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ANÁLISIS
Pagni: Cristina y Moyano ayuda impensada. Oña: entre la foto y la película
03/05/2016

Cristina y Moyano, una ayuda impensada para el Gobierno

LA NACIÓN

CARLOS PAGNI

En los últimos 15 días entraron en escena dos dirigentes que modulan, con distinto énfasis, la misma impugnación contra Mauricio Macri. Cristina Kirchner y Hugo Moyano hablan en nombre de la población más vulnerable. El momento es oportuno. La economía está impactada por dos medidas transitorias, pero antipáticas: la devaluación y el aumento de tarifas. Sobre ese telón de fondo, la ex presidenta y Moyano intentan adueñarse de la bandera de la justicia social.

Pero la intervención de estos dos dirigentes entraña una llamativa paradoja. Moyano y la señora de Kirchner bloquean, por su estilo y su ubicación en el tablero, la formación de un frente organizado. Macri estaba expuesto a una amenaza delicada: al cabo de los próximos cuatro meses, tendría frente a sí a un PJ desintoxicado, y a un movimiento obrero unido. Es decir, la distribución de poder efectivo, duro, comenzaría a jugarle en contra. La ex presidenta y el camionero se encargaron de desbaratar ese proceso. El peronismo seguirá desarticulado. Y el incipiente camino hacia la unidad sindical quedó detenido.

El balance para Macri puede ser alentador. Quienes expresan en voz más alta el malestar frente al ajuste están inhabilitados para proveer a ese malestar una organización operativa

El egocéntrico Moyano consiguió lo que anhelaba: ser la referencia principal de una manifestación masiva. Pero pagó un costo institucional extraordinario. Atrapado en la intransigencia de las dos CTA, la de Pablo Micheli y la de Hugo Yasky, comenzó a ser abandonado por el resto del sindicalismo. El pionero de ese éxodo fue Luis Barrionuevo, en cuyo sindicato Macri homenajeó ayer a los trabajadores. Lo siguieron Gerónimo Venegas (rurales), Armando Cavalieri (Comercio) y Carlos Acuña (estaciones de servicio). Sólo dos gremialistas tradicionales escoltaron al camionero en el palco: el metalúrgico Antonio Caló, de la CGT oficial, y el "Centauro" Andrés Rodríguez, de UPCN, que debe simular cierta agresividad para que ATE no robe su clientela.

La dispersión había comenzado antes. El vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, y el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, visitaron a Cavalieri, Carlos West Ocampo, Héctor Daer, Víctor Santa María, Lingeri y Caló en lo del "Centauro". Quintana y Triaca tuvieron un gesto inesperado para su nivel de educación: enrostraron a sus interlocutores lo concedido en los cinco últimos meses. El que peor la pasó fue Caló, cuando Triaca le preguntó: "Te quejás por el desempleo, pero ¿cuántos subsidios pediste?". El ministro recordó que las ayudas antidespidos son un tercio de las que había en noviembre. La reunión terminó con reproches entre los propios anfitriones. Quintana, que viene de negociar con Paul Singer, quedó asombrado.

Uno de los problemas de Moyano es que muchos de sus colegas se entusiasman con el parque de atracciones al que los invita Macri. La Uocra de Gerardo Martínez está afectada por la paralización de la obra pública. Pero Rogelio Frigerio la incluyó en el plan de infraestructura. Barrionuevo acaba de pactar con Gustavo Santos, el ministro de Turismo, y Fernando De Andreis, secretario de la Presidencia, un programa para reactivar la hotelería. Pero el más agradecido es Lingeri, "Mr. Cloro": puso a uno de sus médicos, Luis Scervino, al frente de la Superintendencia de Salud, que él mismo manejó con Carlos Menem. "Cloro" revive sus dorados 90: detrás del ministro de Salud, Jorge Lemus, mueve los hilos Alberto Mazza, que ocupó esa cartera con el riojano.

