Claudio Andrade
Por muchos años la plazoleta central de Río Turbio (Santa Cruz) estuvo dedicada a albergar una oficina de Turismo. En su interior abundaban los folletos invitando a recorrer la provincia y en especial las minas y el Museo Minero, como parte de un singular tour grabado en carbón. Justo al lado, un baldío sin utilidad precisa hacía las veces de parque de entretenimiento para chicos.
Hoy ambos espacios han desaparecido. En su lugar funcionan dos estacionamientos donde abundan las camionetas 4x4 y los automóviles modelo 2015/2016. Brillantes, atractivos, recién sacados de las concesionarias de Río Gallegos.
Ni siquiera en la década de los 70 y principios de los 80, en los mejores momentos de explotación de las minas que rodean la localidad, se observó este desfile de coches de lujo. Río Turbio es una localidad en donde las casas valen menos que los autos que descansan en sus garajes.
La mayoría de los que llegan a esta geografía desolada lo hace arriba de un colectivo soñando con que más temprano que tarde se marcharán a sus provincias en un Honda Civic o una Toyota Hilux. Lo de la galería del automóvil es un fenómeno con unos 10 a 12 años de existencia, los años que el kirchnerismo gobernó en el país y dejó su huella subsidiaria en la zona.
Los sueldos que hicieron posible este milagro capitalista en una aldea del fin del mundo comenzaron a germinar con el anuncio de la construcción del proyecto de la Mega Usina.
Siempre se ha dicho que Néstor Kirchner quiso consolar a los rioturbienses de la tragedia que se llevó las vidas de 14 mineros el 14 de junio de 2004 con una noticia espectacular: la construcción de una fuente de energía que funcionaría únicamente a carbón y que iba a cambiar la matriz energética del país.
Lo cierto es que el anuncio de inversión, estimado entonces en 300 millones de pesos, ocurrió antes que el brutal incendio en una galería que acabó con la vida de los mineros. Los números posteriores retrucaron hasta los pronósticos más osados de Kirchner. Hay estimaciones que indican que el gasto parcial en el proyecto todavía inconcluso supera los 3.000 millones. Para tener un idea de cómo cambiaron las cosas: entre 1971 y 1982 se vivió la época más productiva en la mina que en 1979 superó el millón de toneladas anuales. YCF tenía contratados a unos 5.000 operarios, de los cuales alrededor de 2.000 eran de origen chileno. El sueldo minero era considerado en toda la región como una entrada más que digna para familias de escasos recursos. La peligrosidad del empleo no estaba en discusión. Entre 1970 y 2004 se cuentan cerca de 50 muertes en las galerías subterráneas. El pago, dependiendo del cargo y las obras extras, oscilaba entre 800 y los 1000 dólares actuales. La era de la usina termoeléctrica trajo al pueblo salarios iniciales que superaron los 30.000 pesos por mes. Un soldador llegó a obtener 40.000 pesos. Un capataz, unos 50.000.
Entre 1970 y 1982 Río Turbio aspiró a convertirse en algo más que una villa minera. Aunque no existen registros oficiales, se estima que la población alcanzó en los 80 un pico de 20 mil pobladores. Por estos días, sumando la localidad de 28 de noviembre, superaría los 30 mil. En esos años, la empresa tuvo que construir edificios de departamentos donde concentró a miles de obreros. La estructura industrial, despojada y gris, albergaba monoambientes. Largos y oscuros pasillos conducían hacia la cocina y los baños compartidos.
Antes de la llegada de Carlos Menem al poder y de la gestión privada de Sergio Taselli -entre 1994 y 2002, cuando YCF pasó a ser YCRT-, a quien se lo ha señalado como el autor del vaciamiento de la empresa y, por esto mismo, responsable de las muertes de los 14 mineros que trabajaban con paupérrimas condiciones de seguridad, la mina de Río Turbio iniciaba su declive. La privatización fue su tiro de gracia. Por primera vez su sentido estrictamente productivo fue puesto en jaque.
