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ENERGÍA
Campodónico (Frente Amplio): gas natural, GSP y tarifas eléctricas
07/04/2016

Decidir el destino del gas extraído: ¿compete al Estado o al privado?

Gestion.pe

Humberto Campodónico*

El problema para llevar más gas al sur e industrializarlo es que en el Perú, el Estado no es dueño de la molécula de gas. En el caso del gas del lote 58 (de CNPC), los inversionistas pueden tener interés, ya sea en dirigirlo al sur (a través del Gasoducto Sur Peruano), o llevarlo a China, no sabemos. Según la legislación vigente, el licenciatario es el dueño de la molécula previo pago de una regalía, pero esa propiedad le confiere el decidir su destino.

Ese es el cuestionamiento, porque si Perú decide tener un plan energético de mediano y largo plazo, y la orientación de una cantidad de reservas de gas al sur, si ese no es buen negocio para la empresa, no se puede hacer. A lo que voy no es que el Estado sea el dueño, sino que pueda decidir el destino de la molécula, pagando el precio que se debe pagar.

El punto es que el gas del lote 58 abastezca al GSP, directamente, no cambiando contrato con CNPC, hablar con ellos y decirles que, desde el punto de vista del Perú, necesitamos el gas para el sur, porque no hay GNV, no hay energía eléctrica, porque queremos una petroquímica, porque queremos LNG.

Habrá que sentarse con ellos a negociar el contrato, no es un problema, hay más de 200 contratos ley que han sido renegociados más de 200 veces.

Anthony Laub Socio de laub & quijandría

Estoy en desacuerdo con Humberto (Campodónico), en el tema de (transferir la propiedad de) la molécula, en el caso del lote 88, que es de propiedad del Consorcio Camisea, la primera gran masificación ya se produjo, el 50% de la energía eléctrica viene del gas natural. En Talara y Tacna se consume gas en forma de energía, eso permite tener la energía más barata de Sudamérica.

Otro elemento fue la planta de Perú LNG. El problema de poca transparencia no lo generó el privado, sino el Estado, y que lleva a que se traslade todos los riesgos del proyecto a los peruanos.

Esta discusión sobre la propiedad de la molécula es una discusión de los años 50, que se cierra con el primer contrato de Proaction Serving Agreement que firma una empresa que se llama Iatco, con el Gobierno de Indonesia, porque cuando nacionalizan su petróleo, o cuando era dueño de la molécula, las empresas petroleras no iban a ese país.

Esa nación, para liberar su problema doctrinario, sale con ese contrato, que viene del sector agrícola, y que le dio confort a esas empresas, para que vayan, pero ese contrato, donde el operador es contratista, y ya no licenciatario, ni siquiera en ese caso le imponen que el Estado tenga el control, sobre a dónde o a qué se limita el uso del petróleo.

Si hoy tenemos problemas con la molécula, es porque tenemos un monoproductor (de gas), lo ideal sería que mañana tengamos no uno, sino cuatro o cinco (consorcios) Camisea, que salgan a competir por llevar gas a los consumidores, así sí funciona bien el modelo.

 *miembro del plan del frente amplio

El gas natural, el gasoducto al sur y las tarifas eléctricas en debate

Anthony Laub*

Cuestionar la viabilidad del proyecto del Gasoducto Sur Peruano (GSP) está fuera del debate. Ni un candidato ha deslizado la posibilidad de paralizar su ejecución, pero se debe ver si puede funcionar como un proyecto integral, no solo por la conexión que tenga con las centrales térmicas en el sur, sino también las posibilidades para una industria petroquímica o un módulo (tren) de exportación de GNL.

Su fortaleza es que se descentraliza la generación fuera de Lima y se lleva al sur. Además, significa tener un insumo barato que permitiría algún grado de industrialización en el sur. Su debilidad es que el proceso de adjudicación fue cuestionado.

El riesgo es que no contamos, hasta la fecha, ni con los que tomarán el gas al final del GSP, ni con el gas que va a ser inyectado en el ducto. Hasta hoy solo hay reservado 1 TCFpor D.S. del Gobierno anterior, y esa es toda la garantía con que se cuenta. Se sabe que en la cuenca de Camisea hay 40TCF, y en diez años de ejecución de Camisea no se ha consumido ni 2 TCF de los 14 TCF probados. Hay que verificar que el proyecto se maneje de forma transparente y correcta, y si no, ver la forma de recomponer aquello que le hace daño al proyecto y ver como lo sacamos adelante.

