JULIO VILLALONGA
Complicaciones imprevistas alteran el clima político. El regreso de la ex presidenta Cristina Kirchner a Buenos Aires para prestar declaración testimonial ante el juez federal Claudio Bonadio, en una causa que investiga las decisiones de su gobierno sobre el llamado "dólar futuro", delinearon un escenario inesperado. CFK voló a la Capital este lunes en medio de un dispositivo partidario que pareció más dirigido a su relanzamiento que a presentarse ante la Justicia.
De ningún modo la masiva movilización que se prepara para este miércoles frente a los tribunales de Comodoro Py es algo deseado por el gobierno de Mauricio Macri. En medio de un ascendente reclamo social por las consecuencias del ajuste que su Administración encaró, y que según el jefe de Estado le produce "dolor" y "desesperación", Macri asiste casi atónito a una situación que parece no comprender del todo. A 120 días de haber asumido la primera magistratura, su Administración no atina siquiera a atravesar el rubicón para llegar a la segunda fase de su "plan", que debiera instalarnos en un país con inflación controlada.
La discusión dentro del gobierno existe. Están los que consideran, como Macri, que "es necesario pasar por esto" para llegar con sanidad a la otra orilla. Lo acompañan casi todos en su gabinete, aunque Alfonso Prat-Gay y Rogelio Frigerio, más en privado que en público, consideran que hacen falta "señales" que den cuenta de que al Ejecutivo le importa la suerte de los más afectados por el ajuste tarifario. En algo el presidente les ha dado la derecha: el domingo organizó una reunión en Olivos junto a la vicepresidenta, Gabriela Michetti, y el "gabinete social" (una trivia podría ser que el lector identifique a sus integrantes). La presidenta del Senado sigue siendo, como siempre, la única cara "social" del macrismo.
Desde afuera del gobierno se escuchan voces que advierten que sería conveniente ofrecer paliativos para aquellos que más sufren. Inesperadamente, el empresario Nicolás Caputo fue quien se enfrentó -cosa que casi nadie hace- al Presidente por esta cuestión. Le propuso hace poco pagarle un bono a los asalariados a cuenta de la próxima paritaria, que concluirá previsiblemente en 90 días, con el fin de poner algo de dinero en el bolsillo de la gente para que enfrente los mayores costos de la vida. Casi lo trató de populista, un insulto mayúsculo en el diccionario PRO.
El radicalismo en el Gobierno también le ha hecho saber a Macri que tan brutal transferencia de ingresos debiera haber llegado de la mano de alguna medida social, porque las anunciadas por el Ejecutivo lucen escasas.
Este no es un problema de comunicación -que el macrismo en el poder los tiene- sino la consecuencia de una concepción política que tiene una escala de valores opuesta a la del kirchnerismo, para bien y para mal. Dentro del "para bien" está la importancia que le otorga Macri a reconstruir las instituciones republicanas; en el "para mal" está la falta de "timing" político que demuestra.
La imprevisión, lo hemos dicho, la falta de capacidad para evaluar las consecuencias políticas y mediáticas de los "Panama Papers", desnudaron la principal falencia de la Administración Macri: su falta de política. En una suerte de "fuego amigo", los medios más importantes, y más beligerantes contra el kirchnerismo como Clarín y La Nación, lo han señalado. Esos mismos grupos, a través del diario de los Saguier y de El Trece, dispararon la más grave crisis del flamante gobierno el pasado domingo 3 cuando publicaron y pusieron al aire la investigación sobre las empresas "offshore" que involucra a personajes tan disímiles como Vladimir Putin, Lionel Messi y el propio Macri. Aunque ganadas de distinta manera, a los tres -y a los muchos otros involucrados- los une el hecho de que disponen de fortunas personales. Y que, por distintas razones, han utilizado o utilizan paraísos fiscales para resguardar su dinero, mal o bien habido. O para eludir el pago de tributos en sus países de origen.