Para Moyano, esas delicias son irritantes. Es cierto que su vínculo con Macri es muy frecuente. Y, sobre todo, con Nicolás Caputo, a través de Patricio Farcuh, el titular de OCA, donde Moyano influye como si fuera el dueño. Sin embargo, está despechado. Además de no haber instalado en Trabajo a su amigo Diego Santilli, lo indigna que en Transporte no esté Guillermo López del Punta. Es su segundo fracaso. Cuando quiso imponer a Del Punta con Néstor Kirchner, debió soportar a Ricardo Jaime. Ahora la experiencia es más desafiante: tratar con el ciclista Guillermo Dietrich. Choque de civilizaciones.

Al menoscabar a Moyano, Macri se vuelve más simpático para los demás sindicalistas. Ellos no quieren fortalecer al camionero para repetir la burlona experiencia kirchnerista: el voraz Moyano se quedaba con lo que recibía en nombre de todos.

Entre el gremialismo y Macri también hay miedo. Hoy los dirigentes prestan atención a cuatro peripecias policiales. Primera: la intervención en el sindicato marítimo del "Caballo" Omar Suárez, donde entre mil desaguisados aparecen autos a nombre de diputados kirchneristas. Suárez amenaza con atenuar el escándalo denunciando los sueldos que habría asignado a sus delegados el juez Canicoba Corral. "Caballo" descubrió la austeridad. Segunda: la causa por lavado de dinero contra los dirigentes de la UOM, por la tormentosa sucesión del asegurador Julio Raele, a quien los metalúrgicos evocan como "Lázaro". Tercera: la incautación por parte de María Servini de Cubría de dos millones de dólares en una fundación de Sergio Marchi, el titular de futbolistas agremiados, involucrado en los negocios del kirchnerismo con la AFA. Cuarta: el desfalco, durante la gestión de Daniel Scioli, en IOMA, donde el docente Roberto Baradel era director. El Presidente, que hunde sus raíces en Calabria, alarmó a los gremialistas en su última reunión. Con la mejor cara de póquer -su pasatiempo favorito-, reflexionó: "Este mani pulite que se ha lanzado es peligroso; como nadie lo controla, puede afectar a cualquiera...". Duda gremial: el proyecto de Elisa Carrió para extender a los sindicalistas la figura del enriquecimiento ilícito, ¿tiene una venia de Macri?

A estos factores de dispersión Moyano agregó un error político: contaminó la operación sindical con la interna peronista. A instancias de "Centauro" y de Caló, incorporó al rebaño disperso de Cristina Kirchner, encabezado por Scioli. Para Barrionuevo y Venegas fue la excusa para dejar el barco. Antikirchneristas furiosos, ellos se atribuyen parte del triunfo de Macri sobre Scioli. Les resultaría una pesadilla marchar junto al candidato derrotado, a Aníbal Fernández o a enviados de D'Elía. "Lo único que faltaba es que nos traigan a Boudou", se burló Barrionuevo.

El afán de protagonismo impidió a Moyano entender un fenómeno central: con su jefa visitando Tribunales, muchos kirchneristas buscan una fuente de legitimidad alternativa, aunque sea defectuosa. Sobre todo para atemorizar a los jueces federales. El camionero el viernes les proporcionó una. Otros, más audaces, como Emilio Pérsico, del Movimiento Evita, o la procuradora Alejandra Gils Carbó, se guarecen bajo la sotana inmaculada de Francisco.

La disidencia sindical no está moldeada sólo en el pasado. También trabaja el futuro. El alejamiento de Barrionuevo de Moyano fue una apuesta: como en 1989, con Menem, el gastronómico se propone ofrecer al oficialismo una plataforma sindical. Aunque ayer, aprovechando una fuerte gripe, no se haya fotografiado con el Presidente. En la base de la divergencia está el conflicto entre dos hipótesis sobre lo que vendrá. También aquí se repite el 89: Barrionuevo, con el padre del ministro Triaca, lideraba a quienes suponían que el ajuste de Menem sería exitoso. Frente a ellos, Saúl Ubaldini, que no manejaba los camiones de Moyano pero también era sostenido por la UOM, profetizaba una catástrofe.

