planes de inversión de las empresas privadas”.
Para el economista Dante Sica, con el segundo semestre se viene un “cambio de tendencia”. Detalla que “la inflación va a bajar en forma significativa en el tercer trimestre, acercándose a 1,5% en diciembre o quizás un poco más abajo”.
Las luces amarillas en torno a la inflación volvieron a encenderse hace pocos días, cuando se conoció que el dato oficial de 4,2% para mayo, por encima de lo que esperaba el mercado. Incluso, el ministro Alfonso Prat-Gay admitió que la pauta de 24% establecida para este año no se cumplirá, y que el índice crecerá al 42% anual. Pese a esto, las expectativas en torno a los precios podrían jugar a favor. El relevamiento del Centro de Investigación en Finanzas de la Universidad Di Tella indica que la inflación esperada por la población para los próximos doce meses cayó 3 puntos porcentuales y se ubica en 25%. Se trata de la segunda caída mensual consecutiva de las expectativas de inflación. Aun siendo una cifra elevada, es el nivel más bajo desde enero 2016.
En cuanto a la actividad, el trayecto a recorrer para volver al sendero del crecimiento es bastante largo. La consultora C&T precisa que la economía acumula una caída del 3,8% desde junio del 2015. “El segundo trimestre fue el peor a nivel actividad”, señala Sica. “En el tercero vemos una desaceleración de la caída y en el cuarto prevemos que ya habrá indicadores positivos”.
Para que los pronósticos de Sica se cumplan hace falta que el repunte se haga efectivo al menos en dos sectores: el consumo y la industria. El primero es el que aún en este contexto recesivo se insinúa como el más prometedor. “La mejora del consumo recién se va a notar en el cuarto trimestre, cuando se refleje el impacto de las paritarias y de las medidas sociales que impulsó el Gobierno”, apunta el economista.
La situación del sector fabril es más difusa. “A nivel externo, la industria está condicionada por Brasil y por la baja del petróleo que frenó muchos programas de inversión, especialmente en metalmecánica. A los sectores que producen para el mercado interno los afecta la baja del consumo. Por ahora las actividades que se están recuperando son las relacionadas con el complejo agroindustrial, como químicos y maquinaria agrícola. En el segundo semestre deberían mejorar los sectores vinculados al consumo interno, en especial alimentos y bebidas, y también los textiles, donde los indicadores son positivos pese a que los empresarios del rubro dicen que están produciendo menos”.
Sin embargo, estas perspectivas de repunte no se condicen con las expectativas de Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) que publica el Ministerio de Trabajo: las empresas no creen que la reactivación será tan fuerte como para volver a crear empleo. Por eso, el 85% de las firmas consultadas prevé mantener estables sus dotaciones en los próximos tres meses. Sólo un 9,5% analiza contratar personal y un 5,5%, disminuirlo.
La clave para saber qué pasará con el empleo está ligada a la inversión. En este punto, Sica señala que “la recuperación todavía es baja. Un dato alentador es que el año pasado había en el país US$5.000 millones de utilidades que no habían podido ser repatriadas y una vez que se levantó el cepo, la salida de capitales fue muy poca, lo que muestra que hubo algo de reinversión”. Otro indicador favorable es que “aumentaron mucho las fusiones y adquisiciones. En cuatro meses de este año hubo 15 operaciones de este tipo, más del doble de lo hubo en los últimos dos años. Eso habla de dinamismo, pero la mayor inversión privada se va a notar en el segundo semestre”.
Hasta ahora, todas las semanas se suman anuncios de inversión que aún no está claro cuándo se transformarán en obras concretas. Entre ellos, la semana pasada, CCU Argentina, una de las principales compañías cerveceras del país, anticipó que invertirá $2.250 millones para el periodo 2016-2019, más otros US$55 millones de Mondelez entre 2016 y 2017 para aumentar la producción de chocolates y galletitas. El anuncio más fuerte fueron los US$58.000 millones que, de acuerdo con un estudio de la Sociedad Rural Argentina (SRA), invertirá el sector agropecuario durante este año, con la ganadería a la cabeza. Desde el Ministerio de Agricultura apuntan que la superficie de trigo sembrada alcanzará las 5.300.000 hectáreas, un millón más que la siembra pasada.