Lo cierto es que la falta de política, salvo la económica y más allá de su valoración, atraviesa todas las actividades del gobierno. El propio Macri le ha señalado a algún amigo en las últimas semanas que no dispone de canales de comunicación con los jueces federales o los fiscales. Y considera que el acento puesto por Lilita Carrió sobre la presunta influencia de Daniel Angelici en ese fuero es absolutamente exagerada (De cualquier manera, el foco de la cofundadora de Cambiemos en el presidente de Boca limita ahora cualquiera de sus movimientos). Macri decidió pegarse un tiro en el pie cuando envió de embajador a Uruguay a Guillermo Montenegro, el ex juez federal que se instaló en Montevideo y viaja poco a Buenos Aires, y que espera -por ahora en vano- que lo llamen para cruzar el río después de haberlo "castigado" con ese destino por su participación en las últimas PASO al lado de Michetti. Montenegro tiene interlocución con todos los magistrados y acusadores con sede en la Capital, como nunca ahora convertida en caja de resonancia de la crisis política del oficialismo. Y de manera gratuita.
Bonadio y algún fiscal van por el kirchnerismo. Ese es su objetivo, pero el "dólar futuro" no será el caso que complique a la ex presidenta, es más un tema personal del juez que lo juega en su terreno después de sufrir una serie de arbitrariedades de parte del anterior gobierno, que no se privó prácticamente de nada con la equívoca bandera de la refundación de la Justicia.
"No hay conducción política", repiten en varios ámbitos, en el específico y en otros como el judicial o el empresario. "No se trata de que operen como el kirchnerismo, pero la citación de Bonadio...¿no podría haber sido dentro de un par de semanas o meses? ¿No se dan cuenta de que le sirvieron en bandeja una plataforma que ella no tenía?" Las preguntas, salidas de la boca de un oficialista que mira por la ventana la insólita situación que atraviesan Macri y su gobierno, no tienen respuesta inmediata, pero revelan mucho: en una crisis se va del pasado al futuro, pero el trayecto contiene mucho de lo antigüo. Estas preguntas esconden una manera de pensar que Macri detesta porque aluden a la vieja política, a las operaciones políticas oscuras. Otras preguntas derivan de aquellas: ¿El presidente las rechaza más porque no tiene quien navegue en esas aguas o por entera convicción? ¿No debiera darse un proceso para llegar a la otra orilla, la de la presunta nueva política?
El Ejecutivo no cuenta con cantidad de espadas políticas como para darse lujos, producto de revanchas o de reyertas históricas pero parroquiales, del ámbito porteño, que hoy le causan un daño importante a una administración naciente que no las tiene todas consigo.
Los "Panama Papers" se licuaron en diez días todo el rédito político acumulado por el macrismo en las 110 jornadas previas, en particular en el frente externo pero también en el interno. En el mundo empresario, las "offshore" de la familia Macri no ponen colorado a nadie, sí se lamentan allí por la falta de manejo político y comunicacional que quedó en evidencia. Tampoco impedirán que lluevan inversiones en la Argentina... a partir de 2017. Hasta entonces, las herramientas con que cuenta el gobierno no son muchas, menos si decide atarse solo las manos.
CARLOS PAGNI
Al cabo de cuatro meses de confinamiento en el Sur, el reingreso de Cristina Kirchner permite decir de ella lo que Talleyrand afirmó de los Borbones restaurados: no han aprendido nada ni han olvidado nada. Ayer teatralizó la tesis con que pretende afrontar la acción de la Justicia: a ella se le aplica el escarmiento que han recibido los gobiernos populares que dejan el poder tras enfrentar a las corporaciones.
Orgullosa de sí misma, se comparó con Hipólito Yrigoyen y Juan Perón. Olvidó a la sufrida Isabelita, encerrada por Videla en El Mesidor. Discriminación inconcebible en una adalid de la igualdad de género.
Para aceptar la explicación de ayer hay que olvidar demasiadas evidencias. La más obvia, que Yrigoyen y Perón fueron hostigados por las dictaduras que los derrocaron. La señora de Kirchner visita tribunales en un marco democrático. Salvo que quiera hacer creer, como sostuvo el 9 de diciembre, que el de Mauricio Macri es un gobierno fraudulento. Otra fisura: ella dijo que esto le sucede por haber perdido el mando. Pero esgrimía la misma teoría cuando tenía el dominio absoluto de la escena. Por ejemplo, cuando Amado Boudou comenzó a ser investigado por la compra de Ciccone. Además, con Claudio Bonadio incurre en una ingratitud: es el juez que sobreseyó a sus secretarios privados, que incrementaron sus patrimonios en magnitudes siderales. Última contradicción: es difícil encontrar un gobierno elegido más proclive que el de los Kirchner a atenazar a sus críticos con la justicia federal y el espionaje.
