A primera hora de la trde uruguaya el barril de Brent del mar del Norte para entrega en agosto ganaba 25 centavos con relación al cierre del miércoles, a US$ 49,97. En el New York Mercantile Exchange (Nymex), el barril de "light sweet crude" (WTI) para entrega en julio ganaba 15 céntimos, a US$ 49,16.
La OPEP mantuvo este jueves su nivel de producción de petróleo, sin tope ni cuotas por país, confortada por la reciente subida de los precios en un mercado que se mueve "en la dirección correcta".
En su reunión semestral en Viena, el cártel desestimó así la propuesta iraní de volver al sistema de cuotas por país, y la iniciativa venezolana de establecer una horquilla de producción para cada miembro, formulada por su ministro Eulogio Del Pino.
El cártel de 13 países, que bombea alrededor de un tercio del crudo mundial, eligió además a un nuevo secretario general, el nigeriano Mohammed Barkindo, que sucederá el 1° de agosto a Abdallah El Badri, y decidió admitir en julio a Gabón como 14º Estado miembro.
Terminada la reunión, los inversores se centraron más en la caída de las reservas semanales en Estados Unidos, y a primera hora de la tarde uruguaya las cotizaciones se situaban al alza: el barril de Brent para entrega en agosto subía 25 centavos,mientras en Nueva York el barril de "light sweet crude" (WTI) para julio ganaba 15 centavos.
El comunicado final no menciona ningún tope, y según El Badri, "en este momento el número (de barriles) que estamos produciendo es razonable para el mercado".
"Seguiremos manteniendo consultas (...) el mercado se está moviendo en la dirección correcta", comentó a la prensa el saudí Jaled al Faleh, nombrado en mayo, tras su primera participación como ministro en un encuentro de la OPEP.
La Organización de Países Exportadores de Petróleo, que extrajo 32,3 millones de barriles diarios (mbd) en el primer trimestre del año, cumplió con los pronósticos del sector, que no esperaba un recorte ni un congelamiento de la producción tras la fuerte subida de precios los últimos meses, más de un 80%.
"No había ninguna urgencia para que el cártel actuara", observó Christopher Dembik, analista de Saxobank.
"No puede hablarse de decepción, dado que los inversores tenían pocas expectativas. Era evidente que la reunión de la OPEP no desembocaría en ninguna decisión concreta, y menos aún en un acuerdo sobre un techo de producción", añadió.
Presionados por una oferta excedentaria y una demanda tibia, los precios llegaron a caer a 26-27 dólares en enero y febrero pasados.
Desde entonces han subido más de un 80%, hasta cerca de US$ 50 el barril, a medida que la demanda mundial se ha revigorizado y al mismo tiempo declinado la producción de países no miembros de la OPEP.
Según el comunicado final, dicho incremento de los precios, sumado a que "la oferta y la demanda están convergiendo", apunta a que "el mercado está en proceso de reequilibrarse".
"La oferta de países no miembros de la OPEP (...) alcanzó su tope en 2015 y empezó a declinar, y se espera que en 2016 su producción caiga en 740.000 barriles diarios", indicó el comunicado final.
"Se espera que la demanda mundial aumente en 1,2 mbd (en 2016), después de incrementarse en 1,5 mbd en 2015. Este incremento de la demanda sigue siendo relativamente sano, teniendo en cuenta los desafíos económicos recientes", agrega el texto.
Desde finales de 2014, Riad ha pilotado una política basada en producir sin topes ni cuotas, para apartar del mercado a productores de petróleos no convencionales (esquisto, arenas bituminosas, aguas ultraprofundas), que necesitan precios más altos.
Los ministros de Irán y los Emiratos dejaron claro no obstante que los países miembros tampoco tienen la intención de bombear aún más.
"No pretendemos aumentar nuestra producción. La intención de la OPEP es seguir de cerca la situación y actuar con responsabilidad", afirmó el emiratí Suhail al Mazruei.
"No recibí señales de que ningún país quiera aumentar su producción. Me parece que todos los países son bastante conservadores en cuanto a la estabilización del mercado", explicó el ministro iraní, Bijan Namdar Zanganeh.
Su país es no obstante una excepción, ya que tiene la intención declarada de recuperar el nivel de producción previo a las sanciones impuestas durante una década a causa del programa nuclear.
El nuevo secretario general del cártel será, a partir del 1 de agosto y por tres años, el nigeriano Mohammed Barkindo.
El ex directivo de la Nigerian National Petroleum Corporation (NNPC) se impuso al candidato venezolano Alí Rodríguez y al indonesio Mahendra Siregar.
La próxima reunión ordinaria será el 30 de noviembre en Viena.
Los líderes de Arabia Saudita se han impuesto un reto de grandes proporciones: desmantelar el mayor petroestado del mundo.
El octogenario rey Salmán bin Abdulaziz al Saud, el último de los hijos del fundador de la moderna monarquía saudita, encomendó a su hijo de 30 años, el príncipe Mohamed bin Salmán, una tarea titánica: reorganizar este Estado musulmán conservador y reacio al cambio rápidamente. "La generación más joven está asumiendo el control. Él es su representante", dice Jean François Seznac, profesor de la Universidad de Georgetown que estudia los gobiernos árabes.