Esto implica una inversión de $5.000 millones de pesos más respecto de la campaña pasada Con el segundo semestre pisándole los talones, el Gobierno salió a jugar la carta de la reactivación de la obra pública. Un relevamiento de C&T detecta un fuerte rebote en la dinámica de las licitaciones públicas. En el bimestre marzo-abril se licitaron 110 obras contra un promedio mensual de 17 llamados en el semestre previo. Las 16 obras más relevantes adjudicadas en marzo y abril representan un desembolso de $13.000 millones. La expectativa es que esto ayude a recomponer el empleo en el sector, donde se perdieron unos 40.000 puestos de trabajo.
La otra apuesta oficial es la repercusión que tendrán sobre la economía las medidas sociales. La consultora FyE apunta que “con un paquete económico ambicioso, pero todavía difuso, que incluiría un amplio blanqueo de capitales, reajuste de haberes y pago de deudas a jubilados, el gobierno de Macri busca recuperar la iniciativa política y económica con el objetivo de estimular la actividad”.
Para Jorge Vasconcelos, del IERAL, “en la medida en que el precio de los granos se mantenga a nivel internacional, que la suba de tasas de Estados Unidos sea gradual y que Brasil comience realmente a recuperarse, el 2016 podría terminar con un panorama bien distinto al de comienzos de año”. Pero remarcó que ante la volatilidad de las variables externas, “el mejor instrumento para la reactivación es mejorar la competitividad local, pero esa parte de la agenda todavía luce desdibujada”.
Con luces y sombras, y contabilizando el repunte esperado para el último trimestre de 2016, Dante Sica prevé que el año cerrará con una caída del PBI del 0,8%, pero con claras perspectivas de crecimiento para 2017.
LUIS MAJUL
Todavía faltan cuatro días para que empiece el segundo semestre. Sin embargo la enorme expectativa que generó su advenimiento ya lo transformó en un boomerang que podría afectar al gobierno en general y al presidente Mauricio Macri en particular. "Nunca dijimos que en el segundo semestre de este año la Argentina se transformaría en Disneylandia", se atajó el viernes pasado, por radio, el ministro del Interior Rogelio Frigerio. Y tiene razón.
Pero fueron tantas las veces que el Gobierno repitió que durante la segunda mitad del año el país iba a estar mucho mejor que ahora casi todos lo esperan, como si fuera un aniversario o la final de un campeonato de fútbol. Y quizá el que más insistió fue el propio Macri. El Presidente, incluso, propuso varias apuestas con algunos periodistas con los que mantuvo encuentros off the record. La primera fue que la inflación de junio bajaría a menos del 2%.
La segunda premonición fue que a partir de la desaceleración de precios la economía iba a crecer del 2 al 4%. Y la tercera, que las inversiones se iban a multiplicar de manera exponencial. Los ministros del área, sin embargo, no están tan seguros. Los más prudentes, incluido el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, consideran que la previsión original de que la inflación bajaría el 25% anual empezará a suceder recién en abril del año que viene. "Fuimos demasiado optimistas. Fallamos en el cálculo por tres meses. Pero eso no significa que no estamos mejorando.
Lo estamos haciendo de a poco. Pero lo que viene son buenas noticias" me dijo otro ministro del equipo económico. En sus diálogos con economistas, gobernadores, banqueros, sindicalistas y dirigentes de la oposición Macri pide mucha paciencia y un mínimo de reconocimiento. "Me están corriendo todo el tiempo. Por izquierda y por derecha. Nos acusan de matar de hambre a la gente pero no cuentan que en la provincia de Buenos Aires casi estamos duplicando la entrega de bolsones de comida. Dicen que gobernamos para los ricos pero no valoran la decisión de reconocerle a los jubilados lo que durante décadas de las negó.
