Algo similar nos está ocurriendo a nosotros, especialmente a los habitantes del Valle Inferior del Río Chubut. Aunque nuestro problema no es el de las vaquitas del querido y olvidado don Ata, sino de las arenas silíceas que se van rumbo a Neuquén y a nosotros sólo nos dejan los pozos de su extracción y los caminos destrozados por los pesados camiones con las que son llevadas a la vecina provincia, otrora imperio de don Felipe Sapag, donde se utiliza para la explotación del yacimiento de Vaca Muerta.
La explotación de los recursos naturales de la Provincia y en general del país, siempre fueron materia de cuestionamientos y dudas. No sólo por el escaso beneficio que dejaban sino también por la frecuente inobservancia de elementales normas para preservar la salud de los trabajadores y de los habitantes de los pueblos vecinos.
Los cuestionamientos y las dudas sobre la transparencia de los contratos firmados por el Estado son de vieja data. En estos momentos Chubut está expectante esperando el resultado de la investigación que se realiza en Estados Unidos, sobre la explotación del yacimiento petrolífero de Cerro Dragón, en jurisdicción de Comodoro Rivadavia. Y la expectación es lógica. En esa causa se ha puesto en juego la honorabilidad de nuestro gobernador y de importantes empresarios vinculados a esa actividad.
En lo que atañe al tema que nos ocupa y preocupa, que es el de las arenas silíceas, todo hace suponer que no está lejos un acuerdo que contemple recíprocos y legítimos intereses de los protagonistas, habida cuenta de la firma de la postura de los representantes de la Provincia.