Desde hace cinco años el Estado ha venido haciendo todos los esfuerzos para impulsar este proyecto, que nació mucho antes con las primeras iniciativas enteramente privadas, y que ha intentado engranar correctamente los componentes de la cadena de abastecimiento del gas (productores, vendedores, transportistas y consumidores).
El ranking del Foro Económico Mundial sobre el índice de desempeño de arquitectura global de energía, ubica al Perú en el puesto 31 de 125 países, tras haber estado en el 2013 y 2014 en el primer puesto en competitividad energética en este mismo informe.
No obstante, según el Ministerio de Energía y Minas (MEM), las reservas probadas de gas del Perú han sido calculadas para los próximos 30 años en cerca de 10 trillones de pies cúbicos (TCF, por sus siglas en inglés). Es más, diariamente el Perú consume 600 millones de pies cúbicos, y este consumo se estima que se duplicará cada 10 años.
Por el lado de la demanda, las proyecciones del Comité de Operación Económica del Sistema señalan que en 10 años (2016-2026) a escala nacional esta se incrementará en 6.9%, siendo la zona sur la que mantiene hasta el 2026 los mayores rangos de tasa de crecimiento de los cinco escenarios de demanda por zonas del SEIN.
De acuerdo con el Organismo Supervisor de la Inversión en Energía y Minería, al 2024, “los proyectos de la zona sur tendrán un impacto en el incremento de la demanda potencial, en comparación con las demás zonas del país”, puesto que a partir del 2022 la zona norte se mantendrá en cerca de los 500 MW, la zona centro se aproximará a los 100 MW y la zona sur tendrá una demanda cercana a los 1,500 MW. Para el MEM, esto representará un consumo de gas de alrededor de 750 millones de pies cúbicos por día.
Concebido como un sistema interconectado nacional de abastecimiento de energía, la particularidad del éxito del GSP se centrará en la articulación que pueda hacer de la atención de la demanda de servicios de electricidad con el desarrollo de la industria petroquímica (etano y metano).
En la población el alza de las tarifas eléctricas resultará un costo muy incómodo de sobrellevar, más que nada porque, a diferencia de la experiencia de Camisea, este no tendrá un beneficio directo, por lo menos para quienes no viven o desarrollan actividades económicas en el sur.
Las estrategias deben ser de carácter ofensivas, si es que ya es consensuado el hecho de que el GSP potenciará el crecimiento de las regiones del sur, diversificará la matriz energética, hará más rentable las actividades económicas que empleen este insumo, permitirá contrarrestar la vulnerabilidad a que nos somete la dependencia al petróleo, y reducirá a mediano plazo los costos de los servicios de electricidad.