Desde 1938, cuando descubrió crudo en su territorio, el reino se ha convertido en uno de los ejemplos paradigmáticos de la era del petróleo. Los miles de millones de barriles de crudo que Arabia Saudita ha extraído y vendido al mundo desde entonces han forjado la economía, la política y la sociedad de maneras que podrían ser difíciles de cambiar.
Los ciudadanos sauditas disfrutan de enormes descuentos en los precios de la gasolina, el agua y la electricidad. La vivienda es subvencionada y el gobierno financia la salud y la educación. Las empresas han dependido de la energía barata y del acceso expedito a la mano de obra foránea.
A cambio, la familia real espera una dócil aceptación de su liderazgo. Sin embargo, este pacto social se está resquebrajando, y no sólo por la caída de los precios del petróleo.
Las tendencias demográficas son abrumadoras. Un estudio del Instituto Global McKinsey estima que para 2030 el número de sauditas mayores de 15 años aumentará en unos seis millones, incorporando unas 4,5 millones de personas a la fuerza laboral. La cifra aumenta si las mujeres empiezan a trabajar en mayores cantidades.
Los cálculos de McKinsey implican que la población adulta se duplicará, lo que tendrá el doble efecto de estirar hasta el extremo el sistema de beneficios gratuitos y subsidios que protege a la población y exigir la creación de casi tres veces el número de puestos de trabajo que el país generó durante el auge petrolero que se prolongó de 2003 a 2013.
Para responder al desafío, el gobierno contempla una amplia diversificación de la economía, desde privatizar partes de em-presas públicas, empezando con la venta de hasta 5% del coloso petrolero Aramco, a enfatizar la producción de productos refinados de mayor valor agregado como gasolina y productos petroquímicos, desarrollar el turismo y sentar las bases de una industria manufacturera. Altos funcionarios del gobierno declinaron dar entrevistas para esta nota.
A medida que se conocen más detalles del plan, más segmentos de la sociedad muestran su incomodidad. La archiconservadora clase clerical critica la intención del gobierno de ampliar la participación de las mujeres en el trabajo público. Las empresas, que se han beneficiado durante décadas de los subsidios a la energía y la importación masiva de millones de empleados extranjeros, se resisten a reemplazarlos con trabajadores sauditas más caros y enfrentar un mercado más competitivo.
"Es un nuevo paradigma. Estamos entrando en territorio desconocido", dijo Hossein Shobokshi, un empresario de la ciudad de Yeda, en una reciente conferencia patrocinada por Euromoney.
Uno de los principales desafíos no es sólo crear más puestos de trabajo en el sector privado, sino convencer a los jóvenes sauditas a que los acepten. Es una tarea especialmente difícil en áreas como las ventas minoristas y los empleos de reparación y gestión de bajo nivel, que durante mucho tiempo han sido ocupados por extranjeros dispuestos a trabajar largas horas por poco dinero. Ahora, el gobierno saudita está devolviendo a esos trabajadores a sus países de origen y tratando de que los sauditas ocupen su lugar.
Esta política, conocida como "saudización", es uno de los objetivos más firmes del gobierno, a pesar de que campañas previas para sustituir a los extranjeros en los puestos de venta de los mercados de verduras y en las tiendas de joyería, fracasaron.
El desarrollo del turismo es otro de los objetivos del gobierno. Es un área en la que el profundo conservadurismo religioso de la sociedad ha hecho causa común con una potente industria de la construcción alimentada por los ingresos petroleros.
Anualmente, durante la peregrinación, la ciudad santa de La Meca atrae a decenas de millones de visitantes. Las grandes empresas de construcción de Arabia Saudita, controladas por familias conectadas con el poder, han hecho fortunas construyendo hoteles de lujo y centros comerciales para esas multitudes.
Las ciudades sagradas musulmanas están fuera del alcance de los no musulmanes. El reino aún no emite visas de turistas, aunque las autoridades dijeron que esperan comenzar pronto a hacerlo.
Algunos impulsores de turismo quieren convertir al país en un destino internacional que se pueda visitar todo el año. Pero el clero ha presionado muchas veces para demoler monumentos y lugares históricos, que desde el punto de vista de su austera versión wahabista del islam son distracciones de Dios y su profeta.
El mayor desafío tal vez sea construir una base manufacturera diversificada. Esto es particularmente difícil en una economía donde la inundación de petrodólares eleva el precio de la mano de obra y encarece otras exportaciones.
En los casos en que Arabia Saudita pudo crear empresas exitosas a nivel mundial al margen de la exportación de crudo -como en petroquímica o la producción de aluminio- se apoyó en ventajas como la energía barata.
Estos modelos de negocios, altamente subvencionados por el Estado han sido "de creación de riqueza" para sus propietarios más que de "creación de valor económico", dijo Iyad al Zaharnah, director del Centro de Innovación de la Universidad Rey Fahd de Petróleo y Minerales. "Ninguno de esos modelos incentiva la innovación. Sabíamos que esto tenía que cambiar" en algún momento, concluyó.