Roberto Aguirre
El barril de petróleo Escalante sale del subsuelo chubutense y se embarca al mundo. En aguas internacionales, ese espeso crudo costará lo mismo que en el resto del globo, algo así como 37 dólares. Pero la empresa que lo exporte, sin embargo, embolsará aquí unos 50 dólares, gracias a una nueva curiosidad de esa rara avis que es la economía Argentina: el barril de exportación recibe una doble compensación.
El mismo gobierno que quitó todos los subsidios al consumo de gas y que aspira a liberar el mercado de los hidrocarburos, le otorgó la semana pasada un nuevo beneficio a las petroleras: los reembolsos por puerto patagónico. Aquel viejo reclamo de la fruticultura local que se reactivó al final del mandato de Cristina Kirchner, ahora alcanzará también al petróleo.
Se suma así a los 10 dólares que ya recibía el barril de Escalante exportado, de los cuales 7,5 pone la Nación como subsidio directo y 2,5 descuenta Chubut de sus regalías. Esto, siempre el cuando el Brent no supere los 47,5 dólares.
Según publicó el diario Perfil el fin de semana pasado, el reembolso se activó la semana pasada, luego de un nuevo acuerdo entre las petroleras que operan en la Cuenca del Golfo y el gobierno nacional para que se reactive la actividad. Como exigencia para poder levantar equipos y sostener las fuentes de empleo, se pidieron más incentivos. La solución más a la mano fue la vieja ley 23.018, que otorga porcentajes de reintegro para cualquier producción que salga del país por puerto patagónico.
Hasta aquí el petróleo no estaba alcanzado. Sin embargo, el derrumbe del precio internacional tornó inviables varios proyectos locales, y el gobierno optó por subsidiar de forma directa a empresas como PAE y Tecpetrol para que no cesen su actividad.
Los defensores de la medida aseguran que el subsidio sólo sostiene fuentes de empleo y que de otro modo sería imposible mantener el nivel de perforación acorde.
Los detractores cuestionan dos puntos. Por un lado, que se aplique un doble subsidio para mantener los salarios más altos del país. Por el otro, que los incentivos se apliquen a las empresas y no directamente al trabajador, como ocurría con los viejos planes Repro.
La quita de subsidios al gas también agrega un escenario parecido. Si bien los subsidios al consumo desaparecieron, las empresas todavía reciben aportes.
Un informe de Estudio Bein calcula que de la facturación final de las petroleras, un 70% lo ponen los usuarios y el 30 restante el Estado vía el Plan Gas II, que lleva el millón de BTU a 7,5 dólares.
Otra curiosidad: de los 4.000 millones de dólares que el gobierno nacional dijo que ahorrará en subsidios, sólo 1.100 son por los mejores precios de gas interno. El resto, siempre según Bein, es por la abrupta baja del precio de importación. Si la excusa de soltar tarifas era achicar el déficit, la medida es al menos cuestionable.