NORA BÄR
En las desoladas alturas de la Puna jujeña, a alrededor de 4200 metros sobre el nivel del mar y a 68 kilómetros del paso de Jama, en el límite con Chile, el viento azota las vastas superficies arenosas con una fuerza que nos impide caminar y hasta cerrar las puertas del auto que nos trajo a Olaroz Chico, este pueblo que se confunde con los tonos ocre-rojizos de las montañas de la Cordillera oriental y en el que viven apenas 320 personas rodeadas de silencio.
Entre el puñado de casas chatas, una abuela y su nieta vienen bajando la cuesta inclinadas bajo el peso de un manojo de ramas envueltas en un lienzo negro. A algunos metros se divisa el inesperado toque de color de las coronas con flores de papel que adornan el diminuto cementerio, un montoncito de tumbas bajo el cielo de un celeste que deslumbra.
Al Norte y al Sur, sólo se divisan las imponentes laderas de esos montes, cubiertos de rocas y arbustos resecos por el sol, y hoy barridos por este viento indómito que no cesa y que obligó a suspender las clases en la escuelita a la que concurren unos 50 "changuitos".
Pero cuando se mira hacia abajo, a lo lejos, en la fosa que se extiende entre una y otra cadena montañosa, se advierte el inabarcable manchón blanco de la salina de Olaroz: un mar de sal de 300.000 hectáreas de superficie y 500 a 1000 metros de sedimentos, en cuyas aguas fósiles se concentra, entre otros, un elemento que muchos consideran el oro blanco de la actualidad, el litio. Prueba del interés que despierta es que su precio de mercado ascendió de 5000 a 10.000 dólares la tonelada en los últimos seis meses.
Según nos cuenta el geólogo y espeleólogo Javier Elortegui Palacios, investigador adjunto del Conicet y ex director de Minería y Recursos Energéticos de la provincia, este tipo de estructuras se originaron durante el Terciario a partir de los movimientos orogénicos andinos que llevaron a desaguar en esa cuenca ríos que arrastran agua salobre con litio, boro, arsénico y varios metales disueltos cuyas sales se concentraron por la fuerte evapotranspiración que moldeó la Puna a lo largo de cientos de miles de años.
Allí, a unos 20 km de Olaroz Chico y sin otra población humana a decenas de kilómetros a la redonda, se levanta la planta de Sales de Jujuy, una compañía internacional con participación del estado de la provincia, que comenzó a extraer comercialmente carbonato de litio en diciembre de 2014.
En ese medio inhóspito, donde las temperaturas pueden pasar de 40 grados durante el día a 40 bajo cero durante la noche, y utilizando métodos ancestrales de evaporación combinados con modernas tecnologías de purificación en gran escala, esta minera no tradicional extrae de 350 hectáreas de pozas de menos de un metro de profundidad este componente fundamental de las pilas y baterías que hacen funcionar desde teléfonos celulares y computadoras hasta autos eléctricos que prometen aliviar la dependencia de los combustibles fósiles.
Mucho de lo que rodea la planta habla de futuro y avance económico. Con una meta de extracción de 17.500 toneladas de litio anuales y con el control estatal de una provincia que fue pionera en establecer normas para la actividad minera, como la ley que declara las reservas de litio de Jujuy un recurso estratégico para el desarrollo de sus más de 300 comunidades originarias y la participación de éstas en el monitoreo ambiental,
La compañía desarrolla programas que intentan promover la calidad de vida de los pueblitos cercanos. Son acciones orientadas a la prevención en salud, acceso a Internet, apoyo a la educación, promoción de proyectos productivos. Entre sus logros, mencionan el hecho de que tienen presencia en las asambleas de 10 comunidades, que el 70% de su personal viene de Olaroz Chico, que seis de esos empleados ya son supervisores y que están estudiando iniciar acciones para apoyar el acceso a la educación universitaria.
Ataviado con una campera contra el frío con el logo de la compañía, como muchos de sus vecinos, Tomás Demetrio Nieva, "subcoordinador" de la comunidad de Olaroz, lo confirma. Dice que aguardan con expectativa la apertura de un centro de venta de artesanías junto a la ruta y la puesta en marcha de proyectos turísticos. Está contento. Pero uno no puede dejar de pensar que, tras siglos de postergación, el goteo de la riqueza es lento y la paciencia, infinita. Y opta por el silencio.