Esta distinción se extiende a toda la política. Durante las reuniones que mantuvo en Buenos Aires, Cristina Kirchner pronosticó el derrumbe del Gobierno. "Está todo a la vista: los despidos, la inflación, el tarifazo. Esto no se sostiene", repitió. Esa prédica es insuficiente para reconstruir un liderazgo. La ex presidenta demostró que no había revisado ninguna de las causas de la derrota. Su explicación alarmó a sus interlocutores: "No me culpen a mí. Puse como candidato a Scioli porque me lo pidieron ustedes. Y el otro, Randazzo, no sé..., parece que se enojó".

La señora de Kirchner agrega a esto sus problemas judiciales. Es probable que esta semana Claudio Bonadio la procese por las operaciones con futuros. Y la causa Báez tiende a complicarse. Más allá de las afinidades con el juez Sebastián Casanello, los estrategas de la ex presidenta confían en María Laura Roteta, la fiscal que reemplazó a Carlos Gonella en la procuración sobre lavado de activos. El objetivo es cerrar el expediente como un caso de lavado de dinero cuyo máximo culpable sería Báez. Incógnita elemental: ¿convencieron a Báez de que acepte? Hay un escenario en cual el presunto testaferro se resiste a inmolarse por Cristina Kirchner y arrastra a ella y a Julio De Vido a cambio de recobrar la libertad.

Desde este laberinto judicial es imposible liderar el peronismo. Igual que es difícil que Moyano consiga la unidad sindical, programada para agosto. Pero esas dificultades pertenecen al campo del poder organizativo, institucional, fáctico. No deberían ocultar que, a pesar de ellas, la señora de Kirchner y el camionero plantean una tensión discursiva que condiciona a los demás actores.

El más inmediato es el Gobierno. Buena parte del gabinete pretende saldar la discusión principal: si Federico Sturzenegger bajará la tasa de interés. ¿Comenzará mañana, con la licitación de las Lebacs? El desafío opositor activa además en el seno de Cambiemos un debate sobre la necesidad de explicar con mayor sistematicidad la estrategia económica. Cristina Kirchner y Moyano se benefician de esa deficiencia discursiva, mientras aseguran a Macri una ventaja inapreciable: que el peronismo, político y sindical, siga dividido.

La economía, entre la foto y la película

CLARÍN

ALCADIO OÑA

Si fuese posible y además sirviera de algo, ya podría hacerse una fotografía y armar una película sobre la economía del primer año de gobierno de Mauricio Macri.

La fotografía dice que caerán la actividad productiva y el consumo, seguramente también el empleo, y que la inflación será demasiado alta. Nada al fin que no sea percibido por la gente e inquiete a gente, acentuado encima por un reparto de las cargas bastante desparejo.

Lo que todavía está por verse es la película o, mejor dicho, si corregidos unos cuantos estropicios heredados del kirchnerismo el panorama empezará a mejorar entrado el segundo semestre, tal cual prometen Alfonso Prat-Gay y el propio Macri.

Las primeras proyecciones de institutos privados cantan que el repliegue de la economía oscilará entre el relativamente optimista 1% y un menos moderado 2,3%. El consumo, pieza clave de la actividad, caería aldededor del 3,6%. Y la siempre incómoda inflación se situaría arriba del 30% o bien arriba del 30%: el propio jefe del Banco Central, Federico Sturzenegger, ha calculado que hoy está en 33,4%.

Maniobra electoral que se probó finalmente inútil, el hecho es que Cristina Kirchner y Axel Kicillof empujaron fuerte la actividad en el segundo y tercer trimestre de 2015, según estadísticas difundidas por el “nuevo INDEC”. Y aunque el tren aflojó durante el cuarto trimestre, contra esos números deberá compararse la performance de la segunda parte de 2016.

Pero a propósito del cuadro completo, cuesta entender por qué el Gobierno sumó otro aumento al precio de los combustibles, que contrarió opiniones surgidas desde su propio ámbito, pega sobre los costos de producción y, al cabo, mete ruido sobre otros precios. Nuevamente, el problema del reparto de las cargas.

Sobre lo mismo hablan relevamientos de CAME, una entidad que representa a las pymes y al comercio minorista.

