JAIME SOTO*
Debido a las condiciones geográficas y climáticas, nuestro país cuenta con gran variedad de riquezas naturales que pueden producir energía renovable. Sin embargo, la dependencia que tiene Chile sobre la energía hidroeléctrica alcanza el 53%. Los otros potenciales como el eólico llegan al 12%, y solar con un 0,02%. La aspiración de las autoridades es apresurar la incorporación de energías renovables dentro de la matriz energética, de manera que estas puedan alcanzar un mayor porcentaje de representación.
Frente a esto, durante el año 2013, Chile dio un paso fundamental respecto a la incorporación de las Energías Renovables: se publicó la Ley 20.698 que establece que, al año 2025, el 20% de la energía comercializada debe provenir de fuentes renovables no convencionales.
Especialistas en medio ambiente y clima han sido enfáticos al señalar que el agua es un recurso agotable, que el mundo está atravesando por un avanzado cambio climático y que hay que estar preparados frente a constantes sequías, las que podrían alcanzar un déficit hídrico que superaría el 70%. Lo anterior, en contraste con un creciente parque eólico ubicado en gran parte de la V Región, los cuales cumplen la función de generar energía renovable mediante generadores.
Aparatos eléctricos y electrónicos requieren de esta fuente para poder tener funcionamiento y, producto de esto, existe una urgencia de que nuestro país deje la dependencia que le produce el recurso hídrico para la producción de energía. Las cifras demuestran que hay una necesidad de independencia eléctrica que fácilmente se podría satisfacer mediante otras fuentes productoras de energía, ya que el desarrollo de nuevas tecnologías y desarrollo que procuren la sostenibilidad, van de la mano.
La concepción de conciencia energética y su uso, juega un rol fundamental a la hora de intervenir con las nuevas formas de vivir.
Según un estudio de la Organización de las Naciones Unidas, el 70% de los seres humanos habitarán centros urbanos en 2050. Este organismo advierte que “el aumento de la población de las ciudades, puede convertirse en un problema a no ser que se logre mantener la armonía entre lo social, energético y ambiental de las localidades”. Así surge el concepto de “Smart Cities” o “Ciudades Inteligentes”, que supone la idea de ser una ciudad que, por medio de las aplicaciones de las TI en sus diferentes ámbitos, se transforman en espacios más eficientes respecto ahorro de energía y calidad de vida, con el fin de entregar soluciones a los problemas cotidianos de los habitantes. El argumento principal de las “Ciudades Inteligentes” es el avance de las tecnologías en conjunto con el ahorro y eficiencia energética.
En un mundo donde el desarrollo de nuevas tecnologías va en aumento, es esencial que existan cuatro elementos que coexistan para proporcionar una base sólida: aspecto humano, gubernamental, medio ambiente y económico, lo cual implicará un compromiso de los diferentes actores en un proceso que significa la mejora constante de la calidad de vida tanto del entorno como el de sus habitantes.
Este tipo de desarrollo urbano basado en la sostenibilidad podrá ser clasificado como inteligente solo cuando las inversiones que se realicen en capital humano, ámbitos sociales, instalaciones energéticas, TIC e infraestructura de transportes, susciten y tengan como consecuencia una óptima calidad de vida, se relacione el progreso ambiental-económico sostenible y perdurable, políticas públicas acordes a los tiempos y una gestión prudente sobre los recursos naturales.
*Secretario General ACTI