¿Con qué objetivo producía si no para mantener vivo a Río Turbio? Fue la pregunta política y económica de aquel tiempo que, años más tarde, Kirchner intentó responder con el proyecto de la usina. De los 5000 empleados quedaron 750. Los sueldos perdieron volumen y atracción. Entre 1994 y el 2000, unas 10 mil personas dejaron la villa. El pasado parece morderse la cola. Los habitantes de Turbio estiman que con la suspensión de los trabajos en la turbina, la migración volverá a ocurrir.
Ya hay señales de que esto podría suceder alimentando así un círculo de euforia y desgaste. Las escuelas primarias y secundarias alertaron que desde noviembre del 2015 se comienza a evidenciar una notoria deserción en los colegios. Son los hijos de los casi 1000 empleados despedidos desde esa fecha hasta hoy. Sumando a ellos y sus familias se sospecha que entre 3000 y 4000 personas han partido en los últimos cuatro meses.
En febrero de 2016, el gobierno de Mauricio Macri congeló las actividades de la empresa Isilux Corsán para someter su desempeño a una auditoría de 100 días en la que se evaluará la calidad y las formas administrativas de una gerencia que ya venía siendo cuestionada hace un par de años. En la estructura de la usina quedaron 150 personas. La usina, según se asegura en el pueblo, lleva un retraso de tres años en su construcción total dispuesta en dos módulos. Ahora corre el riesgo de convertirse en una pirámide. “Mucha gente siente que la usina jamás se va a terminar. Que este proyecto no va a ser. La usina le había dado un motivo a la mina de Turbio y al Turbio mismo y ahora toda esa expectativa se perdió”, dice Federico Galván, operario de YCRT de 35 años de edad. Hasta diciembre de 2015 el alquiler de una pieza costaba en Turbio 6500 pesos. Una casa pequeña de una habitación, entre 10.000 y 11.000 pesos.
Durante más de una década todo precio inmobiliario, alimenticio o de servicios tuvo su correlato en los ingresos de los empleados de la usina. Un remisero podía ganar 30.000 pesos por mes. Sin embargo, en Río Turbio era un secreto a voces que la usina finalmente no iba a revitalizar a la mina. El proyecto estaba en marcha, la ex presidenta Cristina Fernández lo promocionaba dándole minutos extra, pero la realidad demostraba que la estructura minera se había quedado clavada en el tiempo.
El parque de camiones no fue renovado, los talleres mecánicos dejaron de recibir repuestos, el sistema de seguridad no fue profundamente mejorado a pesar de la tragedia de 2004, los edificios administrativos y los dormitorios del personal pedían a gritos su mantenimiento. “El plano maestro de la mina incluía desde el principio una red de gas, el carbón era una pantalla”, le dijo a Clarín un ex empleado, con llegada a la gerencia, que asegura haber visto los diseños originales en la casa de un directivo.
La usina funcionaba como un tesoro al final del arco iris. Los viejos mineros se preguntaban cómo iba a hacer aquella estructura de museo para producir el 1.5 millón de toneladas de carbón anual que requería el proyecto. “Nosotros no podemos bajar los brazos. Por eso estamos evaluando cuánto podría producir de máxima la mina en caso de ser necesario. Algunos dicen 400 mil toneladas, otros 600 mil. Lo otro que estamos haciendo es mantenimientos en las galerías y mejoras en la seguridad”, explica Ricardo Bordón, antiguo trabajador de YCF. Bordón cree que el éxodo es inevitable mientras la mina y la usina estén paradas. “Sin un proyecto no hay nada”, reflexiona.
En el presente, la empresa carbonífera tiene 3300 empleados. Pero en un alto porcentaje permanecen en espera. A 3000 kilómetros de allí se decide su destino. Como fantasmas, como personajes dignos de Shakespeare, caminan por las galerías, rondan los pasillos de los talleres y los edificios. Ya no se escucha el chirrido metálico de los vagones que viajan al centro de la tierra. El taladro se ha apagado. ¿Para siempre? Nadie lo sabe por estos rumbos.