La ex presidenta fue incoherente, pero astuta. Prefirió un alegato de barricada para no batallar en el terreno jurídico, que le resulta adverso. En el escrito que presentó ayer resbaló sobre el latín, hablando de sublitis o de sine quanon: una monoglota exitosa. Además, denunció arbitrariedad en el caso que más la favorece: el despilfarro del Banco Central por las intervenciones en el mercado de futuros. Para muchos expertos esas operaciones no eran más perjudiciales que las ventas de dólar turista a bajo precio. Otros piensan que no son susceptibles de una sanción penal. Aun cuando según la Carta Orgánica del Central esas compraventas deben hacerse "a precios de mercado".
Otro escudo de la ex presidenta sería que no se la puede imputar por la conducta de Alejandro Vanoli, titular de un organismo autónomo. Pero ella y Axel Kicillof modificaron la Carta Orgánica para "democratizar" la autoridad monetaria, subordinándola a la Presidencia. Bonadio los tomó al pie de la letra. Les mostró su propia horca.
Como Lula da Silva, manchado con petróleo, la ex presidenta adujo que la quieren sancionar por haber despojado a los ricos para repartir entre los pobres. Una coartada oportuna para el momento más riguroso del ajuste al que obliga el desaguisado que ella misma ocasionó. Pero esa lectura exige buscar otro expediente. Las maniobras de Vanoli beneficiaron a los inversores más opulentos de la Argentina, en detrimento de quienes más sufren la inflación. Otra vez Cristina Kirchner transfirió recursos de los pobres a los ricos, creyendo que hacía lo contrario.
La reunión en lo de Bonadio se saturó de tensión por los detalles. La ex presidenta enfureció cuando la llamaron Cristina Elisabet Fernández. Pidió que le agreguen el Kirchner y le retiren el Elisabet. "La mencionamos como figura en el documento", se excusó la secretaria. Hubo tantos chisporroteos que el defensor Alberto Beraldi se despidió con un "gracias por la comprensión".
La citación de Bonadio fue un papel de tornasol para el peronismo. En el entorno de la ex presidenta festejan que haya reaparecido, en un momento de restricciones económicas, como una Juana de Arco del distribucionismo. Máximo Kirchner había adelantado esa interpretación hace 15 días a media docena de intendentes encabezados por Juan Zabaleta, en Hurlingham.
Casi ninguno movilizó ayer a su clientela. Los ómnibus venían de la Avellaneda de Ferraresi y la Berazategui de Mussi. Entre las figuras más destacadas estuvieron Boudou, Moreno, D'Elía y Esteche. Sólo faltó Yussuf Khalil. Una pena para Stiuso. En cambio, apareció Eugenio Zaffaroni, quien acusó a Bonadio de aplicar el código penal nazi. A Zaffaroni le sobra dramatismo o le faltan metáforas. En 2001 denunció que en la Santa Cruz del kirchnerismo soplaba el mismo viento que llevó al poder a Hitler.
Al movilizar a su feligresía, Cristina Kirchner desnudó su fragilidad. En el momento en que alertaba sobre una cacería antidemocrática, la principal dirigencia del PJ no la acompañó. Tampoco tuvo, como Lula, una carta de Felipe González, Ricardo Lagos y otros ex presidentes, clamando por sus garantías. Ni siquiera el sumiso Daniel Scioli asomó por Comodoro Py. Es cierto: la zona no es la más hospitalaria.
El acto de ayer contrasta con un dato: en la conducción que se hará cargo del PJ, con José Luis Gioja y Scioli a la cabeza, no hay un solo militante de La Cámpora. Se entiende, entonces, que la señora de Kirchner quiera formar un incierto "frente ciudadano". Esta divergencia con quienes hasta hace cuatro meses la aplaudían ¿quebrará la bancada del Frente para la Victoria en Diputados?
