Desde que el Banco Central puso las tasas de las Lebac de 35 días de plazo en el 38% –un mes atrás–, el sistema financiero no hizo más que aceitar la maquinaria para ganar plata de manera más o menos fácil, con muy bajo riesgo y sin tener que lidiar con los gerentes financieros de empresas grandes o chicas.
La contracara de ello es que las líneas de crédito de corto plazo para las empresas se están achicando en volumen y se encarecen. “Es un caso típico de crowding out” resumió un banquero, para ejemplificar cómo la demanda de pesos del Estado saca de la cancha al sector privado: “entre prestarle al Central al 38%, usando solo una pantalla y un teléfono, y poner un equipo de gente a lidiar con las pymes, no tengo dudas”, remató la fuente.
Esto se nota en un enfriamiento de la actividad, consecuencia de la estrategia del Gobierno para bajar cuanto antes la inflación.
Lo concreto es que hoy los pesos fluyen desde los bancos hacia el Central, que todos los martes licita letras para renovar las que van venciendo. A veces absorbe pesos, otras amplía la circulación. El furor llegó a los inversores minoristas, que desarman plazos fijos y llaman a los bancos preguntando cómo invertir en letras del Banco Central.
El boom de las Lebac también le dio aire a los mercados de dólar futuro. Se puede comprar cobertura de tipo de cambio para fijar hoy mismo la ganancia en moneda dura que se obtendrá en uno, dos o tres meses. De ahí que el Rofex registró un volumen de operaciones récord de marzo: contratos por más de US$ 11.000 millones.
Mientras, en el Central insisten en que las tasas de interés bajarán recién cuando haya señales fehacientes de desaceleración de la inflación. “La relajación de tasas de interés tendrá lugar únicamente cuando la tasa de inflación muestre un nivel y una velocidad de descenso compatibles con los objetivos de la institución” decía, por ejemplo, el último comunicado del BCRA, cuando informó los resultados de la licitación realizada el martes 29 de marzo.
En el equipo que comanda Federico Sturzenegger aceptan que el escenario no es el mejor, pero están convencidos de insistir en esta línea de acción y, sobre todo, están convencidos de que la situación cambiará cuando la entrada de dólares de la soja, y de las nuevas emisiones de deuda del Gobierno (una vez saldadas las cuentas con los holdouts) les permita relajar la política monetaria.
Mientras tanto, los bancos, que aceptan que las tasas deberían empezar a bajar en un plazo no muy lejano, le llevan ideas al Gobierno: algunos están proponiendo que en les vendan papeles a plazos más largos y a tasa fija. Pero los funcionarios no quieren saber nada, por ahora. No quieren quedar obligados a pagar tasas altas por mucho tiempo porque confían en que en el segundo semestre la situación debe mejorar.
Desde el presidente Mauricio Macri para abajo, creen que la caída de la actividad económica debería revertirse a partir de junio. Mientras tanto, el Central debe seguir lidiando con una tasa de inflación que se resiste a bajar al ritmo que los funcionarios esperaban. Hasta que ello ocurra, habrá más bicicleta que crédito.