Diez años después del inicio de la operación de Camisea, hoy nos falta capacidad de transporte de gas, los industriales se quejan de que no hay gas. Pero las condiciones que se dieron para Camisea no se han dado para el GSP. Camisea se enfocó como un proyecto integral, con oferta, ducto y demanda, aunque fue inicial, y eso, para el GSP no existe.

El congresista Juan Pari dice que este proyecto es un elefante blanco, porque no tiene oferta y le falta demanda. Tiene razón, el problema es que no está concebido como proyecto integral y ese es uno de sus principales defectos. Por eso, propongo que haya una autoridad gubernamental, jefe del proyecto, que convoque a los diferentes sectores económicos y privados, a gobiernos regionales, para concebirlo como un proyecto que tenga oferta. Y tendrá que tener gas del lote 58; el del 88 no alcanza para todo (el consumo estimado).

Los 450 millones de pies cúbicos diarios) son una fracción de lo que se debe consumir, si consideramos además del nodo energético del sur y minas, la petroquímica y exportar GNL, pero no a México o EE.UU. sino al Asia. De lo que conversé, estos dos últimos van, hay actores dispuestos a tenerlo. Creo que se debe buscar una solución, ante la importancia del proyecto.

En lo económico, no hay oferta y demanda, pero nos va a costar US$ 4,500 millones, y el Perú no está para botar esa cifra. Hay que ver si el conseguir o no el financiamiento, es algo bueno o no para el país. Si se sigue el proyecto, hay que asegurar que tenga grandes demandantes de gas y pensar una gran estrategia de desarrollo.

  *Socio de Laub & Quijandría

Las ventanas (del gas) se han estremecido

OJO PÚBLICO

por Víctor Vich

Durante la actual campaña electoral los candidatos han hablado sobre la renegociación de los contratos del gas de Camisea. El planteamiento provocó diferentes reacciones en el discurso político. A partir de este debate, el crítico Víctor Vich analiza el tema y habla de la "desestabilización del discurso hegemonico". ¿Por qué ahora sí todos los candidatos plantean renegociar los contratos de Camisea?

La hegemonía es un sentido común que se ha instalado en la realidad para determinar marcos de acción y prohibir otros. Es un paradigma de sentido, un tipo de poder, un dispositivo estructurador de la realidad social. En última instancia, lo que una hegemonía hace es regular espacios entre lo imaginable y lo no imaginable, vale decir, entre lo posible y lo imposible definido desde ella misma. El actual debate sobre la renegociación de los contratos sobre el gas sirve mucho para explicar el funcionamiento de la hegemonía.

Desde hace más de dos décadas, en el Perú se ha instalado el dogma que sostiene que la inversión privada es buena de por sí, que hay que promoverla a cualquier costo, que hay que atraerla siempre y que nunca debe ponerse en duda. Cualquier argumento que la ha cuestionado, vale decir, que ha revelado sus intereses y sus problemas, ha sido considerado como un ataque contra el desarrollo, como un enemigo de la patria. En las peores versiones, todo cuestionamiento de lo privado ha sido tildado de terrorista y demás.

Digámoslo más claro: el lado oscuro de la hegemonía es uno que intenta producir un discurso cerrado y totalitario. Hoy afirma que solo la inversión privada es buena, y que no hay más que discutir. Aunque los contratos sean malos, aunque hayan sido promovidos por lobistas, aunque desfavorezcan a la comunidad entera, la hegemonía afirma tajantemente que la inversión privada siempre trae algo bueno (“da trabajo”, aunque nunca se especifique bajo qué condiciones; genera riqueza, aunque nunca se especifique cómo se distribuye) y hay que defenderla. Se ha dicho, hasta el cansancio, que los contratos no pueden renegociarse.

Otra vez: en el Perú actual, cuestionar un contrato no estaba en el marco de lo posible. Cuestionar un contrato era imposible. Sostener que un contrato podría renegociarse ha sido una injuria en las últimas décadas. La hegemonía es –nuevamente- un discurso de poder que establece lo posible desde sus presupuestos y que lo naturaliza al punto de convertirlo en un sentido común destinado a que lo repitan los políticos, algunos economistas, casi todos los empresarios y muchos de los periodistas que hoy se forman en las universidades peruanas.  

Sin embargo, lo cierto es que durante las últimas semanas, el cuestionamiento de los contratos de gas se ha producido y, poco a poco, no solo ha construido legitimidad sino que ha servido para mostrar teóricamente cómo la hegemonía sutura la realidad a su propio antojo y niega otras posibilidades de la misma. Es cierto que la izquierda siempre subrayó las pésimas condiciones de esos contratos, pero la hegemonía ha sido tan fuerte que durante los últimos años esas voces han sido desacreditadas cuando no invisibilizadas.

