Barrow, un isla remota en el noroeste de Australia, es el lugar elegido para probar la tecnología que podría salvar a la humanidad de la catástrofe climática: licuar el carbono que recalienta nuestra atmósfera y enterrarlo a dos kilómetros bajo tierra.
El proyecto, que lidera la petrolera Chevron, será el primero de su tipo en todo el planeta y la primera prueba a gran escala de la viabilidad de la idea. Pero no es un fruto casual del capricho medioambiental de la petrolera, sino que forma parte de una gigantesca planta de licuefacción de gas natural que comenzó a funcionar el pasado mes después de una inversión de 54.000 millones de dólares, y que funcionará durante las próximas cuatro décadas, señaló Bloomberg.
Pero esta planta de captura y almacenamiento de carbono (CCS en sus siglas en inglés) tampoco habría sido posible sin la ayuda decidida del gobierno de Australia Occidental, que ha comprometido 60 millones de dólares australianos de los cerca de 2.000 millones (1.374 millones de euros) que ha costado, que se ha comprometido a asumir cualquier reclamación que pueda derivarse si el carbono que ahora va a acumularse escapa algún día a la atmósfera, y que fue quien puso como condición que se crease una instalación de este tipo si Chevron quería el pastel completo.
Según informó Bloomberg, el plan es inyectar 4 millones de toneladas de dióxido de carbono (el gas de efecto invernadero que más tiempo permanece en la atmósfera) en la corteza terrestre, y reducir así en un 40% las emisiones de la planta de licuefacción (el proceso por el que se convierte el gas natural en un líquido antes de enviarlo por mar). Como es obvio, la instalación no servirá para evitar el grueso de las emisiones asociadas al gas natural, que se producen al quemarlo para producir electricidad o calentar el agua de uso sanitario.
"Estamos todavía en los comienzos de este tipo de proyectos, y son costosos, así que la utilidad final (de plantas como la de Barrow Island) será hacer la tecnología más competitiva", reconoce John Watson, consejero delegado de Chevron.
Claro que hay quienes defienden que la mejor manera de luchar contra las emisiones de carbono es abandonar los combustibles fósiles que lo contienen. El consejero delegado del CCS Institute en Melbourne no está de acuerdo: "eso no es factible, no va a ocurrir, así que cuando vuelvas de la ensoñación al mundo real tendrás que encargarte de las emisiones de efecto invernadero".