Los jueces federales se interpretan a sí mismos como un bloque más de la política. Sus próximos movimientos se inspirarán en la constatación de que el peronismo que gravita sobre el Congreso y el Consejo de la Magistratura aisló a la ex presidenta. Tienen una lista a convocar: Sergio Berni, Aníbal Fernández, Julián Álvarez y el infaltable Julio De Vido. Sobre De Vido cae lluvia ácida. Ayer reabrieron el caso Skanska. Él, sin embargo, mira más a Nueva York: lo desvela la información que traerá el fiscal Guillermo Marijuan desde Manhattan. Marijuan viajó, después de mucho remolonear, por las presuntas coimas de Panamerican Energy por el contrato de Cerro Dragón.
Macri ayer también estuvo atento a Nueva York, donde la Cámara de Apelaciones dio el penúltimo paso para la salida del default. Pero la hiperactividad de los jueces federales inquieta al Presidente. El sábado por la mañana, por ejemplo, estudió con Marcos Peña, Mario Quintana, Gustavo Lopetegui, Germán Garavano, Emilio Monzó y Fabián Rodríguez Simón la posibilidad de sugerir a Bonadio que indagara a Cristina Kirchner en Santa Cruz. A poco de analizarlo, advirtieron que no tenían un contacto con el juez. Macri carece hoy de interlocutores con los tribunales. Muchos ofrecen sus servicios. Sobre todo desde que Elisa Carrió carbonizó al binguero Daniel Angelici.
No es la única inquietud de Macri con el despertar de Comodoro Py. La causa más estridente contra Cristina Kirchner, en la que declaró el arrepentido Leonardo Fariña, expone los negocios de la construcción, en los que se desarrollaron sus amigos y parientes. Esta proximidad facilita las extorsiones. Anteayer, sin ir más lejos, De Vido rompió el silencio para esconder en un mar de obviedades un mensaje: "Más obras que Lázaro Báez tuvo Ángelo Calcaterra". Es el primo hermano de Macri, quien se asoció a Báez en varias licitaciones con su empresa Iecsa, fundada por Franco Macri. El Presidente aclaró a sus funcionarios: "Ángelo hace sus propios negocios. Y con Báez le fue pésimo. Ahora quiere vender la empresa y retirarse, como Nicky". Nicky es Caputo, su mejor amigo y ex socio. De Vido lo tiene en la punta de la lengua.
Garavano llevará hoy a Diputados la respuesta institucional del Gobierno frente a la agitación judicial. Presentará una reforma que acota el poder del procurador y un proyecto para potenciar el papel de los arrepentidos. Esta última figura inquieta a los políticos. Noches atrás, Sergio Massa, Juan Urtubey y Diego Bossio analizaron el problema en la casa de un banquero. A ninguno le gusta la dinámica brasileña que podrían desatar los delatores. Y eso que el escándalo offshore todavía no se ha federalizado.
El submundo de los Kirchner pide a gritos esa ley. Ayer liberaron a Fariña, quien ampliará su declaración. Sebastián Casanello allanó la oficina de otro financista, que montó la cadena de sociedades. Como Báez aparecía en los registros como persona con relevancia política -"testaferro de Néstor Kirchner"--, compró viejas firmas que ya contaban con cuentas bancarias. Ahora la Justicia puede identificar esas sociedadesoffshore.
Hoy Báez recibirá a Norma, su esposa, no su secretaria. Le teme más que a Cristina Kirchner, que lo aterroriza. Norma, dicen, está indignada. Exige que se fariñice. Que revele todo lo que sabe.
Fariña desencadenó tensiones dentro del juzgado. Casanello percibe la presión de la opinión pública, pero tiene compromisos con La Cámpora. En la oficina de Marijuan se enteraron de que recurrió a Daniel Rafecas para analizar la posibilidad de poner a Cristina Kirchner a salvo de las revelaciones de Fariña. Sería cuestión de interpretar que cuando ella llamó a Báez para reprocharle la salida de dólares, quiso condenar esa práctica y no preservar sus fondos. En lo de Marijuan están alertas. Curioso cambio de rol: Marijuan fue el fiscal que no apeló el sobreseimiento con que Bonadio benefició a los secretarios de Cristina Kirchner. Fue el 25 de octubre de 2011. Dos días antes ella había sido reelegida con el 54% de los votos. Precioso regalo.