Uno de ellos revela que en abril las ventas se desplomaron 6,6%, un bajón que además de generalizado sacudió al muy sensible consumo de alimentos y bebidas, muy sensible desde luego al ingreso de las familias. Aunque el fenómeno viene de antes, el informe resalta que la gente busca precios y ofertas acomodadas a sus recursos y, ya sobrecargada de cuotas, le escapa a las deudas y a las tasas altísimas.

Todo expresa temores extendidos entre los consumidores y una demanda que costará trabajo dar vuelta.

En línea con datos conocidos, un relevamiento previo de CAME informó que en marzo la producción de las pymes industriales había bajado 3,1%. Durante el primer trimestre, la Federación de Industrias de Santa Fe anotó caídas del 4,2 al 17%, que abarcan tanto a las actividades frigorífica, avícola y lechera cuanto al cemento, el acero y la metalurgia.

Así de profundos son los pozos desde los cuales debe salir el Gobierno, para entrar si no a un segundo semestre a un tercer trimestre con un panorama más aliviado. Y lograr en 2017 una inflación menor al 20%, con una economía recuperada tras la fuerte recesión de este año, como opinan algunos institutos privados y concretamente C&T Consultores.

La consultora apunta un dato alentador: excluido el efecto tarifas, por cierto considerable, en la primera quincena de abril la llamada inflación subyacente o núcleo arroja apenas 0,42%; proyectada al mes completo, da menos del 1%.

Sería un dato alentador si fuese cierto que este año no habrá nuevos aumentos tarifarios y, más aún, si no vuelven a tocar el precio de los combustibles.

Ya está claro que las obras públicas de ejecución rápida y financiadas sobre todo con crédito externo y de organismos internacionales son, a corto plazo, la gran carta reactivadora del Presidente. “Macri conoce del tema y tiene gente que también lo conoce”, dice alguien que pesaba en los equipos de Daniel Scioli, aunque desde las presidenciales decidió alejarse de Scioli.

La inversión del Estado fue parada en el último tramo de Cristina Kirchner y así siguió durante el primero de Macri, a la espera de revisar contratos y pliegos con empresas privadas –llanamente, sobreprecios–, tarea que sus ministros han concluido. Dice uno de ellos: “Se hará hasta dónde sea posible y dentro de los límites de las cuentas fiscales. Pero ya hemos saldado deudas heredadas, como las de Vialidad”.

En el combo entran varias provincias, que apuran líneas de crédito también del exterior y en buena medida con el mismo objetivo: recuperarar inversiones paralizadas o semiparalizadas por falta de fondos; muchas de ellas acopladas a emprendimientos originados en la Nación. Ocurre que los caminos de la política suelen cruzarse y que la famosa gobernabilidad resulta un insumo compartido.

A un lado y al otro orbita la apuesta a la construcción, que racciona tan rápido ante la inactividad como ante la movilización. Y así como pronto expulsa mano de obra, pronto incorpora mano de obra.

Se sabe que salvo la financiera, que corre con viento a favor, la inversión privada aguardará hasta ver un horizonte menos difuso. O sea, el resultado de las paritarias; la marcha de la inflación y de la demanda; los aumentos tarifarios pendientes y el tipo de cambio.

Un punto bien controvertido es que dentro de la bolsa hay sectores beneficiados por las medidas oficiales, cuyo comportamiento podría ser diferente. Tal vez, el Gobierno haya puesto allí su ojo.

Se sabe también que con el levantamiento del cepo, la corrección cambiaria, el arreglo de la deuda y el ajuste de las tarifas empezó a poner orden en la casa. Pero le falta atender la economía real, la tarea más compleja y aquella si se quiere terrenal y tangible para la sociedad.

Y si de eso se trata, lo que luce ausente es un plan integral que precise hacia adónde vamos y cómo iremos. Porque puede pasar o probablemente ya esté pasando que las expectativas generadas por el macrismo empiecen a aflojar.

El Presidente tiene a mano indicios suficientes y parece haberlos tomado en cuenta. Nunca en política es posible hacer todo junto y de buenas a primeras: se trata de elegir las mejores opciones y obviamente acertar con las decisiones, porque el tiempo es siempre un bien limitado.


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