Julio de Vido es uno de los pocos diputados del Frente para la Victoria feliz con el reparto de comisiones: presidirá la estratégica Energía y Combustibles, por donde pasarán los marcos regulatorios del nuevo Gobierno de un sector más que sensible.
La coronación del ex ministro sorprendió al empresariado que lidió con De Vido durante 12 años y pensaba verlo escondido en la Cámara de Diputados, mucho más cuando Cambiemos se alió al resto de la oposición para aislar al FpV.
Hasta ayer, ni los propios referentes del kirchnerismo creían que el Gobierno le daría Energía, sobre todo cuando intentaron sin éxito imponer a Edgardo Depetri.
Pocos repararon en que hace mucho que De Vido tiene una amistosa relación con Mauricio Macri y sobre todo con su mejor amigo Nicolás "Nicky" Caputo, gestada por intereses compartidos en la obra pública y la energía, dos áreas en las que el ex ministro de Planificación fue amo y señor durante buena parte de la década pasada.
El tema ya había sido advertido por Jorge Lanata en una entrevista, que encendió todas las alarmas en el Gobierno, temeroso que al popular conductor de Periodista Para Todos se le ocurra hacer un programa especial sobre las relaciones de De Vido con Caputo y otros empresarios cercanos al actual Presidente.
Caputo y De Vido siempre supieron llevarse bien. El ex ministro le otorgó concesiones eléctricas al empresario más cercano al Presidente y el macrismo tampoco maltrató al ministro. Desde la gestión porteña le devolvió los favores adjudicándole varias obras a Teximco, una empresa vinculada al ex ministro de Planificación.
Esa firma formó parte de una UTE que hizo el Metrobús de la avenida San Martín, que se inaugurará en dos semanas y tuvo un costo final de 140 millones de pesos, el doble de lo previsto.
Antes había sido beneficiada con la construcción del Centro de Exposiciones de Barracas, que finalmente nunca arrancó. Tarde o temprano, la empresa cercana De Vido algún premio iba a tener.
Con Macri presidente, el ex ministro no parece estar en aprietos. No lo acorrala ninguna causa judicial y ni siquiera es mencionado en los escándalos por los negocios de Lázaro Báez y Cristóbal López, aun cuando era el encargado de servírselos en bandeja y otorgarles todas las licitaciones con las que se hicieron multimillonarios y que tanto indignan a Cambiemos.
Tampoco lo menciona el macrismo en las supuestas estafas de Milagro Sala, en prisión por presuntos desmanejos en sus cooperativas. La mayor parte de los fondos públicos que administró le llegaron vía Ministerio de Planificación Federal. Pero una vez más, De Vido no aparece involucrado, como si la corrupción del kirchnerismo hubiera sido un mostrador que insólitamente sólo tiene un lado.
Javier Calvo
Para los desmemoriados, el detenido Ricardo Jaime y el futuro detenido Lázaro Báez tenían acceso directo nada menos que a Néstor Kirchner. Ese vínculo se construyó desde Santa Cruz a partir de negocios emanados de fondos públicos, y satisfacían la mayor obsesión del difunto ex presidente: no concebía la política sin dinero. No se trata de un juicio de valor, sólo de un recuerdo para entender ciertas lógicas.
En el armado de semejante sistema recaudatorio, Kirchner contó con un escudero fiel. Un tal Julio De Vido. En la intendencia de Río Gallegos fue su director de Vivienda, y luego de Vialidad. En la gobernación santacruceña, ministro de Economía y Obras Públicas y, más tarde, de Gobierno. Y en la Presidencia de la Nación se convirtió, en Planificación, en uno de los dos únicos ministros que permanecieron los 12 años K en el mismo sillón.
Sus innegables dotes para el manejo de las obras y los servicios públicos no se explican tanto por su título de arquitecto y mucho menos por los resultados obtenidos, a la luz de un país devastado por el retraso en infraestructura y tarifas (el gradualismo animal de la administración Macri en esta última cuestión nos recuerda que tarde o temprano hay que pagar la cuenta).
El “éxito” devidista hay que entenderlo dentro de la praxis implacable de Kirchner. Casualmente, o no tanto, Jaime como secretario de Transporte tenía a De Vido como su superior. Y Báez se llenó de billetes con las obras que De Vido le entregaba u ordenaba entregar.
Resultan apenas dos botones de muestra de una foja de servicios que incluye, entre otros muchos escándalos, las maniobras con la importación de energía y la embajada paralela en Venezuela, cuando el chavismo repartía para todos y todas.
Esto explica que De Vido haya sido el funcionario K con más denuncias y causas judiciales, en la mayoría de las cuales ha salido indemne. Por ahora. Tampoco este invicto en Comodoro Py es casual. De Vido estructuró un blindaje judicial a partir de los servicios de Alfredo Lijo (hermano de un juez federal muy bien contactado) y de Javier Fernández, el auditor general cercano a Jaime Stiuso y con acceso libre a casi todos los despachos de los tribunales de Retiro.
El servicial Fernández viene haciendo, desde hace más de cien días, ciertas gestiones a pedido de Daniel Angelici, a quien llegó tiempo atrás de la mano de Darío Richarte, un abogado ex número dos de la SIDE que ahora volvió a la renombrada AFI y es fana de Boca: Angelici lo sumó a la comisión directiva xeneize.
Semejante mejunje, donde se mezcla kirchnerismo, macrismo, negocios, espionaje, Justicia y mucho, pero mucho dinero, no sólo clarifica por qué a De Vido no le entró todavía ninguna bala. También esclarece las razones por las que fue incorporado el año pasado a las listas de diputados (con fueros asegurados) y, sobre todo, cómo es que consiguió ser ungido días atrás al frente de la Comisión de Energía de la Cámara baja.
Si De Vido hablara respecto de los fondos públicos que distribuyó, caerían funcionarios de antes y de ahora, conocidos empresarios, banqueros y sindicalistas, y hasta rostros televisivos célebres. Otra que el desfile de detenciones de Brasil. Si cae él, caen todos. Por eso nadie se anima a meterlo preso. Todavía.