GUILLERMO KOHAN
El mundo económico, en especial el sector financiero, celebró doble en las últimas horas. El final del default confirmado ayer en Nueva York que significa el inmediato regreso al festival de bonos argentinos a tasas más que generosas con los inversores; y la reentré bastante deslucida de Cristina Kirchner a la escena nacional, una buena simulación de supuesto poder conservado para las cámaras de Televisión, que finalmente podría seguir ayudándolo a Mauricio Macri en su carrera política. Un fenómeno que no es de ahora, dado que los Kirchner siempre ayudaron a Macri a ganar. Viene ocurriendo desde sus éxitos en la ciudad contra Daniel Filmus, o su reciente victoria triple en Nación, Capital y Provincia, harta la mayoría de los argentinos después de 12 años de Néstor, Cristina y el autoritarismo en el poder.
La euforia es más evidente en el circuito financiero. Lo prueban los precios de bonos y acciones argentinas que aceleraron fuerte su recomposición en las últimas 48 horas. Pero también se observa una incipiente reactivación en el mercado inmobiliario según comentan todos los actores. En parte porque bajó el riesgo político con el triunfo de Macri en diciembre último, y también porque a los inmuebles los podría favorecer un fenómeno que se potencia por las nuevas restricciones mundiales para ocultar activos no declarados. Como nadie durme tranquilo después de los Panama Papers, hay clamor en el sector empresario para que el Gobierno implemente un amplio blanqueo de capitales. Incluso los sectores de clase media que por el volúmen de sus ahorros no necesitan armar empresas off shore pero que guardaron dólares en cajas de seguridad por miedo a Cristina durante ocho años (tanto que ni siquiera los soltaban con el atractivo de blanquearlos con el Cedin), estarían más que dispuestos hoy a convertir esos billetes en ladrillos.
Es de esperar que el comprensible bullicio mediático de los Panama Papers no distraiga al Gobierno de la enorme ventaja que para la economía real supondría avanzar en un blanqueo. Le podrían incluso pedir el plan a Ricardo Echegaray, que lo formuló a pedido de Daniel Scioli el año pasado por recomendación de Miguel Bein. Lo tiene listo, y en acuerdo con los lineamientos y recomendaciones aprobadas por los países centrales y las organizaciones tributarias internacionales.
Las primeras conclusiones después del regreso de Cristina también alimentaron optimismo en las mesas de dinero y en los directorios de las principales compañías. Los politólogos y periodistas que asesoran a esas empresas en general han destacado que si bien Cristina logró sobre actuar ante las cámaras su supuesto liderazgo como principal opositora; en verdad su regreso termina dividiendo más al peronismo y a la oposición, a la vez que refresca el apoyo de los sectores moderados a Mauricio Macri. Son quienes están golpeados por el ajuste, pero renuevan su rechazo a la figura de Cristina y a los gestos autoritarios que genera La Cámpora y las figuras más ultra que respaldan a la ex Presidenta. No ha logrado hasta ahora Cristina apoyo significativo en el mundo sindical del peronismo y para los gobernadores y las figuras que trabajan por la renovación para enfrentar a Macri en 2017, el regreso de es muy es mala noticia. Que la gente la recuerde a Cristina y se hable menos de los aumentos y el ajuste, tal vez le convenga más a Macri.
En estas horas, el politólogo Sergio Berensztein se encuentra en Nueva York con agenda tan cargada como la del equipo económico en la venta de los nuevos bonos argentinos. Empresarios e inversores quieren saber si Macri sobrevive al ajuste y si gana o pierde las elecciones del 2017. Berensztein los entusiasma haciendo números. Como la oposición estará dividida, y ahora tal vez más dividida por el regreso de Cristina, a Macri le alcanzaría con 35% de los votos para ganar. Son 10 puntos o menos a sumar de su núcleo duro. Manejando los tres principales distritos del área metropolitana, el Gobierno debería más que salvar la ropa. ¿Hasta dónde la economía podría torcer esa suerte? Si frena la inflación y aparece cierta reactivación, los números de Berensztein se confirman seguro. ¿Pero si las cosas no se resuelven?