La Opinión Austral
El subsecretario de Desarrollo Minero de Nación, Ing. Mario Capello, sostuvo que la empresa minera fue “vaciada y desmantelada” y que el trabajo en mina tenía “graves problemas de seguridad”. Planteó que se presentó un plan de “recuperación”, adelantando que habrá denuncias penales y ante la Oficina Anticorrupción.
El funcionario sostuvo que se comprobó que en la mina existían graves problemas de seguridad, junto con una falta total de mantenimiento e inversión. Remarcó que por eso, junto al interventor Omar Zeidán, presentaron un programa de recuperación del yacimiento ante Juan José Aranguren, ministro de Energía y Minería.
“Estoy en total acuerdo con lo que presentó Omar Zeidán, con lo que nos pidió el ministro y la orden impartida por el presidente Macri, en el sentido de que trabajemos para poner de pie a YCRT haciendo sustentables el yacimiento, la usina y ese hermoso lugar de nuestro territorio, tanto Río Turbio como 28 de Noviembre”.
Esto se conoce en momentos en que una comitiva de representantes de la Cuenca que apoyan la ley de transformación de la empresa a una carboeléctrica se reunió con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, para solicitar que no vete la norma si esta es aprobada en el Senado, denunciando que a la salida de esa reunión se cruzaron “casualmente” con Macri, quien les había dicho que “la mina es inviable” según sus técnicos.
Sin embargo, Capello avanzó en la dirección opuesta y respecto a la usina en construcción, el funcionario señaló que se estima que a fin de año se ponga en funcionamiento la primera turbina de la usina y el año próximo la segunda. “Es un gran esfuerzo que están desarrollando para lograrlo todos los trabajadores”.
Críticas a De Vido
Capello fue tajante al remarcar que la gestión de Julio De Vido, que tenía a su cargo el yacimiento, dejó la mina destruida porque no tenía voluntad de sacar carbón, producir ni generar energía: “La mina fue abandonada y será motivo de una primera presentación ante la Oficina Anticorrupción. Se compraron rozadoras que no son para este tipo de carbón, dado que son mucho más grandes que el espesor del manto que existe en Río Turbio, para citar uno de los cientos de ejemplos en los que se ve que buscaban hacer negocios, no ocuparse de la mina”.
Denunció la falta de mantenimiento en la mina. “Lo vemos con la ventilación, que es el punto más sensible para el funcionamiento de una mina de carbón, ya que está en juego la seguridad y la vida de los mineros”, indicó.
Recordó que “desde el 2010 no continuaron con trabajos en la ventilación: Fue una irresponsabilidad enorme por parte de quien estaba al frente del yacimiento y su equipo, porque eso puso en riesgo a mucha gente y pudo provocar incidentes muy graves. La sección de las galerías por las que debe salir el aire viciado que contiene monóxido de carbono, gas grisú y polvo de carbón tiene en algunos casos 5 metros cuadrados, cuando debe tener 18; los responsables de ese abandono, que seguramente no ingresaban todos los días al frente de explotación, deberán hacerse cargo de semejante irresponsabilidad”.
Así las cosas, para el funcionario nacional se viene una nueva causa por corrupción en relación a todo lo que rodeó al yacimiento. “Estamos esperando el resultado final de la auditoría, hemos recibido algunos avances. Vamos a hacer presentaciones en la Oficina Anticorrupción y vamos a realizar todas las denuncias en la Justicia porque lo que hemos encontrado es muy grave”, concluyó.
Tren turístico
Finalmente, Mario Capello denunció que YCRT invirtió dinero del yacimiento en construir un tren turístico “que fue inaugurado durante la campaña electoral”, pero que no funciona. Era el proyecto para unir Río Gallegos con una estancia privada que remodelaron, pero no fue terminado, no tuvieron permiso de los superficiarios para instalar las vías ni de Vialidad Nacional para pasar por la ruta 3. “Hubo una inversión millonaria y jamás se terminó”, sostuvo el funcionario.