Nos responsabilizan solo a nosotros por la suba de precios, como si no nos hubieran dejado una bomba de tiempo. Pero ahora que la inflación está bajando nadie lo reconoce como un logro. Y se lo adjudican, casi de manera exclusiva, a la baja actividad y la recesión. Cuando la inflación termine de bajar y la economía empiece a mejorar ¿qué van a decir? ¿qué no crecemos al% anual?"
El Presidente quiere pasar por alto, lo más rápido posible, las graves consecuencias que produjeron el tarifazo y la explosión de los precios de los alimentos. Pide encarecidamente que no lo ataquen a Juan José Aranguren, pero al mismo tiempo reconoce que le parece justo que la Oficina Anticorrupción analice si viola o no la ley de tenencia de acciones de Shell por parte del ministro de Energía. Tanto el jefe de Estado como la mayoría de los ministros y secretarios subestimaron el tránsito de la jefatura de gobierno de la Ciudad a la Presidencia de la Nación.
Un amigo de Macri que no viene de la política se lo echó en cara sin sutileza. Le dijo que le parecía una barbaridad que le siguiera prestando a su amigo Nicolás Caputo unos cuantos millones de pesos y que encima lo hiciera aparecer en su declaración jurada. Le explicó que no se tenía que enojar si el fiscal Federico Delgado decide investigar hasta su ropa interior, y que eso incluye el controvertido divorcio de su hermano. Además interpretó que para que una buena parte de los argentinos dejara de repetir que gobierna para los ricos, no solo debía mantener los planes sociales ni reconocer el sacrificio de los jubilados.
También tenía que imponer multas a los formadores de precios que se abusan y denunciar la cartelización de algunas actividades, más allá de la obra pública del gobierno anterior. Macri le tomó la palabra y le explicó que, más allá de la inflación y el crecimiento, el gran desafío que se propuso es hacer que el sistema judicial funcione de verdad. A pesar del evidente beneficio político que le representa el escándalo del revoleo de bolsos con u$s 9 millones de José Francisco López, la captura de Ibar Pérez Corradi en Foz Iguazú y la confirmación de que los hijos de Lázaro Báez son cotitulares de cuentas bancarias con dinero negro en Suiza, el jefe de Estado desconfía de los fiscales y jueces federales. Él pretende que este mani pulite a la bartola no se limite a la pura espuma."Más importantes que las imputaciones, los llamados a indagatorias y los procesamientos lo más importante es que los delitos terminen en condenas, y que las causas no se vayan deshilachando, al compás de los tiempos políticos", opinó.
Es lo mismo que piensa el ministro de Justicia Germán Garavano. Y no es distinto, en lo sustancial, de lo que pretende la diputada Elisa Carrió. En el ranking de los jueces cuestionados, se encuentran, primero, Daniel Rafecas y segundo, muy cerca de él, Rodolfo Canicoba Corral. Rafecas ya tiene dos pedidos de juicio político. Y la mayoría oficialista del Consejo de la Magistratura está dispuesta a iniciarlos.
De Canicoba esperan que termine condenando a Omar Caballo Suárez, exsecretario general de Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU), procesado por impedir la navegación y acusado de extorsión. De Federico Delgado se preguntan cómo tardó tanto en encontrar una mínima prueba del enriquecimiento ilícito de José López y porqué pone semejante celo en investigar a Macri y su conducta en los denominados Panamá Papers.
En el Gobierno también se preguntan cómo puede ser que los camaristas Eduardo Freiler y Jorge Ballestero continúen en sus despachos, después de tantos fallos que los colocan bajo sospecha. Carrió los quiere enjuiciar. Cuanto antes, mejor. A Macri le alcanzaría con que presenten sus renuncias, como lo hizo Norberto Oyarbide. El no cree que aceptar la dimisión sea un acto de debilidad. O de garantía de impunidad. "Primero que se vayan y que dejen de hacer el mal. Y después que se los denuncie y se los investigue. Una cosa no impide la otra", dijo el jueves pasado.