Esta semana se confirmó que la inflación de abril fue la más alta de los últimos 14 años. Pero el 6,5% de aumento que marcó el índice de precios de la Ciudad de Buenos Aires no hizo mella en el discurso optimista del Gobierno, que sigue machacando con que a partir del junio el índice bajará. Si bien la mayoría de los analistas opina que a mediano plazo el índice se aquietará, algunos economistas advierten que aún persisten problemas que obstaculizan el cumplimiento de esas promesas.
El presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, repitió esta semana que su objetivo es llevar la inflación anual “en un plazo razonable” –en 2019– al 5%. Hoy, con un índice en torno al 35% anual según admite el Gobierno, los signos de desaceleración son pocos. El ministro Alfonso Prat-Gay se aferra a la idea de que el índice de abril fue motorizado por las tarifas. “Si excluimos esos aumentos, nos queda 2,5% de suba y los alimentos están por debajo de ese nivel”, dijo.
Desde el Banco Central apuntan que “el sesgo antiinflacionario de la política monetaria parece estar teniendo éxito en contener efectos de segunda vuelta del reacomodamiento de precios. Según el relevamiento que Latin American Consensus Forecasts realiza entre analistas especializados, se prevé un claro sendero descendente en la inflación mensual a partir de mayo de 2016”.
Contra el optimismo oficial, los analistas remarcan que sigue habiendo varios frentes abiertos de diversa intensidad, que aportan calor a la llama inflacionaria.
Tipo de cambio: si bien el dólar lleva varios meses quieto, el pico de $16 al que llegó durante el verano es uno de los motivos por los que en lo que va del año la inflación acumulada alcanzó el 19,2%, según el índice de la Ciudad. Camilo Tiscornia, de C&T Consultores, marca como un error que el equipo económico no haya intervenido para evitar que la divisa se ubicara en ese nivel. Desde el Gobierno apuntan que pese a que la devaluación tocó el 60%, el traslado a precios fue acotado. Para Sturzenegger, “no hay que caer en la tentación de utilizar el tipo de cambio para estabilizar porque, tarde o temprano, se convierte en una trampa que no le permite a la economía acomodarse ante shocks externos”.
Tarifas: la eliminación de los subsidios y las subas en las boletas de servicios públicos en el ámbito metropolitano fueron, junto con la devaluación, los dos elementos que explicaron gran parte de la escalada inflacionaria. Cuando los consumidores aún no se habían recuperado del alza de hasta el 600% en las boletas, los precios treparon en los surtidores. “El aumento de los combustibles fue un balde de nafta en el fuego inflacionario”, apunta la consultora Empiria. “Las naftas ponen un piso alto de inflación en mayo. En el actual contexto de incertidumbre ‘los efectos de segunda ronda’ son elevados”.
Dominancia fiscal: para Tiscornia esta es la otra pata discutible de la estrategia oficial, en referencia al rol del Central como financiador del déficit público. “Si quisieran bajar realmente la inflación, tendrían que hacer un ajuste fiscal más grande para cortar de cuajo con la emisión monetaria. Pero esta claro que esto no se puede hacer, porque ya con el miniajuste que se hizo tenemos problemas. Imaginate lo que pasaría si quisieran eliminar el déficit”. Para salir de la dominancia fiscal que rigió durante el kirchnerismo, el macrismo quiere poner en marcha el esquema de metas de inflación (ver aparte). “Es necesario que el Tesoro ajuste su situación de financiamiento a la pauta que marca el Central”, apunta Tiscornia. Desde el IERAL, el instituto dependiente de la Fundación Mediterránea, esperan que “con la reducción del déficit y las nuevas fuentes de financiamiento, la dominancia fiscal se reduzca notablemente en el tiempo”. Para este año el Banco Central acordó un tope de transferencias de recursos al Tesoro equivalente a $160.000 millones. “Esto, junto con el hecho de no comprometerse a un nivel dado de tipo de cambio, le dieron a la autoridad monetaria la flexibilidad y la previsibilidad necesarias para enfocarse en el objetivo de bajar la inflación. El monto de transferencias acordado para 2016 para nada compromete los objetivos de la institución o su situación patrimonial. En términos reales esto implica una reducción del orden del 20% respecto de lo girado al fisco el año pasado por adelantos transitorios netos y utilidades”, dicen en el equipo de Sturzenegger.
Expectativas: durante la gestión kirchnerista, las estimaciones acerca de lo que ocurriría con los precios tuvieron un papel preponderante. En lo que va de esta administración, las expectativas del mercado se fueron acomodando, mientras que las del público siguen altamente sensibilizadas por los últimos aumentos. El último informe de la autoridad monetaria indica que para agosto la inflación esperada por el mercado es de 1,6%. Para Guido Sandleris, subsecretario de Finanzas de la Provincia de Buenos Aires, “este ajuste de expectativas a partir de junio muestra la incipiente credibilidad que está teniendo el Central”. Según Eduardo Levy Yeyati, directivo del BICE, “que la inflación de agosto apenas reaccione al shock de abril es señal de credibilidad de la proyección del BCRA”.
Puja distributiva: el impacto social de la inflación es la principal señal de alarma que aparece en el horizonte. Se estima que el poder de compra del salario cayó 5% en el primer cuatrimestre. “El Gobierno peca de monetarismo a la hora de pensar que la dinámica de precios solo depende de los excesos en el mercado monetario. También inciden la coordinación de expectativas, los cambios de precios relativos, la inflación de costos, las regulaciones y la puja distributiva. No se avanzó en un pacto social que garantice un acompañamiento de las empresas y los sindicatos en esta transición. Se minimizó el impacto de la devaluación en la estructura de costos, se avanzó rápidamente en la quita de subsidios y se permitió que las empresas ajusten precios sin ningún tipo de contención”, señala la consultora Analytica. A partir de junio, las paritarias podrían incidir en la inflación. “Algo de traslado a precios va a haber”, apunta Tiscornia. “Esto abona la hipótesis de que la baja será gradual. Por eso pensamos que la inflación va a estar bien arriba de 1% hasta fin de año. El punto débil es la tolerancia social”.
Desde Analytica advierten que las elevadas tasas de interés están ahogando la actividad productiva. “La inflación va a bajar pero de la peor manera, con un fuerte ajuste del consumo y la inversión. Junio será un mes clave pues si la inflación no da señales contundentes de desaceleración, todas las miradas estarán puestas en el Central”.
Más a tono con la mirada de Sturzenegger, Tiscornia considera que la inflación “naturalmente va a ir bajando porque la devaluación y las tarifas ya se incorporaron”. Y estima que sobre esto se sumarían otros efectos positivos. “La punta de lanza será la obra pública, que se había frenado con el kirchnerismo y el Gobierno actual está retomando. Con las paritarias la gente recompondrá algo del poder adquisitivo –no todo–. Estamos en el peor momento del consumo y eso debería poder ir mejorando”.