De allí que el optimismo en los mercados de estas horas comienza a moderarse a medida que se ingresa en el terreno de la economía real. La inflación, se sabe, volverá a ser una pesadilla en abril y posiblemente también mayo. Y el único instrumento concreto que aplica el Gobierno es un ajuste monetario con creciente atraso cambiario. Sin bajar el déficit y prometiendo una supuesta menor emisión que está por verse, según y cuanto se logre de financiamiento externo.
Para muchos observadores no está claro, a esta altura, qué ventaja ha supuesto para Macri y para el país la idea de implementar el ajuste en cuotas. Los costos políticos los paga igual el Presidente a la luz de los últimos sondeos. Y las inversiones tardan en llegar porque la inflación no se detiene y las señales fiscales no tranquilizan. Los subsidios no dejan de crecer ni siquiera con los tarifazos y duplicando el boleto de colectivo. Resulta una suerte de Robocop, al que se le tira con todo pero siempre sobrevive y se agranda.
Es lo que ocurre por la indexación del gasto público y los subsidios que quedan, los aumentos salariales que se pagan con subas nominales de nuevos subsidios que hay que solventar en transportes petróleo y combustibles. Ni hablar si aumentan el precio internacional del crudo como empezó a ocurrir otra vez, o si el peso sigue devaluando. A la vez el gradualismo para salir del cepo finalmente dejó un dólar a $ 15 otra vez atrasado frente a la inflación del primer semestre, que a la vez tiene que ser maniatado con una tasa de interés altísima para la economía real. Mientas el Banco Central indexa su déficit al ritmo semanal de las colocaciones de Letras que se van concentran en el plazo cortísimo de 35 días, empresas de primera línea descuentan cheques hoy a 50%. Por el efecto Cristóbal López, pagan justos por pecadores y la Afip restringió los planes de pago de impuestos para las pyme, de modo que cada vez la plaza está más ahogada. Como las empresas no se pueden financiar con el fisco, empiezan demorar los pagos a los proveedores.
La tensión en las empresas industriales es creciente, sobre todo en los sectores con precios sensibles a la canasta familiar. En la UIA creen que la Casa Rosada eligió a los ganadores, el campo y el sector financiero; y a los enemigos también: los precios, los supermercados y las empresas. El Gobierno les acaba de informar a las principales compañías del país que no solo continuará con los Precios Cuidados, sino que habrá un regreso a las fuentes kirchneristas en ese programa. De momento, solo se autorizan aumentos de hasta 5%, cuanto todas las empresas están reclamando entre 15% y 20% de las listas acordadas en enero. Se confirma también en esta área del poder aquello de que no hay peor astilla que la del mismo palo. El encargado de presionar ahora a las empresas es Javier Tizado Jr., el hijo del prestigioso empresario y ex hombre fuerte de Techint en los 80 y 90, secretario de Industria en la fugaz gestión de José Luis Machinea con Fernando de la Rúa, y acérrimo defensor de la libertad en la formación de los precios.
Para sumar mayores interrogantes entre los economistas que asesoran empresas, surgen en estas horas nuevos anuncios y versiones de una supuesta nueva etapa del Gobierno orientada a la contención social: Es decir, más gasto público y más déficit. El plan de obra pública que se anunció para Buenos Aires (seis veces en plata lo que dice el Presupuesto), ni el ministro Hernán Lacunza sabe de dónde sacará los recursos.
A esta altura, la ecuación económica y política es una obviedad. Los dolores de cabeza de Macri -Cristina, Panamá, Sergio Massa, juzgar la corrupción que puede salpicar sus relaciones, los gobernadores del PJ, Elisa Carrió, y demás- se harán sentir en 2017 según cómo siga la relación del Presidente con la sociedad. Y si algo hemos aprendido en los años de democracia desde 1983 a la fecha es que la economía y el bolsillo mucho tienen que ver con los resultados en las urnas. Enfrentar a una oposición dividida, ayuda. El efecto Rosadita contra Cristina, también. Pero lo que define pasa por si se detiene la inflación, si finalmente ingresan inversiones privadas y la economía empieza a reactivar.