Digamos, solo para efectos prácticos, que fue el candidato Alfredo Barnechea quien abrió nuevamente el debate y comenzó a horadar la hegemonía. Lo hizo desde sus discursos públicos pero, sobre todo, en una entrevista con Jaime de Althaus, que luego se volvió viral en las redes. En esa discusión, al espectador común le quedó claro que Althaus es un periodista (¿periodista? ¿antropólogo?) que solo repite un dogma: es la nueva versión de los viejos marxistas de manual. Ese día, sin embargo, Barnechea emergió como una figura distinta. No dijo algo nuevo (la izquierda ya lo había dicho) pero algo nuevo pasó. Aunque algunos digan que no se mueve, la Tierra se mueve. Más claro aún: esos contratos son malos. Hay que cambiarlos. Poco a poco, el discurso de la candidata Verónika Mendoza comenzó a tener más legitimidad y a ganar interés. Al discurso férreo de la hegemonía primero se le hizo un hueco, luego fueron dos, y así. 

Con el pasar de los días, los ciudadanos nos hemos ido enterando de varias cosas. Durante más de dos décadas se dijo que los contratos no podían renegociarse, pero hoy resulta que aquello era falso y se ha afirmado que sí existen cláusulas que abren esa posibilidad de renegociación. Siempre se dijo que ese tema era intocable pero hoy resulta que es el más tocado de la campaña, al punto de que ha ocurrido algo casi increíble: el propio Pedro Pablo  Kuczynski, es decir, el representante máximo del dogma neoliberal, el mismo político relacionado con esos contratos, ese mismo que desautorizó a Barnechea mandándolo a estudiar a la UNI, ese que perdió los papeles prohibiendo preguntas en Puno, ese que ahora insulta a las mujeres, ese, sí, ese mismo, ha dicho ahora que el gas sí puede renegociarse y ha firmado un acta para comprometerse a hacerlo en algunos de sus puntos.

Por supuesto, muchos sabemos que PPK no es un político confiable y no vamos a creerle, pero realmente eso no importa para la función de este artículo. Lo que importa es observar teóricamente cómo, de pronto, una totalización fue horadada y cómo ese hueco fue desestabilizándola cada vez más en la medida que se iba agrandando. Importa notar cómo la realidad se reveló ideológicamente construida y cómo se han ido abriendo otras posibilidades de sí misma.

Digámoslo de otra manera, de una manera más política, si se quiere: Hugo Chávez y Nicolás Maduro han querido construir una dictadura en Venezuela, sí, pero hay muchas otras formas de construir dictaduras y sistemas totalitarios. Como diría un amigo, “el Perú no es entonces un lindo país”. Por aquí, el neoliberalismo ha trabajado de otra manera y no solo ha vuelto sus dogmas sentidos comunes, sino que sabemos bien que cuando se le contradice se impone mas allá de la democracia (por ejemplo, desprecia la “consulta previa”) y, lo que es peor, varias mineras tienen convenios privados con la policía.

Debemos entonces observar la producción de sentidos. Hoy notamos más claramente cómo esa idealización (totalitaria) de los sistemas privados es puramente ideológica. Hoy sabemos que la educación privada no ha sido una solución y que, en su mayoría, es pésima y es un engaño; hoy podemos reconocer, con horror, cómo la liberalización del transporte solo ha conseguido caos, muertes y mafias; hoy ya somos más conscientes sobre cómo el sistema privado de pensiones nos engaña y solo sirve para que unos pocos gerentes ganen sueldos altísimos con nuestro dinero. Hoy sabemos que detrás de esos “emprendedores” idealizados hay muchos sin moral, que plagean todo el tiempo, que no tienen problemas en corromperse, que probablemente fueron explotados de jóvenes y que, en lugar de contribuir a cambiar el sistema, lo único que hacen es reproducirlo explotando también a su prójimo.

Un acto ético –dice Žižek- no es uno que busca el “bien” sino que cambia y redefine nuestro concepto sobre el bien. Un acto político es uno que se “sale de la cuenta” y que cambia las coordenadas a partir de las cuales pensamos y nos relacionamos con la realidad. Digamos, por último, y con Vallejo, que “las ventanas se han estremecido”; que la regulación de los espacios de visibilidad social se ha removido; que la realidad siempre puede abrirse hacia otras posibilidades. Digamos, finalmente, algo más simple: el tiempo existe, el cambio existe. En la izquierda no podemos dudar de ello.


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