Del grifo de su apartamento sale agua cada dos semanas. Cuando lo hace, el agua sale amarilla. Su nieta de ocho meses está enferma. Y mientras Yajaira Espinoza, una peluquera de 55 años, recorría los pasillos del Hospital Universitario de Caracas el viernes, con casos de Zika quedaban de manifiesto en las habitaciones a su alrededor, una neblina cargada con una densa ceniza envolvía la ciudad.
“Lo siento mucho por mi hija, porque sé que ella sufre en silencio”, dijo. “Esta situación es difícil”.
Ha sido un año excepcionalmente doloroso para los venezolanos, ya que han tenido que enfrentar crímenes violentos, la escasez crónica, la caída de los precios del petróleo de los que dependen, el deterioro de la salud pública y un gobierno fracturado. Sin embargo, la semana pasada habrían alcanzado un nivel más bajo. Una especie de miseria resignada se extiende a través de una ciudad que alguna vez fue la envidia de Latinoamérica.
Una repentina combinación de eventos naturales se sumó a las fallas producidas por el hombre. La niebla con humo, llamada calima, es un fenómeno meteorológico que involucra cenizas y nubes de polvo bastante comunes para esta época del año. Mientras tanto, una prolongada sequía atribuida a El Niño y a los incendios forestales relacionados se ha establecido en la región. Los niveles del embalse del río Guri, en el sur, que produce el 40 por ciento de la electricidad del país, están llegando a mínimos históricos.
La falta de orden público indica que los esfuerzos para mitigar los problemas han tenido un pobre desempeño. Los camiones aljibes que se envían para ayudar a reducir el impacto de la sequía, por ejemplo, están enfrentando robos rutinarios.
“Los camiones aljibes sufren robos entre dos a tres veces por semana”, dijo Tatiana Noguera, encargada del servicio. “Los camiones son detenidos por pandilleros que hacen que el conductor cambie de ruta y descargue el agua en una zona que ellos controlan”.
Más de 3.700 casos de enfermedades respiratorias vinculadas al fenómeno de la calima se han reportado en los centros de salud del estado alrededor de Caracas desde marzo, dijo el Miguel Viscuña, un epidemiólogo. La medicina – al igual que el papel higiénico, el pollo y otros productos básicos – es cada vez más difícil de encontrar.
“El agua está saliendo muy amarilla y con una pésima calidad”, dijo Ana Carvajal, una especialista en enfermedades infecciosas del Hospital Universitario de Caracas. “Estamos viendo un aumento de las distintas enfermedades, especialmente en la diarrea. La falta de agua potable está provocando problemas a la piel como la sarna y la foliculitis. No hay medicamentos. Solo podemos prescribir el uso de un jabón de azufre”.
El tema acerca del uso horario ha sido una peculiaridad de Venezuela desde el 2007, cuando el predecesor de Maduro, Hugo Chávez, retrasó los relojes en 30 minutos con la idea de que los niños pudieran caminar a sus respectivas escuelas con luz de día. Sin embargo, uno de los resultados, ha sido la oscuridad con la que la gente debe lidiar al salir de su trabajo, lo que finalmente deriva en un mayor uso de energía y en un aumento de los crímenes.
En 2015, la economía de Venezuela -dependiente en gran medida de la venta de petróleo- se contrajo en un 5,7 por ciento y se espera una baja adicional de un 8 por ciento este año, según el Fondo Monetario Internacional. La moneda ha perdido el 98 por ciento de su valor en el mercado negro desde que Maduro asumió el cargo en 2013. Se prevé que la inflación aumente a casi un 500 por ciento.