El ministro de Producción, Francisco Cabrera, prometió ayer a pequeños y medianos empresarios inversiones por 20 mil millones de dólares que serían “destrabados a la brevedad”. El anuncio, sobre el que no precisó plazos concretos ni sectores, generó cierta suspicacia entre economistas, que lo consideraron demasiado optimista, si se tiene en cuenta que las visitas de los presidentes de Italia, Francia y Estados Unidos no generaron mayores anuncios al respecto.
Durante un encuentro organizado por la Confederación Argentina de la Mediana Empresa(Came), Cabrera señaló que en su cartera están trabajando “en 65 proyectos de inversión por unos 20.000 millones de dólares que están listos para concretarse”. El funcionario argumentó que “en los últimos cinco años no hubo inversión ni generación de empleo privado en la Argentina, aunque (en ese lapso) tanto las empresas locales como las multinacionales generaron proyectos de inversión que no se concretaron”.
Estos proyectos forman parte de la Agenda de Promoción de Inversiones y Comercio Internacional, con expresas instrucciones de Cabrera para destrabarlos y ponerlos en marcha a la brevedad, señalaron a BAE Negocios desde el ministerio. “Es el cálculo que había elaborado desde la Fundación Pensar”, recordaron.
Sin embargo, economistas consultados por BAE Negocios desestimaron estas cifras. “Es equivalente a la Inversión Bruta Interna Fija(IBIF) de la Argentina. Suena demasiado optimista”, consideró un analista que prefirió el off the record.
Pero Cabrera no es el único funcionario que está entusiasmado con una entrada de dólares por esta vía. El presidente del Banco Provincia, Juan Curutchet, habló esta semana ante banqueros de unos u$s9000 millones en Inversión Extranjera Directa(IED) que podría volver a captar el país, ya que era el monto que la Argentina recibía por IED antes de implementar el cepo.
Por su parte, analistas advierten que el país no tiene demasiado para ofrecer a los capitales extranjeros, luego del abrupto descenso en el precio del petróleo y de los minerales. “La única cifra grande que estaba dando vueltas era la de la minería pero con los precios actuales los proyectos no dan bien. Hasta hace algunos años la Argentina podría haber tomado para el sector unos 7000 o 10000 millones de dólares, pero el escenario cambió”, apuntó un consultor.
“Las inversiones en el sector automotriz no van a tener esta magnitud. Vaca Muerta también está complicada por la caída en el valor del barril. Y en renovables podría haber inversiones por 2000 millones”, calculó la fuente.
En los cuatro meses que transcurrieron desde que el ex jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires Mauricio Macri fue elegido presidente, la Argentina se ha convertido en un imán para los inversores mundiales. Estos prevén el mayor aumento del crecimiento de América Latina, el correspondiente retroceso de la inflación y los mejores retornos de las compañías más sólidas del continente.
Los mercados a menudo conceden a los nuevos gobiernos un halo que se diluye cuando las promesas no pueden cumplirse. Quienes invierten en la Argentina conocen demasiado bien la desilusión como para declarar que esta vez las cosas son distintas.
Sin embargo, quizá realmente lo sean. Macri es el primer presidente elegido en los últimos cien años que no está relacionado ni con el partido de Juan Perón ni con las alternativas radicales que históricamente impidieron que la Argentina creciera hasta convertirse en una economía desarrollada sostenible. Relegada en los últimos años a la categoría de más alto riesgo junto a países como Marruecos, Kenia y Rumania, la Argentina tiene potencial para superar a sus pares en el mercado. Muchas de sus empresas ya tienen competitividad mundial y la tendrán aún más conforme el gobierno abandone su antiguo estatismo.
Eso es lo que Macri prometió hacer en octubre durante su campaña presidencial y lo que tiene prisa por lograr desde que asumió su cargo en diciembre: desarticular el conjunto de controles cambiarios, comerciales y de precios de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner con crédito fácil; reducir el déficit recortando los subsidios a la energía en un 1,5 por ciento y el gasto federal en 0.8% este año; dejar de financiar el déficit con transferencias del banco central al tesoro, que sumaron 78,000 millones de pesos (US$ 5,800 millones) el año pasado.
El nuevo gobierno, por cierto, eliminó los controles cambiarios y la mayor parte de las retenciones a la exportación de productos agrícolas, rebajando, por ejemplo, los impuestos a las exportaciones de soja 5 puntos porcentuales a 30%. El gobierno devaluó el peso casi un 30% frente al dólar dejando que flotara y permitió un acceso sin restricciones al mercado de divisas por primera vez en cuatro años.
Las medidas políticas de Macri ya han dado fruto. El retorno total sobre la deuda argentina desde las elecciones de noviembre trepó a 7.5%, frente al 3.5% de una canasta de deuda de mercados emergentes; en los diez años anteriores a la elección había predominado un ratio de 2 a 1. La volatilidad, o el riesgo de vuelta atrás asociado a la deuda argentina, se desplomó de 4.4 veces la de los mercados emergentes en la década anterior a 2.3 veces en los últimos cinco meses, de acuerdo con los datos que reunió Bloomberg.
Entretanto, la percepción de la solvencia de la Argentina está mejorando. Desde las elecciones, el costo de endeudamiento del país bajó alrededor de 3 puntos porcentuales desde su pico más alto en 2014 a poco más del 6%, el nivel más bajo desde por lo menos el momento en que el gobierno reestructuró su deuda en 2010. Eso llevó la diferencia entre el costo de endeudamiento de la Argentina y el de Chile a sólo 2 puntos porcentuales, mientras que hace dos años aquella llegaba al 15 por ciento, de acuerdo con los datos de Bloomberg.
Por primera vez en cinco años, hay suficiente confianza en el compromiso del gobierno con los mercados libres como para tornar insignificante el diferencial entre el valor del peso argentino en el mercado internacional y su valor oficial, muestran los datos de Bloomberg. Hasta la asunción de Macri, el valor de cotización del peso estaba inflado por los controles cambiarios.
Esto no quiere decir que la Argentina pueda considerarse un refugio seguro, ya que el peso sigue estando entre las monedas más volátiles junto con el real brasileño, el rublo ruso y el rand sudafricano.
Donde más podrían ganar los inversores con la economía de Macri es en el mercado de valores, donde 45 compañías con una capitalización de mercado superior a los US$ 100 millones tienen una relación de deuda a activo más baja y márgenes de ganancia más altos y devuelven más dinero a sus accionistas que firmas comparables de Brasil, Chile, Colombia, México o Perú. El margen de ingresos convertidos a utilidades antes de intereses, impuestos, depreciación y amortización en la Argentina supera incluso al Índice Standard & Poor’s 500 en los Estados Unidos.
Pese a todas sus virtudes comparativas, las empresas argentinas siguen siendo consideradas las más susceptibles a un retroceso del mercado de valores medidas por su volatilidad. Si bien la amenaza de fluctuaciones de precios repentinas persiste, los inversores mundiales tienen cada vez más confianza en que las compañías argentinas conservarán su valor. Global X MSCI Argentina, el mayor fondo cotizado que invierte en acciones argentinas, está atrayendo fondos récord este año, equivalentes al 95 por ciento de su activo total, con lo que supera ampliamente a las entradas netas de 55 por ciento de Chile, 17 por ciento de Colombia, 13 por ciento de Brasil, 29 por ciento de Perú y 14 por ciento de México.
El principal catalizador del aumento de la confianza en los mercados de acciones y bonos es la perspectiva de inflación, que, según el gobierno de Macri, llegará a su pico máximo este año antes de bajar en 2017. Según trece economistas encuestados por Bloomberg, el Índice de Precios al Consumidor descenderá de 34.2% en 2016 a 19.7% el año que viene.
Los pronósticos de caída de la inflación coinciden con las expectativas de un crecimiento vigoroso el año que viene. Si bien la Argentina estuvo rezagada entre las seis principales economías de América Latina entre 2012 y 2015, su producto interno bruto está en condiciones de aumentar al ritmo más veloz, con una producción total sólo superada por Perú y Colombia, de acuerdo con los datos que reunió Bloomberg. Pese a su debilidad como paria en los mercados internacionales de capitales, la relación de deuda a PIB de la Argentina está entre las más bajas de los mundos desarrollado y en desarrollo, dado que se ubica en 45.80 –por debajo de la de Brasil, Estados Unidos, Alemania y Canadá.
Esto ayuda a explicar por qué, por primera vez en por lo menos una década, el llanto de los inversores internacionales por Argentina se está convirtiendo en una sonrisa.